Si miramos fríamente la estadística, advertimos que la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Juan González, de Cabaiguán, hasta no hace mucho entregaba diariamente a la Industria Láctea unos 300 litros de leche, y ahora rebasa los 1 000. Cualquiera pensaría que a este enclave ganadero de Sancti Spíritus le abolieron los efectos del bloqueo, o la naturaleza lo premió con la más espléndida de las primaveras.
Tan notable despegue lechero tampoco tiene como génesis que la cooperativa esté prendida de una teta de recursos estatales pero, todo lo contrario; el salto productivo asoma su raíz principal a partir del manejo que integra un coherente esquema de maternidad en pleno potrero, encadenando el ciclo reproductivo del ganado vacuno mediante un centro de gestación de vacas y novillas, la finca de hembras gestadas y la vaquería de parto.
Parece algo común, pero en la CPA afirman que en las condiciones actuales es la mejor manera de organizar la natalidad y tratar de llevar el ciclo de parto del animal al entorno de los 18 meses.
Por eso el rumbo de esta cooperativa en el campo de la reproducción demuestra cuántas reservas hay para, en medio de las agudas limitaciones, hacer realidad el incremento de la producción de leche con la comida del potrero, retomar las mejores prácticas del sector e introducir sistemas de pago que despierten el sentido de pertenencia del vaquero.
“La experiencia de la Juan González es única dentro de las CPA de la provincia, a tono con lo que está intencionando el país en la ganadería de crear centros de gestación de vacas y novillas porque es la forma de tener incrementos productivos en la leche y carne, es llevar la gestación al seguro, manejar la maternidad a partir de la especialización del ganadero. Allí han trabajado mucho en la transformación de la actividad, el rescate de áreas y en la motivación del hombre”, destacó Norge Yero, subdelegado del sector en Sancti Spíritus.
UN SABIO DE LA REPRODUCCIÓN
Mariano Cuéllar Perdomo sembró parte de su juventud en los terrenos de la Juan González, a donde volvió luego de transitar 13 años en ocupaciones estatales.
Él se volvió un sabio de la reproducción, capaz de dominar al detalle ese mundo de la maternidad vacuna y su labor gira mucho alrededor del celo de la vaca, que dura 36 horas”, se apresura en aclarar; entonces revela parte de su historia ganadera.
“Uno ve si el toro está detrás de la vaca, si no yo mismo la celo, le echo el toro celador, un animal que no gesta, y cuando la vaca está en esa fase se deja montar; así la descubro y sé que a esa vaca la tengo que inseminar; también aquí tenemos toros para la monta directa. Tal vez Mariano tenga buen ojo para la gestación, pero buena mano para inseminar también; imagínate, pronto llegaré a 44 años de trabajo en la reproducción vacuna”.
Actualmente se desempeña como especialista de reproducción en el Centro de Gestación de Novillas y Vacas, un área donde se concentran todas las hembras vacías de la cooperativa, algo así como el punto de partida de un recorrido que tiene continuidad en la finca de hembras gestadas, donde el animal pasa un período de tres a ocho meses, luego regresa al centro que también funciona como una prematernidad; hasta que ya a punto de parir va a la vaquería de maternidad.
Este sistema tiene muchas ventajas, asegura Mariano. “Cuando la vaca está vacía en la vaquería no sabemos nada de ella; sin embargo, aquí la revisamos, la que no esté apta para la reproducción con nosotros no come, es que tenemos añojas y novillas empujando atrás, nos damos el lujo de seleccionar lo bueno y montar una reproducción segura”, detalla.
SENTIDO DE PERTENENCIA
Otrora escenario del buen hacer ganadero, la CPA encontró en sus propios linderos los caminos de la transformación, por eso Léster Pino Orozco, presidente de la cooperativa, se remonta a la creación del esquema reproductivo. “Había muertes de terneros en las vaquerías, no se le daba baja, no se decía nada; entonces, cambiamos la forma de pago de la gente para despertar el sentido de pertenencia y que cada vaquero se sintiera dueño de la masa”, destaca.
De ahí nació el nuevo sistema de pago y de manejo de la reproducción que, en el plano laboral, incorpora múltiples beneficios, “cada jefe de vaquería tiene, aparte de su salario, 2 000 pesos de estimulación, aunque los pierde si incumple algunos parámetros, como tener animales ajenos, con bichos o cercas rotas”, recalca el presidente de la CPA.
Además del significativo aumento de los nacimientos, el impacto en la producción es bien notable, al punto que actualmente los ingresos de la Juan González por la entrega de leche a la industria rebasan mensualmente los 500 000 pesos. “Hoy promediamos más de 1 100 litros diarios enviados al Lácteo, antes de aplicar este manejo de la natalidad entregábamos entre 300 y 400 litros.”, explica Léster Pino.
Emilio Cudello Morales, al frente de la actividad pecuaria en la cooperativa, es otro de los artífices del esquema de natalidad. “Este sistema es facilito de implantar, con organización, clasificar los animales y las vaquerías, mucho sentido de pertenencia y que a la gente le duela el problema; si le sacas toda la leche a la vaca sabes que te vas a quedar sin ella y sin ternero. No es tener ganado por tener, es trabajar con deseo de hacer las cosas bien; hasta no hace mucho en esta cooperativa había 246 animales, hoy suman 1 396”.