Hace casi exactamente dos años, en Bichos de Campo contamos la historia de los hermanos Liboreiro, que a contramano de lo que sucedía en ese entonces, decidieron montar un tambo en el sur de Buenos Aires, concretamente en el Partido de Patagones.
La localidad de Juan A. Pradere, al sur del Río Colorado, se convirtió en noticia cuando Sebastián, uno de los dos hermanos, contó su proyecto productivo. En ese momento, todas las variables del sector estaban en contra de estos aventureros, que de todas formas encararon la idea como una quijotada, y se enfrentaron a los molinos, poderosos en aquel entonces.
Dos años después de esa aventura que tenía todas las de perder, un mensaje en las redes sociales llenó de esperanza a los protagonistas: “Te comento que el pasado 2 de abril, despachamos nuestro primer camión con leche a industria”, anunció Sebastián Liboreiro, ahora tambero en el extremo sur de Buenos Aires.
La historia de los Liboreiro no debería llamar la atención en un país agropecuario y gran productor lácteo. Lo que suena fuerte es la aventura de ir a contramano, en un momento histórico en que la actividad tambera resulta cuesta arriba para los pequeños productores, y está en marcha un proceso de concentración de la producción.
Cuando los Liboreiro anunciaron su propuesta, muchos tamberos de la Argentina estaban ante la disyuntiva de cerrar definitivamente sus unidades productivas y pasar a alquilar las tierras, para que queden a manos de la agricultura, que tiene márgenes mucho mejores que los de la lechería. En Patagones, la historia es distinta.
“Estamos junto a mi hermano que es mi socio, embarcados en una transformación de la actividad del campo familiar. Nosotros somos criadores de carne, y evaluando desde hace un par de años la evolución y el negocio de la carne, vemos la necesidad de volcarnos o de transformar la actividad hacia la lechería”, nos contaba Sebastián Liboreiro hace dos años, mientras recorría tambos para aprender los detalles del negocio.
Para ellos, resultó necesaria esta transformación. Venían de un negocio de producción bovina para carne, ya que unos kilómetros más al norte, en Villarino, si existe un polo tambero de relevancia.
Dos años le llevó la empresa de aventurarse contra lo que parecía imposible. “Vamos a ver si podemos armar el primer tambo en el Partido Patagones”, anunciaba el productor en aquel entonces, mientras invertía en algo que parecía sin futuro.
No solo que el proyecto tuvo futuro, sino que hoy resulta gratificante saber que las industrias lácteas de la zona, pueden ahora elaborar sus productos con leche bovina que tiene una historia particular, de un esfuerzo extra que comenzó a tomar forma cuando nadie lo esperaba.
La llamativa historia de Sebastián, hoy con final feliz, puede reconstruirse completa repasando las declaraciones del tambero sureño hace poco más de dos años, cuando comenzaba a tomar forma esta quijotada:
Liboreiro era consciente en ese entonces que su proyecto iba a contramano de lo que estaba pasando a nivel general en la lechería argentina: “Si, de eso somos conscientes. Lo vemos, lo leemos todo el tiempo. Pero también es cierto que hay una realidad distinta. Los tambos que vemos que van cerrando son familiares, de escalas chicas, con el recambio generacional en donde los jóvenes ya no quieren quedarse en el campo. Donde una alternativa podría ser la robótica. Pero es caro para esa escala de tambos, y sumado a la falta de crédito. En el caso nuestro, nosotros no somos del rubro, no somos del palo de la lechería, entonces no tenemos toda esa carga negativa del reniegue que se escucha permanentemente”, decía esperanzado Liboreiro.