Tras el aumento en las térmicas, INIA alertó sobre el estrés calórico que podría afectar a los ganados y la producción lechera.

Con un índice de Temperatura y Humedad (ITH) adverso, se confirman las temidas respuestas biológicas pronosticadas: pérdida de apetito en los animales que genera desmejora en el estado corporal, impactando directamente en la producción de leche a través de menos celos y por consecuencia decrecimiento de preñeces.

Por su parte el INIA difundió recomendaciones para paliar la situación. En primer lugar destaca la necesidad de generar espacios de sombra, donde lo ideal son 4,5 m2/animal. Esta medida va en línea con los hábitos y horarios de alimentación, donde lo ideal a partir de la primavera y en el verano es mandar al ganado a comer luego del ordeñe por la mañana temprano, y sacar del descanso a la sombra luego de las cuatro de la tarde (habitualmente para estas instancias el ganado ya come de noche).

Como segunda medida, para garantizar el acceso continuo a agua fresca y limpia es importante que los bebederos sean de recarga rápida, y es que la hidratación es uno de los pilares fundamentales ante este escenario.

Además, desde el INIA se aconseja la utilización de aspersores y ventiladores, y en caso de productores que no cuenten con estos sistemas se habilita a la utilización de una manguera de baja presión para mojar a los animales, cuidando en todo momento no mojar la ubre.

 

Desde el INIA se llamó a trabajar el movimiento de los animales

Dado que la mayoría de los animales en la industria lechera de Uruguay son de raza Holando, una vaca puede llegar a morir por estrés calórico. Este tipo de ganado es típico de climas más fríos, por lo que soportan muy bien las bajas temperaturas, pero se encuentran en un problema durante la época estival.

Desde el INIA remarcan la importancia del movimiento del ganado para evitar concentraciones en corrales de espera. Dicha división y rotación de lotes debe realizarse con cuidado para evitar el encierro durante las horas de mayor temperatura.

Otra recomendación es la observación periódica de los animales para detectar tempranamente signos de estrés calórico. Algunas de estas señales son: disminución en el tiempo de rumia, la baja en la producción de leche, el aumento de la frecuencia respiratoria, del jadeo o del babeo, así como la disnea (dificultad para respirar).

En este sentido, el ojo debe estar principalmente situado en categorías más vulnerables, como las vacas en lactancia temprana, aquellas con patologías preexistentes, los animales con alta producción o los que hayan entrado ya en una baja condición corporal.

Ante la ocurrencia de casos clínicos se debe evaluar los niveles ergoalcaloides (micotoxinas) en la dieta del ganado. Las dietas basadas en granos de cereales (trigo, cebada, centeno) son las de mayor riesgo, junto con el consumo de pasturas de festuca o raigrás que hayan sido infectadas con hongos endófitos, según describieron desde el INIA.

La institución cuenta con una app, INIA Termoestrés, desde la cual los productores pueden prever las condiciones de estrés calórico, tanto para animales destinados a ganadería como a leche. La misma alterna datos entre las distintas ramas de la industria, aportando gráficas para la jornada y los siguientes seis días, clasificando los niveles de riesgo en 4 categorías: sin riesgo, alerta, peligro o emergencia.

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