Hay dos tambos caprinos en actividad según datos oficiales, pero no se descarta que aparezcan más. El mundo de la producción de lácteos caprinos desde adentro.
Amor y dedicación por lo propio, así sobrevive uno de los pocos tambos caprinos que quedan en San Juan

En el sur de Barreal, a escasos metros del Rio Los Patos, se encuentra Ylla, uno de los dos tambos caprinos que existen, de acuerdo a los datos que tienen en el Ministerio de Producción, Trabajo e Innovación. En un viaje donde se suman más productores, así se vive en un mundo rodeado de cabras.

Juan Pablo Beltramino, quien está detrás de tambo, asegura que es de todos lados. Vivió en varias provincias, pero Barreal, el pueblo romántico y coqueto de Calingasta, lo deslumbró y ahí inicio un camino que lo llevó a descubrir la producción láctea caprina.
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Hace poco más de una década que llegó al pueblo junto con su pareja. Con un vasto conocimiento en la producción y el trabajo con animales, pasaron varios años hasta que decidió apostar de lleno a la parte caprina, un sector productivo que en San Juan escasea. De acuerdo a los datos que maneja Fernando Sánchez Morati, director Agropecuario del ministerio, en la provincia hay dos tambos que trabajan con cabras en el área productiva, uno en Angaco y otro en Calingasta. Juan Pablo asegura que hay varios más en proceso que están dando los primeros pasos para apostar a un sector que podría ser potencia. Incluso él mismo está en contacto con algunos productores de Los Berros, por ejemplo, a quienes le cederá algunos de sus animales para que puedan comenzar a producir a partir de las cabras.

Un detalle no menor es que para el 2018 se contabilizaban alrededor de 5 tambos caprinos, pero con el paso de los años y las diferentes dificultades, fueron desapareciendo, pese a los esfuerzos de la provincia por mantener la actividad. Un ejemplo de ello fue la sanción en 2006 de la L ey Provincial 7.749 de Caprinocultura que, entre varios aspectos, buscaba evitar la progresiva desaparición de la actividad mediante acciones integrales en materia social, sanitaria, agropecuaria y comercial.

Varias son las actividades relacionadas con la producción y el campo que están en riesgo de desaparecer. El avance de la tecnología, los nuevos requerimientos en el mercado laboral y las aspiraciones de las nuevas generaciones de formarse en profesiones lejos del manejo de las tierra y el contacto con los animales son algunos de los factores que influyen en este escenario. Pese a todo ello, Juan Pablo es un fuerte defensor de la actividad.

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“Fui productor de vacas y de ovejas en el pasado, pero me fundí. El 95% de los productores se fundieron al menos una vez”, comenta. Pese a ello, decidió no bajar los brazos y antes de la pandemia comenzó con 10 cabras a incursionar en el rubro. Primero fue para consumo familiar. Leche y quesos eran disfrutados por los más cercanos y luego, gracias al “de boca en boca”, algunos conocidos y amigos le fueron haciendo encargos. Así comenzó la proyección de un emprendimiento que aún no ha tocado techo.

Con 120 animales en la actualidad, las proyecciones de crecer están presentes no solo en lo que es producción, sino también en expansión, apostando a la ampliación de diversos sectores de su finca.

“Me fui capacitando, ganando experiencia en el rubro. En ese momento tenía otra finca, que la vendí para instalarme donde estoy ahora. Hace cinco años que comenzamos a construir, y hoy estamos en etapa de crecimiento”, comenta.

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Como varios actores del sector productivo, el ajuste y la crisis económica fueron un gran golpe para Juan Pablo, demorando los plazos de las obras y los trabajos a realizar en el tambo, pero eso no lo detuvo. “Mi almanaque tiene 365 lunes” señala, remarcando que el trabajo de campo es duro, sacrificado, pero también produce satisfacción. Además, las capacitaciones y el contacto permanente con productores de otros rubros no solo del departamento sino de distintas partes del país lo llevaron a darle una vuelta de rosca a su producción, por lo que decidió encararlo con un queso estilo gourmet y sumó dulce de leche.

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Juan Pablo es un agradecido de la vida y de las bondades que brinda la naturaleza. Cuida cada una de sus cabras como si fueran un hijo más. Está atento a las fechas de parto de las madres, está detrás de cada aspecto de la alimentación como de los espacios en los que están ubicadas y de los procesos de ordeñe, asegurando tranquilidad en cada momento para los animales que se acercan a él cada vez que les habla o va a verlas en sus corrales.

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Además, trabaja con energía solar y cada decisión tomada en el seno del tambo tiene como premisa no descuidar el cuidado del medio ambiente. “Fuimos adquiriendo las posibilidades para cumplir un objetivo principal, que no es solo la producción de quesos, sino un estilo de vida, cuidando los animales y obteniendo un producto de una calidad determinada que lleva su tiempo”, comenta.

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Las proyecciones de Juan Pablo están en seguir creciendo. No espera que sus hijos continúen con el tambo, ya que entiende que cada persona tiene sus propios desafíos, pero eso no le quita el sueño por ahora. Su felicidad radica en poder vivir en un lugar elegido, trabajar con la naturaleza a diario, compartir sus conocimientos y seguir aprendiendo, logrando un producto de calidad, esperando que el día de mañana pueda salir de las fronteras sanjuaninas.

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