Un final cuyo carácter indefectible empezó a hacerse más notorio hace una década, cuando entró en concurso de acreedores el Estado tuvo que intervenir para que no desapareciera. En 2014 pasó a la órbita de CAPRESCA y ahora se integra a AICAT.
La COTALI tiene un alto valor afectivo para los catamarqueños, pero las condiciones que dieron lugar a su creación en 1932 dejaron de existir hace décadas. Era una cooperativa de tamberos sin tamberos, el directorio de CAPRESCA tenía todas las atribuciones y la facultad de fijar las políticas operativas, designando una gerencia administrativa y otra de planta. Si bien producía, la ecuación económica jamás cerró, de modo que era subsidiada por el Tesoro Público.
El Gobierno no hace más que oficializar una situación de hecho: pagará los sueldos de los empleados y explorará un diseño de gestión con participación privada. Más allá de cualquier sentimentalismo, era lo que los propios empleados querían.
“Nos aclaró que pasábamos a depender de AICAT, que es un organismo del Estado, y nos dio la tranquilidad de la estabilidad laboral, que es lo más importante. Nos dijo que vendrá la gente del sindicato de la Alimentación para afiliarnos, y con esto ya vamos a poder contar con obra social, un sindicato que nos represente y sobre todo tendremos la estabilidad por la que luchamos tantos años”, dijo Jorge Agüero, delegado de los trabajadores, tras una reunión con Sarquís.
El ministro, por su parte, aseguró que la marca seguirá vigente y explicó en líneas generales lo que viene.
“Vamos a incorporar gestión privada en la comercialización y producción. Vamos a iniciar la compra de leche en otras provincias, porque la provincia no tiene lo suficiente. En forma paralela, estamos desarrollando un plan de desarrollo tambero para que COTALI llegue a una cantidad de por lo menos 10 mil litros de leche diarios. Eso recién sería el punto piso”, señaló.
La caída de la COTALI ratifica el fracaso de una concepción que cabalgó de 2012 en adelante, bajo la cual proliferaron empresas y emprendimientos de gestión estatal que no pudieron cumplir la meta teórica de ser autosustentables y terminaron transformándose en agujeros negros que demandan permanentes auxilios del erario. Es una porfía inútil y gravosa, un voluntarismo inconducente en el mejor de los casos, por una razón clara: al no basarse en criterios de rentabilidad económica, sino política, omiten considerar las condiciones objetivas indispensables para prosperar.
El ejemplo más conocido y trajinado es el de las fábricas PRODUCAT, pero hay varios más.
Está el Frigorífico de Chumbicha, por caso, que fue inhabilitado en enero de 2018 y ahora se reflotó con una empresa mixta. Cuando se lo creó, se anunció que demandaría el empleo de unas 80 personas, pero nunca llegaron a trabajar más de 20. Se lo clausuró por no cumplir los requisitos exigidos por la Dirección de Ganadería: carecía de médico veterinario, la infraestructura no era la adecuada y no presentaba planillas de faena, por lo que no se conocían los registros de trabajo. Mantenerla costó fortunas.
Otro ejemplo es el de la mostera “La Indómita”, ubicada en Fiambalá, que es administrada por la municipalidad y ya en el debut fue clausurada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Está a solo 70 kilómetros de la mostera de Tinogasta, que tiene capacidad suficiente para toda la uva del departamento.
Lo más probable es que termine como el Frigorífico de Chumbicha.