La industria láctea argentina ha recorrido un largo camino de innovación, pasando de prácticas tradicionales a tambos de alta tecnología, redefiniendo la producción y el consumo.
La industria láctea se ha reinventado constantemente, y la evolución en Argentina es un reflejo de ello. El artículo “De la vaca atada al tambo robotizado, los lácteos se siguen reinventando” de Clarín, destaca cómo el sector ha pasado de una producción casi artesanal a la incorporación de tecnologías de punta. En el siglo XX, el consumo de leche era principalmente local, proveniente de ordeños en chacras o de animales que viajaban con sus dueños. Hoy, el panorama es radicalmente diferente gracias a los avances tecnológicos.
Uno de los hitos más importantes de esta transformación fue la aparición de las usinas lácteas modernas hace poco más de medio siglo. Pioneros como la cooperativa SanCor y Mastellone Hermanos lideraron la industrialización del sector. La introducción de la pasteurización, y la posterior popularización de envases como el sachet y el cartón, permitieron que la leche y otros productos lácteos llegaran a una audiencia masiva, transformándose en un alimento básico en la mesa de los argentinos.
La tecnología ha sido un motor de cambio constante en la producción lechera. En la actualidad, los tambos robotizados representan la cúspide de esta evolución. Estos sistemas automatizados no solo optimizan el proceso de ordeño, sino que también aumentan la eficiencia y mejoran la calidad de vida de los animales. Este salto tecnológico, que ha requerido de grandes inversiones, es vital para que la industria láctea se mantenga competitiva en el mercado global.
El rol de los productores también se ha transformado. Han pasado de una gestión tradicional a ser administradores de un negocio complejo, donde la tecnología, la genética de las vacas lecheras y el conocimiento científico son cruciales para la rentabilidad. Un ejemplo de este enfoque es la capacidad de desarrollar productos lácteos funcionales, como los que reducen la lactosa, que permiten a personas con alergias o intolerancias volver a disfrutar de estos alimentos.
En conclusión, la historia de la industria láctea argentina es una de resiliencia e innovación. A pesar de las crisis económicas, que han impactado el consumo, el sector ha sabido reinventarse. Al abrazar la tecnología, desde la planta de procesamiento hasta el tambo robotizado, la industria no solo ha logrado aumentar su productividad, sino que también ha diversificado su oferta, consolidando su lugar en la alimentación del país.
Fuente: Clarín