Alquería no es solo una de las marcas de leche más recordadas y más queridas del país. También es una historia de crecimiento y resiliencia, que acaba de entrar en una nueva etapa.
Se trata de un cambio accionario que representó la salida del IFC, el brazo financiero del Banco Mundial, y la consolidación en la tradicional familia Cavelier, que por años ha manejado la empresa. Mesoamérica, el fondo centroamericano, se quedó con 35% de participación, mientras la familia mantendrá el 65% restante.
Los recursos de la operación –de monto confidencial– sirvieron para pagar a IFC su participación y para capitalizar la empresa, reducir su deuda y dejarla más liviana para los proyectos que vienen.
Mesoamérica ya tiene inversiones en cadenas de comida como Oma y Presto. “Somos el antifondo”, dice en tono jocoso Luis Javier Castro, su presidente. Y lo explica porque a diferencia de otros de capital privado, hacen inversiones de largo plazo, mientras en el negocio tradicional los plazos de salida van hasta 8 años.
Pero ahora Mesoamérica viene recargado. Nació en 1998 como una iniciativa para invertir recursos de capitales centroamericanos y llegaron a la telefonía celular, call centers, y energías renovables no convencionales en Centroamérica y México, con 1.200 MW instalados de energía eólica.
Abrieron en Colombia su primera oficina fuera de Centroamérica a finales de 2008, en busca de un mercado en crecimiento que les permitiera llegar a varios centros urbanos de más de un millón de habitantes. Pero a mediados de esta década, consolidaron una alianza con el fondo de pensiones de los profesores de Ontario (OTPP, por su sigla en inglés) para Latinoamérica –sin Brasil–, con el fin de hacer inversiones en el segmento de private equity con una visión de largo plazo. OTPP es un fondo de pensiones que maneja US$200.000 millones, y de ellos, en el caso de private equity, son cerca de US$35.000 millones.
La historia
Alquería ha tenido varios momentos importantes: en los noventa empezó a crecer, pero luego con la caída del PIB en Colombia y las dificultades de cumplir con algunos de sus créditos tuvo que acogerse a la Ley 550 de reestructuración. Sin embargo, salió de la Ley 550 y empezó a transformarse de una empresa muy local en el centro del país, a tener una presencia nacional, con operaciones, vía compra de marcas y plantas en Santander, Antioquia, Valle y la Costa. Además, armó un joint venture con la poderosa multinacional francesa Danone para montar una planta de yogures. Y en 2010 entró el IFC como accionista.
Hoy esta empresa de lácteos compite cabeza a cabeza en el mercado de leche con Colanta, y tiene una participación de mercado en valor de 22% y en volumen de 24%. Opera 7 plantas, una empresa de logística, otra de empaques y 16 centros de distribución y 21 de acopio. Cada día compra su producto a 13.000 lecheros y tiene capacidad para atender un millón de litros diarios de leche. Tiene ingresos superiores a un billón de pesos anuales y llega a más de 150.000 tenderos.
Alquería ha buscado integrarse hacia atrás y hacia delante de forma inteligente. Tiene una pequeña empresa de camiones que transporta de los centros de acopio hacia las plantas y de estas hacia los centros de distribución. Y desde hace unos años desarrolla un proyecto en los Llanos para producir leche. “En Colombia tenemos que hallar, como encontraron las flores, un modelo propio”, explica Carlos Enrique Cavelier, presidente de Alquería. La alianza con Danone terminó, pues la empresa francesa decidió salir de tres países de América Latina –entre ellos Colombia– y Alquería se quedó con esa empresa.
Tanto Alquería como Mesoamérica ven posibilidades debido al bajo consumo per cápita de Colombia en algunos lácteos. “El desarrollo en yogures en el país es importantísimo, porque tenemos 4 litros per cápita y hace 25 años eran 2,5. En Chile hoy son 8 y en Argentina 16”, dice Cavelier.
Pero además de proyectos y rentabilidades, a Alquería y Mesoamérica los une un ADN más profundo: el crecimiento sostenible y lo que ellos llaman ser aliados con propósito.
“Tenemos dos ideas importantes: nos puede ir bien haciendo el bien, y no podemos tener negocios exitosos en sociedades fracasadas”, dice Castro. Entre tanto, Cavelier ha logrado reconocimiento por su impulso a causas sociales, como en temas educativos y el banco de alimentos.
Ahora hay iniciativas que podrían profundizar en Colombia. Por ejemplo, las empresas en las que participa Mesoamérica tienen un programa que busca que no haya empleados en situación de pobreza. Tradicionalmente se cree que, por tener un empleo formal, el individuo no está en la línea de pobreza. Pero un hogar necesita ingresos al menos por dos salarios mínimos para no caer en esta situación.
“El programa busca darle educación financiera a esas personas por debajo de la línea de pobreza, apoyarlos a navegar el andamiaje burocrático para acceder a distintas iniciativas y llevar al núcleo familiar al menos a dos salarios mínimos de alguna manera”, dice Castro. Entre 12% y 15% de los empleados en las empresas en Centroamérica estaban en esa situación. El modelo ya está incorporado en Oma, y Cavelier asegura que se requiere un cambio estructural: “que ningún lechero colombiano produzca menos de 100 litros, que equivale a los dos salarios mínimos, quitando gastos. Y 70% de la pobreza en Colombia está en el campo”, asegura.
Con esta movida, Alquería empieza una nueva etapa en la que tendrá varios frentes para consolidar en esta alianza, pero también la posibilidad de crecer en un nuevo entorno.