Asociaciones agrarias europeas critican duramente el pacto arancelario entre la Unión Europea y Estados Unidos, denunciando que el sector agrícola fue una moneda de cambio sin obtener beneficios tangibles a cambio.
Un reciente acuerdo arancelario entre la Unión Europea y Estados Unidos ha encendido la indignación en el sector agrícola europeo. Mientras Bruselas celebra el pacto como un paso para reducir las tensiones comerciales, las principales asociaciones de agricultores y ganaderos denuncian una flagrante desigualdad. La queja generalizada es que el campo fue utilizado como una moneda de cambio en la negociación, sin recibir ningún beneficio tangible a cambio, lo que consolida su posición como la parte más vulnerable en las disputas comerciales.
El acuerdo, diseñado principalmente para de-escalar los conflictos arancelarios, se centra en la suspensión de gravámenes sobre bienes industriales y de alta tecnología. Sin embargo, para la consternación del sector, los aranceles sobre productos agrícolas clave permanecieron intactos. Para las organizaciones agrarias, esto es una prueba irrefutable de que la agricultura ha sido sacrificada una vez más, dejando a los productores sin una solución real a los problemas de acceso al mercado y precios que los han afectado durante años.
La frustración es palpable en las declaraciones de representantes de asociaciones como ASAJA y Copa-Cogeca. Según ellos, la falta de una cláusula específica para el sector agrícola demuestra un grave desinterés por parte de los negociadores de la Unión Europea. La sensación de abandono es profunda, pues los productores ya han sufrido las consecuencias de guerras comerciales en el pasado, y el nuevo acuerdo los deja exactamente en la misma posición de incertidumbre y desventaja competitiva.
El impacto económico de este pacto podría ser considerable. Al mantener los aranceles sobre los productos agrícolas, el acuerdo impide que los agricultores y ganaderos europeos puedan exportar con facilidad sus excedentes a un mercado tan vasto como el de Estados Unidos. Esta barrera comercial no solo afecta sus ingresos, sino que también amenaza la rentabilidad y la sostenibilidad a largo plazo de miles de explotaciones familiares, obligándolas a competir con productos importados de bajo costo en su propio mercado.
En conclusión, este acuerdo no solo es un revés económico para la agricultura europea, sino también un fracaso simbólico. El sentimiento de que sus intereses son consistentemente ignorados en las grandes negociaciones comerciales podría tener serias consecuencias políticas a futuro. El sector agrícola europeo continuará presionando a sus gobiernos para que defiendan sus intereses y eviten que se repita un escenario en el que el campo paga los platos rotos de las guerras comerciales sin recibir nada a cambio.
Fuente: Agroinformación