Hoy se cumplen cinco años de la desaparición de las cuotas lácteas, un período que para los ganaderos gallegos ha transcurrido con más sombras que luces. La eliminación definitiva de ese mecanismo de regulación de la producción incluso ha agravado problemas históricos como el de los precios en origen, la falta de relevo generacional o la debilidad del sector productor dentro de la cadena de valor de la leche. Este es el balance de lo que ha supuesto para Galicia el mercado libre de la leche.
PRECIOS
Unos 400 millones menos de ingresos.
El precio medio al que se liquidó la leche gallega durante el 2019 fue de 31,6 céntimos, cerca de 3,5 menos que el promedio del 2014. Eso supone una merma de los ingresos de las granjas de más de 83 millones de euros entre ambas anualidades. La cantidad supera los 400 millones si se toma como referencia el último lustro completo. Bien es cierto que durante el último año y medio se percibe una lenta recuperación de precios, que no evita que muchas granjas tengan problemas para ser rentables.
PRODUCCIÓN
En torno a unas 136 toneladas más de leche cada día. La primera consecuencia que ha tenido la desaparición de las cuotas en Europa ha sido un aumento importante de la producción. Si bien en España ha sido más o menos contenido —entorno al 2 % anual—, en países como Irlanda y Holanda sobrepasa el 15 % y amenaza con seguir creciendo. Galicia continúa demostrando su gran vocación lechera —produce el 45 % de la leche estatal— hasta el punto de que, desde la desaparición de las cuotas, las entregas de materia prima a la industria han aumentado en 250.000 toneladas anuales. Es decir, las granjas gallegas producen cada día 136.000 litros de leche más que hace un lustro. Esto contrasta con un descenso del consumo y con aspectos geoestratégicos que han provocado desfases entre la oferta y la demanda global de leche, lo que presiona los precios a la baja.
INDUSTRIA
Problemas de comercialización.
El exceso de leche en los mercados provocó que muchas granjas se encontraron con serias dificultades para vender, a precios de mercado, la totalidad de la producción. Uno de los aspectos que garantizaba la política de cupos. Desaparecían las cuotas lácteas europeas, pero aparecían las cuotas industriales: fueron las propias empresas lecheras las que impusieron topes de producción a sus ganaderos bajo amenazas de descuentos en el precio que en ocasiones llegaban al 60 %. Fue una consecuencia del exceso de leche, pero también del oportunismo de algunos primeros compradores. Aunque esos problemas parecen haber desaparecido, la fragilidad del sector en este ámbito sigue siendo manifiesta toda vez que la producción sigue creciendo sin control.
CRECIMIENTO
Mejor estructuración del sector.
La desaparición de las cuotas también trajo cosas positivas. Por un lado, propició que el sector tomase conciencia de la necesidad de mejorar su nivel de estructuración mediante la concentración de la oferta —Clun, la gran cooperativa gallega, es un ejemplo— o de apostar por productos de mayor valor añadido como iniciativas que ya están desarrollando varias industrias. La grave crisis láctea surgida a raíz de la desaparición de los cupos dio pie a la puesta en marcha de distintas iniciativas —identificación del origen, contratos obligatorios o ley de la cadena alimentaria— que pretenden sentar las bases para garantizar la sostenibilidad futura de toda la cadena de valor.