En el campo se respira una sensación de “deja vú”. Es que la sorpresiva decisión del gobierno de anunciar el miércoles 30 por la tarde que prohibía las exportaciones de maíz hasta marzo convencido de que es la forma de asegurarse abastecimiento y bajar los precios de los alimentos en las góndolas abrió un frente de conflicto que amenaza con revivir el clima de enfrentamiento que hubo en el gobierno de Cristina Fernández.
Por ahora, el estado de ánimo en el agro es de deliberación, pero ya se van armando las primeras asambleas de autoconvocados. Los productores del norte de Buenos Aires se juntarán el 7 en Pergamino, y un día antes habrá otro acto en Bell Ville. Y ese es el paso previo a las medidas de fuerza.
Y si bien el gobierno intenta repetir viejas y fallidas recetas, el campo y sus industrias se enfrentan, por su parte. al desafío de no repetir también ellos los errores del pasado cuando no pudieron articular gestiones en conjunto y se quebraron en internas de todos contra todos entre los distintos sectores de la cadena; divisiones que terminan –en definitiva- jugando a favor del gobierno. Y las Bolsas cerealeras, con la de Rosario y Buenos Aires a la cabeza, junto con el flamante Consejo Agroindustrial Argentino aparecen, al menos en los papeles, como las organizaciones que deben liderar la generación de ese ambiente de consenso intersectorial para orquestar un lobby eficiente ante las políticas del gobierno que los ponen en la vereda de enfrente.
Pero más allá del debate ideológico sobre si es estimular la oferta o controlar precios y mercados lo que más puede convenir para garantizar abastecimiento, tener precios accesibles y sumar exportaciones, hay 10 claves que pintan un cuadro de situación que, así como tiene puntos de contacto con el pasado también configuran un nuevo escenario. Estas son:
1) El control de exportaciones y la intervención de los mercados agropecuarios remite al gobierno de Cristina. La decisión de hacerlo por sorpresa y de manera totalmente inconsulta, pese a que hay infinidades de mesas de diálogo abiertas, también tiene el sello K. Pero no hay que confundirse. La situación política es distinta porque, a diferencia del pasado, cuando había un gobierno de poder centralizado y con decisiones planificadas, en este caso el poder está repartido y las decisiones se toman de manera desarticulada. Bastó que Cristina se quejara en un acto público de los ministros a los que acusó de temerosos de molestar al poder, de que recordara que en su gestión había ROE (registro de control de exportaciones) y les advirtiera que la recuperación económica no pueda quedar en pocas manos, para que el Ministerio de Agricultura suspenda las autorizaciones para exportar maíz. En este caso no hay ni la necesaria coordinación y planificación que amerita la regulación de los mercados, por ejemplo con créditos blandos y rebajas de impuestos para apuntalar la industrialización en el país del maíz que no se exporte. Así que, incluso para quienes sostienen que la intervención es el camino, se está en riesgo de mala praxis. Como señal de que, más allá de la orientación, el real problema es la mediocridad va lo ocurrido durante el paro de los aceiteros cuando, para escozor de los industriales, los jóvenes funcionarios que envío el Ministerio de Trabajo a mediar no se animaban ni a mirar fijo a los sindicalistas que los dieron varias veces vueltas en sus fallidas intervenciones.
2) Esa falta de articulación hacia adentro del gobierno no sólo espanta en el campo por la orientación de las medidas sino que les genera preocupación por las próximas que se tomen. El gobierno tomó la medida de frenar las exportaciones de maíz por temor a que haya desabastecimiento hasta la llegada de la próxima cosecha. Pero Argentina produjo 51 millones de toneladas y a lo sumo necesitaba 15 millones para su consumo interno. As. que lo que sobra es maíz. ¿Hubo una sobre-reacción del Ministerio de Agricultura ante el reto de Cristina? Si tomaron esa decisión con el maíz, el temor en el campo es lo que pueda ocurrir con el trigo, que sí tuvo una mala campaña (sobre todo en Córdoba) y que por esa menor oferta a partir de junio/julio los precios se van a poner picantes.
3) Del lado del campo, tras la sorpresa de enterarse por los medios de la resolución cuándo estaban preparando la cena del 31, arreció la bronca contra la Casa Rosada, pero con el correr de los minutos también empezaron a emerger duras internas en la cadena, y la clave está ahora en la capacidad de su dirigencia en contenerlas. Es que, como ocurrió en el pasado, el cierre de exportaciones beneficia a tamberos, polleros, ganaderos y productores de cerdos, todos consumidores intensivos de maíz para alimentación de animales. Pero también a los grandes traders globales que durante años hicieron grandes diferencias y tuvieron una muy alta rentabilidad por haber “cazado en el zoológico” ya que, las exportaciones a cuenta gotas, deprimieron el precio. Y si bien los traders profesan el credo del libre mercado tienen la habilidad de hacer engordar sus cuentas con mercados regulados y altamente intervenidos. Y como si nada faltara para generar desconfianza con los traders, el gobierno anunció un acuerdo con aceiteras para el precio de los aceites comestibles que evita que también les cierren las exportaciones de girasol. Y si bien, al menos por ahora, no tiene impacto negativo en los precios pagados a los productores (en un cultivo que de por sí tiene una comercialización delicada al haber pocos jugadores), la sola mención de un pacto Estado-Aceiteras siempre genera ceño fruncido en los productores.
4) Aparece allí el desafío del agro y sus industrias de encontrar denominadores comunes que les permitan articular un lobby conjunto que potencie y sume los esfuerzos de los distintos eslabones para no repetir la historia de desencuentros que terminaron dividiendo el frente a pedir del pasado gobierno de Cristina. El tema es que el terreno ya estaba resbaladizo. Es que los productores se quejan de que la única medida que tomó a favor de la agroindustria la actual administración fue la de reimplantar un diferencial de retenciones en soja (más bajas para harinas y aceites). Esa medida, que claramente impulsa el agregado de valor en origen y compensa la trabas arancelarias que los aceites y harinas argentinas encuentran en los países importadores, no es totalmente digerida por los chacareros quienes sostienen que ese diferencial genera un beneficio a su costa que queda en la fábricas y no se trasladas hacia el sector primario.
5) Ahora bien ¿Cómo articular ese lobby? En una primera instancia no dejando que los intereses sectoriales primen siempre sobre los generales. Un buen ejemplo fue el comunicado de uno de los sectores “beneficiados” por el cierre de exportaciones de maíz. Se trata de los Productores Lecheros del Oeste Bonaerense, que salieron a decir que “no es bueno intervenir en los mercados” y aseguraron que “para beneficiarnos no apuntamos a perjudicar a otras cadenas a partir de distorsiones artificiales”. Sería interesante que los beneficiarios, reales y supuestos, también se pronuncien en ese sentido para ir generando ese lazo de confianza tan necesario.
6) Pero que no siempre prime el interés sectorial por el global, ante el riesgo mayor de nuevas intervenciones, no sólo pasa por las declaraciones públicas sino también por las decisiones comerciales que tomen diariamente los actores “beneficiados” por las regulaciones. Dicho claro: si los compradores (tanto de consumos internos como exportadores) se aprovechan en cada operación de los vendedores y se les pasa la mano con los precios planchados que pagan, no hay comunicado en pos del libre mercado que valga.
7) Y a la hora de articular entre dirigencias empresarias la búsqueda de objetivos comunes, otra experiencia que deja el pasado es que –aunque parezca una nimiedad- las cuestiones “de cartel” entre los actores del negocios son importantes. En el campo, ningún sector de peso (con esto dejamos afuera a autoconvocados y organizaciones de izquierda agraria) quiere aparecer como tirando la primera piedra contra el gobierno. En parte (cuando se trata de exportadores, fábricas, corredores y acopios) por temor a la respuesta de un gobierno con Cristina al poder. Pero tampoco quieren ser los últimos en aparecer y que no los llamen a participar de reuniones y comunicados. Manejar el ego, contralar las ansias de protagonismo, animarse a poner más la cara y no especular siempre con la convencía de no aparecer primero, según sea el momento, puede contribuir al que las entidades del agro no pierdan tiempo en internas. Y ahí también el desafío llega sobre un terreno ya resbaladizo. Por caso, cuando el miércoles a la tarde las Bolsas cerealeras empezaron a cruzar borradores para un comunicado conjunto en contra de las restricciones al maíz llamaron al resto de los actores para que se sumen. Pero cuando ya era media mañana del 31 y no habían llegado respuestas de algunas entidades de base, y para no perder impacto mediático porque se acercaba el feriado largo, decidieron que sólo sería un comunicado de las Bolsas de cereales quedando así afuera varios sectores que ya habían firmado. El tema no pasó de comentarios de ceño fruncido entre algunos de los que quedaron fuera de cartel, pero si este conflicto eleva temperatura no parce la mejor manera de generar espíritu de grupo entre los distintos eslabones de las cadenas.
8) ¿Y en qué ámbitos se pueden generar espacios de consenso? Como se dijo más arriba, en los papeles las Bolsas de Cereales, con Rosario y Buenos Aires a la cabeza, aparecen como las entidades que pueden liderar el lobby porque en su seno reúnen a todos los sectores. Estará en la voluntad y capacidad de sus dirigentes de querer hacerlo. La otra entidad que aparece también como aglutinadora de organizaciones es el Consejo Agroindustrial Argentino. Esa entidad tiene, por ahora, en contra el mote de que si bien logró armar un buen canal de diálogo con el Ministerio de Economía, que corta más que Agricultura, y avanzar seriamente en las negociaciones con el gobierno de en un plan de promoción de exportaciones (que se presentará en breve), en la práctica la única medida concreta que logró fue para las aceiteras y se trató de la reimplantación del diferencial de retenciones entre la soja y los productos derivados. Además, tampoco escapa que uno de los principales armadores de la entidad fue la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara), que logró –de paso- que haya un lobby multisectorial para temas de su estricta conveniencia.
9) Precisamente, el Concejo Agroindustrial está buscando erigirse en una de las entidades rectoras del desarrollo agroindustrial. Y ya se mostró muy activo en el arranque de este conflicto convocando a todas las entidades al diálogo para evitar nuevas medidas del mismo tenor. El consejo aprobó el inicio de gestiones a partir del lunes con el gobierno. El martes ya tiene agendada una reunión con el ministro de Economía, Martín Guzmán. Y las gestiones incluyen una nota al presidente de la Nación, Alberto Fernández, pidiéndole que no se tomen más medidas como las del maíz.
10) Finalmente, antes de ir al conflicto en la calle, el campo y el gobierno deben tener en cuenta de que la situación económica y social es extremadamente más delicada que en 2008, cuando el país venía de 5 años de crecimiento a tasas chinas. No hay que jugar con fuego.