Micaela Bortoluzzi es una joven tambera, pero prefiere presentarse como productora agropecuaria porque en realidad debe hacer de todo, ya que también ayuda a su padre, quien se encarga de la parte agrícola. Ella está a cargo del pequeño tambo familiar, con 147 vacas, 114 en ordeñe, y una producción diaria de 3000 litros de leche.

Micaela vive con sus padres en un campo de 422 hectáreas, repartido entre vacas, tambo y agricultura, que alquilan a la Orden religiosa católica de La Merced. El mismo está ubicado en el centro de la provincia de Córdoba, a 25 kilómetros de Arroyo Cabral, 30 de Villa María y 19 de Pampayasta.

-¿Quién comenzó con el tambo?

-Mi bisabuelo era empleado en la estancia “La Llama”, muy cerca de acá. Mi abuelo nació ahí y hace 60 años alquiló 197 hectáreas a los curas mercedarios, que desarrollan hasta hoy un proyecto social muy interesante y valioso para fomentar el trabajo y el arraigo de los campesinos de la zona. Él armó el tambo y después mi papá alquiló a los curas 108 hectáreas más para hacer agricultura, que es lo que le gusta a él. Finalmente vine yo y hace 7 años el padre Carlos Diez, que estaba a cargo de la Orden de la Merced, vino a ofrecerme a mí que le alquilara a la Orden 117 hectáreas más. Se las alquilé para destinar una parte al tambo y otra, para hacer rotaciones con algo de soja y maíz para consumo.

-¿Y cómo fue que llegaste a hacerte cargo del tambo que fundara tu abuelo?

-Lo nuestro siempre ha sido familiar. Mi abuelo amaba las vacas, al igual que yo. Pero mi papá siempre estuvo más inclinado hacia la agricultura. Él tenía el tambo porque generaba ingresos todos los meses, como si fuera la caja chica, pero el fuerte era la cosecha. Yo desde muy chica me involucré en el trabajo del campo, con 10 años ya atendía a los animales y manejaba los tractores. Cuando crecí, mi padre estaba pensando en vender el tambo, pero empezó a ver que éste era lo que a mí más me gustaba. Además, a causa del clima, como empezaron a venir las sequías, las cosechas ya no eran como antes, sino con menos rindes. Entonces decidió apoyarme para que yo me ocupara del tambo, pero no sólo como una manera de seguir diversificados sino que ahora veo que mi padre cada vez destina más tierra al tambo y menos a la agricultura.

-¿Y cómo se manejan actualmente?

-Hoy sólo tenemos tamberos que se hacen cargo del ordeñe, preparto, guachera y detección de celos. A las inseminaciones, las hago yo. Tenemos veterinario a cargo de lo reproductivo. Las curaciones y la podología, las hacemos nosotros. Las vacas están encerradas. Al mixer, en todas las categorías, lo hacemos con mi madre, mientras que mi padre se encarga de la agricultura con un empleado y hace confecciones de rollos, pulverizaciones, etc. Hacemos alfalfa para rollo y silo, maíz para picado y también para grano, sembramos sorgo para silo. Y tenemos unas hectáreas que están a 7 kilómetros del tambo, donde cosechamos maíz y soja. El tema de los costos está complicado, hay meses que queda algo más, otros menos, pero aún podemos cubrir nuestro sistema. Juntamos en un mismo “pozo”, los ingresos del tambo y de las cosechas, y así se nos hace posible seguir.

-¿La actividad de los tambos es muy riesgosa? ¿Pasaron alguna situación crítica?

-Hace unos 5 años habíamos llegado a producir 4.200 litros de leche por día, con 170 vacas en producción, pero de pronto, por un error de asesoramiento, nos sobrevino un problema nutricional, de acidosis, que complicó el sistema reproductivo de nuestras vacas. La dieta que nos había hecho el asesor nutricionista resultó que fue confeccionada como para un feed lot en vez de para un tambo. Ni mi padre ni yo nos dimos cuenta, porque confiábamos en el profesional. Hasta que empecé a ver que las vacas no comían y empezaron a tener diarrea. Esas murieron, y las que pudimos salvar no se preñaron más y las tuvimos que vender por infértiles. Fue terrible, desesperante. En total perdimos 78 animales y en poco tiempo el tambo se nos cayó hasta producir apenas 1200 litros diarios. Nos vimos en la disyuntiva de cerrar el tambo o empezar de nuevo.

-Y decidieron seguir…

-Pues por mi amor a las vacas -la mejor herencia que nos pudo dejar mi abuelo- decidí no bajar los brazos y seguir luchando. Optamos por seguir con nuestra reposición y fue muy lento el avance. Con mucho sacrificio, poco a poco nos comenzamos a recuperar, al punto que hoy estamos produciendo de 2300 a 2500 litros de leche por día.

-¿Cómo lo lograron?

-La Cooperativa agrícola ganadera de arroyo Cabral, a la que le entregamos nuestra producción, nos está ayudando mucho con la compra de vaquillonas, para acelerar la producción. La cooperativa compra lotes de vaquillonas o tambos que se venden, y ofrece distribuirlas a todos los productores tamberos, financiándoles en cuotas mensuales con litros de leche. El productor que quiere y puede, se anota. Ese sistema está muy bueno. En la última compra que hizo la cooperativa, nos anotamos 10 productores y nos otorgaron 13 vaquillonas a cada uno.

-¿Cómo es una jornada de trabajo en el tambo?

-Nuestro día se sabe a la hora que comienza, pero nunca a la hora que termina. Las vacas aman la rutina, pero siempre se cruza algo de por medio que tenemos que solucionar. A la hora 6:30 estamos arrancando la jornada. Las complicaciones, pueden ser por algún parto complicado. Una noche, terminamos una cesárea a las 22:30. Si se nos rompe alguna máquina, el mixer, la sembradora, la cosechadora, tenemos que solucionarlo ese mismo día, para poder arrancar bien al día siguiente.

-¿Y qué pensás del futuro del tambo?

-En nuestro tambo hacemos casi todo nosotros, no tenemos un empleado designado para cada puesto, porque al ser todavía chico podemos manejarlo entre poca gente y el costo de mano de obra es bajo: mis padres, el tambero y su gente, el veterinario, el nutricionista y yo, vamos a seguir trabajando para llegar a esos 4.000 litros de leche que alguna vez supimos producir. Diría que más aún, vamos a superarlos.

Todas las mañanas, Micaela Bortoluzzi se levanta muy temprano para continuar con el legado que le dejó su abuelo cuando se retiró del campo. Le dijo: “Pase lo que pase, nunca dejes las vacas. Pasarán tormentas feas, sequía, pero ellas estarán siempre, produciendo mucho o poco, pero siempre estarán ahí…”

Le dedicamos a Micaela la canción “Aruricu Abuela Adela”, del Duende Garnica, por el cantor cordobés, Juan Iñaki, en su disco “Aquí y ahora”.

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