“El requisito básico es que te tiene que gustar vivir y laburar en el campo. Acá no hay feriados ni fines de semana, pero yo disfruto esto porque es lo que sé hacer”, dijo a Bichos de Campo.
Cuando ocurrió la inundación de 2017 que trajo tantos problemas a los tambos de la zona, La Holandesa debió cerrar sus puertas. “No había modo de resistir porque ya no teníamos más piso para las 145 vacas que teníamos en ordeñe”, explicó.
En aquel momento producían cerca de 4100 litros diarios de leche, pero el avance del agua les complicó el panorama. “Tuvimos que vender algunas vacas y trasladar las restantes hacia un campo de Rufino que alquiló el dueño del tambo y otro tanto en otro establecimiento cercano y resistir”, manifestó.
Giménez recordó que por el cierre del tambo se fue a hacer un relevo en otro tambo. “Había laburo en otro lado y tuve que irme para seguir trabajando”, comentó. Pero luego de permanecer cerrado un año, el establecimiento en el que Amilcar trabajó tantos años pudo volver a abrir sus puertas y entonces regresó.
En este momento La Holandesa se encuentra en proceso de rearmado para poder recuperar el rodeo de vacas perdido durante la inundación. “En este momento estamos en menos de la mitad de lo que teníamos inicialmente y recuperar ese nivel implica un proceso caro y largo”, dijo.
En cuanto al avance de obras de infraestructura en la zona para evitar otra inundación destructiva como la ocurrida en 2017, Giménez respondió que no ve cambios. “No vi en ningún lado las obras. Todo sigue igual y hay caminos medio olvidados que están peor todavía”, enunció.
Lo cierto es que ya no quedan tantos Amilcar Giménez con ese empuje y oficio tambero y esta visión es compartida por muchos productores que sostienen que ya no hay tanta gente que se encargue de este tipo de trabajo. “Parece que es fácil cuando uno ve sacar la leche, pero mantener todo esto es mucho para una o dos personas y además la gente de campo se va terminando”, reconoció.