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22 Jul 2025
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Lácteos Vidal logró reponerse tras el bloqueo de Atilra, pero enfrenta embargos millonarios y causas judiciales que amenazan su continuidad.
La mafia sindical te termina fundiendo
Alejandra Bada Vázquez, titular de Lácteos Vidal, en la planta situada en el barrio porteño de Devoto.

Carlos Morales llegó a las dos de la madrugada aquel 18 de julio de 2022para encender las calderas y dar inicio al proceso productivo de la planta. Minutos después, apareció Marcelo Garnero, listo para comenzar con la pasteurización de la leche llegada de los tambos.

Pero esa madrugada, algo era distinto. Frente al portón principal de la pyme Lácteos Vidal, en Moctezuma, había un grupo de sindicalistas de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (Atilra) bloqueando el ingreso. Atónitos y sin poder avanzar, Carlos y Marcelo no tardaron en reaccionar.

Un trabajador es interceptado por un sindicalista en la fábrica situada en Villa Devoto.

Llamaron de inmediato a Alejandra Bada Vázquez, titular de la empresa, y a Arturo Díaz, director técnico. “Nos tomaron la planta“, fue el mensaje que los sacudió. En ese instante, sabían que no se trataba de una protesta más y les traía el recuerdo del bloqueo sufrido en 2014 también realizado por el mismo gremio. El conflicto había cruzado una línea y el futuro de la empresa, y de todo un pueblo, pendía de un hilo.

El bloqueo del gremio también se trasladó a la planta que tiene la pyme en el barrio porteño de Villa Devoto, donde realizan la terminación de la muzzarella (el principal producto que elaboran) y hacen la distribución de los demás lácteos que producen.

“Estamos hartos de las amenazas, de las extorsiones. Un bloqueo es una situación límite: la leche se pudre, la empresa se paraliza. Es un secuestro”, dijo Bada Vázquez al referirse al conflicto sindical que vivió la pyme familiar ubicada en Moctezuma, provincia de Buenos Aires, y que derivó en una serie de causas judiciales que aún hoy siguen su curso.

El reclamo del gremio se centró en la recategorización de empleados, lo que derivó en la protesta y posterior bloqueo a las plantas de la pyme. Por el conflicto hubo 26 despidos y tres delegados suspendidos. De los despedidos, 18 llegaron a un acuerdo. Ocho aún no lo hicieron. Y recientemente, uno de los delegados acordó su salida. Los otros dos siguen cobrando el sueldo, el aguinaldo y los beneficios sin ir a trabajar.

La empresaria detalló que el bloqueo sindical que enfrentaron en 2022 impidió el ingreso de trabajadores, la recolección de leche y la distribución de productos. “No te dejan vender, no te dejan entrar la leche, no te dejan producir, te están fundiendo, literal. La mafia sindical te termina fundiendo”, afirmó.

Quesos en la planta de Lácteos Vidal. Foto Maxi Failla.Quesos en la planta de Lácteos Vidal. Foto Maxi Failla.

Bada Vázquez aseguró que los despidos realizados durante el conflicto fueron legales, pero igualmente recibió un embargo judicial por 62 millones de pesos la semana pasada. “Hoy me siento agotada, cansada. En el fondo tengo esperanza, pero la verdad que es una situación muy injusta”, expresó tras recibir la notificación del Juzgado N°69. “Todos los que despedí no tenían fueros sindicales. Estoy a derecho y cumpliendo la ley. Pero algunos jueces evidentemente desconocen los derechos que tenemos los empresarios”, agregó.

En ese sentido, informó que Lácteos Vidal presentó una queja ante la Corte Suprema para que se frene el efecto evolutivo de las sentencias laborales y denunció irregularidades ante el Consejo de la Magistratura. Además, mencionó que hay cinco imputados en dos causas penales.

La titular de la pyme también reclamó una reforma laboral urgente. “El DNU que sacó el presidente Javier Milei apenas asumió contemplaba nuestras necesidades, como las de la producción continua. Pero la Justicia laboral lo frenó”, indicó. “Ese decreto permitía, por ejemplo, que trabajara al menos el 50% del personal en actividades como la nuestra, donde la leche no puede esperar”.

Arturo Díaz, director técnico de Lácteos Vidal. Foto: Maxi Failla.Arturo Díaz, director técnico de Lácteos Vidal. Foto: Maxi Failla.

El conflicto, en primera persona

Arturo Díaz contó con lujo de detalle el bloqueo a la planta como si hubiese sido ayer. “Lo primero que pensé cuando nos tomaron la planta fue: ‘¿Qué hago con la leche?’. No se le puede decir a una vaca que hoy no se ordeña. Nos organizamos en una estación de servicio, los camioneros hicieron malabares. Fue un caos. Sacábamos lo que podíamos, elaborábamos lo que alcanzábamos con 30.000 o 40.000 litros. Llegamos a estar al 40% de nuestra capacidad”, recordó.

Elaboración de queso en barra.  Foto Maxi Failla.Elaboración de queso en barra. Foto Maxi Failla.

A medida que pasa el tiempo, Díaz reconoce con mayor claridad las consecuencias de haber decidido enfrentar un conflicto gremial de gran magnitud desde el corazón de una pyme. “Uno no está preparado para algo así. Mucho menos para enfrentar a un sindicato tan poderoso. Pero dijimos ‘basta’, y ahí empezó todo”, recuerda.

Esa decisión marcó el inicio de una batalla que hoy cumple tres años. “Era una noche fría y oscura. Sentados con Alejandra, le pregunté qué pensaba hacer. Me dijo: ‘Los voy a enfrentar. Estoy cansada de tanto apriete’. Y yo le dije: ‘Vamos a despertar un oso dormido, no va a ser fácil’. Y no lo fue”.

Díaz, veterinario de profesión, admite que el conflicto lo tomó fuera de cualquier preparación legal o emocional. “Nosotros estamos preparados para lidiar con problemas del día a día: una ruta cortada, una máquina rota, un camión que no arranca. Pero no para esto. No hay espalda que aguante. Te lleva años de vida. Extraño la felicidad de antes, cuando todo era trabajo”.

Hoy son 46 los empleados en Lácteos Vidal. Aquí, elaborando muzzarrella. Foto Maxi Failla.Hoy son 46 los empleados en Lácteos Vidal. Aquí, elaborando muzzarrella. Foto Maxi Failla.

Díaz recuerda que la empresa nació en 1973, cuando Vidal se convirtió en único propietario. Empezaron con 23.000 litros y con 80 tamberos que ordeñaban a mano. Medio siglo después, la planta sigue de pie. “Nosotros no bajamos los brazos. Si lo hacíamos, ellos se quedaban con la fábrica. Como en 2014, cuando rompieron todo y accedimos a todo por miedo. Esta vez, dijimos ‘hasta acá’”.

Durante seis meses, la planta estuvo prácticamente paralizada. El 2 de enero del año siguiente -6 meses después- lograron retomar las operaciones con cierta normalidad, tras capacitar personal nuevo. “Empezamos con 17 personas. Hoy la fábrica está en marcha gracias a ellos. Si hubieran bajado los brazos, la historia sería otra”, apuntó.

Lo que evitó el colapso inmediato de la empresa fue una decisión previa, casi instintiva, tomada en tiempos de normalidad: mantener un stock estratégico de muzzarella. En el momento más crítico, cuando la planta fue tomada y no se podía ingresar ni procesar un solo litro de leche, ese stock se convirtió en su salvavidas. Tenían mercadería suficiente para abastecer a sus clientes durante seis meses sin recibir una sola gota de materia prima. Esa reserva no solo permitió sostener las ventas, sino también mantener viva la red comercial y la confianza de los compradores. Sin esa previsión, el bloqueo habría significado el cierre inmediato.

Díaz sostiene que el conflicto dejó una herida profunda, especialmente por el accionar sindical. “El sindicato nunca quiso arreglar. Para ellos, esta es una bandera que no quieren perder: la de poder parar cualquier fábrica, tirar leche, bloquear. Si perdían con nosotros, perdían poder de fuego”.

Las carpas que estaban ubicadas en frente de la planta de Lácteos Vidal en Moctezuma hace tres años.Las carpas que estaban ubicadas en frente de la planta de Lácteos Vidal en Moctezuma hace tres años.

La actualidad de la empresa

Con el tiempo, la pyme logró retomar parte del ritmo habitual de producción. La línea principal sigue siendo la mozzarella, y han recuperado el portafolio de productos blandos, semiblandos y duros, además de ricota, manteca, crema, dulce de leche, leche y suero en polvo. “Nuestra muzzarella es de elite. Estamos exportando suero y queremos que nuestra muzzarella llegue a la Comunidad Europea y a Estados Unidos”.

Sin embargo, señala que producir en Argentina es muy caro y que las cargas sindicales son una de las principales trabas. “Veo recibos de sueldo con aportes sindicales de 80.000 pesos. ¿Cuánto de eso vuelve al trabajador? Nada. Es para sostener una estructura de apriete”.

Hoy, trabajan con 160.000 litros diarios. Mantienen todos sus proveedores y clientes. “Sabemos lo que pasó en otros pueblos. Cerraron fábricas por conflictos sindicales y quedó un pueblo fantasma. Moctezuma no puede darse ese lujo. Somos el corazón económico del pueblo”, aseguró.

Recorrida por la planta de  Lácteos Vidal en Moctezuma. Foto Maxi Failla.Recorrida por la planta de Lácteos Vidal en Moctezuma. Foto Maxi Failla.

Con una inversión en energías renovables -2,8 hectáreas de paneles solares que producen más de lo que la planta consume- y nuevos objetivos exportadores, Lácteos Vidal busca dejar atrás el conflicto y volver a crecer. “Queremos producir más y mejor. Queremos volver a ser felices trabajando”.

El crudo relato de los trabajadores

“Fueron momentos complicados, de mucha incertidumbre, de amargura”, recordó Horacio Macaroni, encargado de la planta de polvo y mantenimiento en Lácteos Vidal. Hoy habla con tranquilidad, pero la marca de aquellos días sigue presente. Y no solo en la memoria.

“En lo personal, me trajo aparejado un problema de salud: psoriasis. El estrés, la tensión… pero bueno, todo se supera”, dice con una mezcla de alivio y resignación. A pesar de todo, eligió seguir. Y hoy, tres años después, la planta está en pleno funcionamiento, con personal renovado, maquinaria de última generación y un clima de trabajo que —según asegura— nada tiene que ver con aquel infierno.

Horacio Macaroni, de la pyme Lácteos Vidal. Foto Maxi Failla.Horacio Macaroni, de la pyme Lácteos Vidal. Foto Maxi Failla.

Pero no olvida. “Me rompieron el auto. Con una cuchilla me rajaron las cubiertas, me dejaron a pie… Yo vivo a 100 kilómetros. Trabajábamos hasta de noche. Esa vez me tuvieron que llevar en remís hasta mi casa”, relata. Habla despacio, con la voz quebrada. “Y los malos momentos, porque había piquete, no se podía salir… No sé qué decirte”.

Sin embargo, la fábrica siguió adelante. No se detuvo. “Hoy estamos produciendo normal. La fábrica creció, siguió invirtiendo. Hay proyectos que se están llevando adelante: mejoras en suero en polvo, masa de mozzarella, maquinaria robotizada… avanzamos mucho en calidad”.

¿Tienen miedo de que todo vuelva a pasar? “No. Hoy no. Se trabaja con absoluta normalidad. No hay gremialistas adentro, no hay amenazas, no hay conflictos. Estamos tranquilos”.

Otra de las afectados por el gremio fue Karina Brum, que todavía sigue angustiada y : “Me angustia terriblemente hablar de esto”. Pero lo hace. Porque lo vivido en aquellos días de bloqueo sindical en Lácteos Vidal fue más que una crisis laboral. Fue un golpe emocional, físico y familiar. Y contar lo que pasó es una forma de sanar, de poner las cosas en su lugar.

Karina Brum. Foto Maxi Failla.Karina Brum. Foto Maxi Failla.

“Una mañana me levanté para ir a trabajar y no me dejaron entrar. Uno de los sindicalistas, junto a un compañero de trabajo, me amenazó. Me dijeron que me volviera a mi casa, que bajo ninguna circunstancia me iban a dejar pasar”, recuerda Karina, encargada del área de envasado y rallado de quesos en la planta ubicada en Moctezuma, provincia de Buenos Aires.

Esa mañana, la fábrica estaba sitiada. No se podía entrar ni salir. Muchos trabajadores quedaron atrapados. Otros, como Karina, fueron obligados a dar media vuelta bajo presión.

Pero no se quedó de brazos cruzados. Logró contactar a uno de los encargados y, con custodia policial, finalmente pudo ingresar. “Estuve más de 24 horas adentro. Teníamos todos los silos llenos de leche. No se podía parar. Éramos apenas cinco personas elaborando: encargados y tres de nosotros. Fue una odisea”.

Sin embargo, el costo personal fue altísimo. “Estoy transitando un cáncer de mama agresivo. Por todo esto tuve que alargar el tratamiento. Se me complicó todo: tenía que ir a buscar la medicación a otras ciudades por mis propios medios. Era un caos”, relata con crudeza.

La angustia no era solo por el trabajo o la salud. La violencia también se sentía en la calle. “Te encontraban y te insultaban. Me amenazaban por teléfono. Nos cruzábamos con excompañeros, con gente del sindicato, y el pueblo parecía tomado. Ellos mandaban. Tuvimos que dejar de circular los que seguíamos viniendo a la fábrica”, cuenta.

El dolor se multiplica cuando habla de sus empleadores. “Me dolía ver a mis patrones. Alejandra recién había empezado con el tambo. Todo hecho con esfuerzo, con sacrificio. Y lo destruían así, sin importar nada”.

Karina hace una pausa. Se seca los ojos. Respira profundo. “No me gusta hablar de esto. Me duele mucho. Pero es necesario que se sepa lo que vivimos”.

Marcelo Palmieri. Foto Maxi Failla.Marcelo Palmieri. Foto Maxi Failla.

“Fue angustioso, porque vivimos enfrente de la planta. Entonces, cuando uno se cruza a trabajar, queda en ese lugar”, explicó por su parte Marcelo Palmieri, encargado de la planta de dulce de leche, al recordar los momentos más duros. Pero no fue solo una cuestión geográfica. El impacto emocional y familiar fue profundo, especialmente por su historia personal vinculada al gremio.

“Tengo familia con tradición en el gremio del rubro y jubilados también del rubro. Sufrieron mis padres, por ejemplo, las consecuencias de mis decisiones. Si yo decidí entrar a trabajar, mis padres se quedaron sin obra social, siendo jubilados del gremio”, relató.

La situación fue crítica. Sus padres, ambos con serios problemas de salud —su madre insulinodependiente y su padre con síndrome de Parkinson— se vieron obligados a pasar de urgencia a PAMI. “El hecho de que yo haya entrado a trabajar o que haya tenido una posición diferente de cómo defender el trabajo ha sido suficiente para que sea angustiosa esa situación”, resumió Palmieri.

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