Con una mezcla de cinismo e ignorancia, el presidente Alberto Fernández amenazó ayer a “los productores de alimentos” -así, con ese nivel de ambigüedad- con aplicarles cupos o más retenciones a las exportaciones.

Dijo que les va aplicar esos castigos “si no entienden” y no le llevan servida una solución para desacoplar los precios internos de los internacionales.
Imagino la impotencia que deben sentir los productores de granos al escuchar a un presidente culparlos de todos los males ante el resto de la sociedad, pero sobre todo, ocultando olímpicamente todo lo que la agroindustria ya hace, todas las “soluciones” que el campo ya aporta.
A ver:
Por empezar, la agroindustria ya produce de por sí los alimentos que todos los días vamos a buscar al súper. Eso ya es una contribución. Comemos porque esta gente produce. Alberto Fernández no pone fideos en las góndolas. Los ponen los productores.
Además, la base de granos, carnes y lácteos de los alimentos argentinos, a su vez, ya es, además, como mínimo entre 9 y 33% más barata que la del resto del mundo, sólo por efecto de las retenciones que ya existen. O sea: las proteínas ya son muy baratas en Argentina, gracias al campo, no a Fernández.
Pero además el agro, con sus exportaciones genera los dólares que usa el país para comprar lo que no produce. No importamos el celu con dólares que consigue el Presidente, sino con el que consiguen los productores.
De esos dólares que trae el agro, hasta el 33% se lo queda el Estado. El agro los cede. Al resto de los dólares el Estado se los da al agro. Pero no en dólares, sino en pesos que se devalúan. Y no se los cambia a 150 pesos por dólar sino a 88 pesos por dólar. Después de todo eso la agroindustria paga, además, todos los impuestos que paga el resto del mundo.
O sea que el agro le da al Estado dólares regalados, dólares baratos y pesos. Con eso, el Estado financia, entre otras cosas, los subsidios alimentarios, como la tarjeta alimentar, la AUH, jubilaciones, etc. No es Fernández el que pone la plata de esos subsidios, sino los productores de alimentos, en mayor medida que el resto de los contribuyentes.
O sea que el campo, el agro, la agroindustria, ya son un cachorro que se muerde la cola pagando altísimos impuestos para subsidiar el consumo de los alimentos ya de por sí muy baratos que ella misma tiene la amabilidad de poner en la góndola todos los días. Sin embargo, Fernández no es suficiente que el cachorro se muerda la cola. Exige que el cachorro se arranque la cola.

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