Los cada vez más elevados costes de producción ponen en jaque al sector primario que, en el mejor de los casos, se siente «abandonado por la Administración» y, en el peor, timado por las grandes empresas.

Cada sector del campo asturiano tiene sus particularidades. En algunos, los productores culpan a las distribuidoras y comercializadoras de enriquecerse a su costa. En otros ámbitos, la labor de estas empresas se considera no solo «indispensable», sino también «justa» en el encarecimiento que acarrea. Hay también quien se ha entregado a la venta directa, con sus ventajas e inconvenientes. Pero más allá de las diferencias infinitas que les separan, todos coinciden en dos cosas. La primera: la subida del gasóleo, de la luz y, en definitiva, de los costes está poniendo en jaque al sector primario. La segunda: «En la Administración, nadie mira pa nosotros».

Quizá el caso más sangrante sea el de los ganaderos, que esta semana alzaron la voz y el cabreo por las calles de Oviedo. Un rápido vistazo a los números evidencia que algo no cuadra: los costes de producción superan a los de venta. Fernando Marrón cifra en unos 40 céntimos el coste de cada litro de leche y subiendo, porque en enero volverá a crecer el precio del pienso y el de la luz, esencial para la refrigeración, parece imparable. El precio base por el que él vende es de 31 céntimos y medio el litro. «Y luego nos complementan el precio: con primas de calidad (en función de las condiciones fisicoquímicas y bacteriológicas), de cantidad, por consumo de un pienso concreto (para potenciar la cooperativa)… estas primas redundan en un precio final que, en mi caso, en el mes de noviembre fue de unos 37,3 céntimos». Aún por debajo de lo que le costó producirla, «para que luego la gran industria haga el negocio del siglo. Hay empresas extranjeras que buscan que el sector primario de aquí desaparezca. Tiran los precios y, cuando desaparezcamos, pagaremos lo que ellos manden».

Otro ejemplo: el coste de producción de la canal de xatu casín asciende a 4,5 euros/kilo. «Y se vende a 3,8». ¿Cómo sobreviven pues los ganaderos de leche y carne? «Con el veneno de las subvenciones, que es una esclavitud: te hacen depender de la Administración para que la gente no se revuelva. Pero lo que queremos son precios justos, no ayudas. Hace 40 años, veía vender vaques a 200.000 pesetes, 1.200 euros. La semana pasada yo vendí cuatro, la más cara a 700 euros», lamenta el ganadero Xuan Valladares.

Muy distinto es el mundo del kiwi. En él, la producción de cada año marca unos costes que pueden oscilar, de media y en una explotación ya a buen rendimiento, entre los 60 y los 80 céntimos por kilo. «Más del 60% de nuestros costes corresponden a personal, así que nos ha afectado la subida del Salario Mínimo Interprofesional. También la de la energía, algo básico para la fruta, y la del abono», cuenta Rafael Olivo, de La Rodriga. No entiende «la pesada carga burocrática y las limitaciones estatales y europeas con las que nos ahogan». Y defiende el «esencial» trabajo de las comercializadoras: «Vendes a pie de finca y ellos tienen que traer los palots, recogerlos llenos y transportarlos para procesarlo, conservarlo en cámaras frigoríficas, clasificarlo y normalizarlo en el envase en el que se va a vender para llevarlo al mercado. No se puede demonizar a estas empresas. Somos trabajadores explotados por la Administración», defiende.

La situación también se percibe grave entre los productores de fabes. «La subida brutal del gasóleo, de la energía, de los fitosanitarios y de los abonos nos ha afectado mucho, porque el precio de nuestra materia no se puede subir más. ¿A quién cobres les fabes más cares?», pregunta Diego Dávila, cuyo producto, ecológico, se comercializa con la marca La Barreda. Solo la IGP y que el consumidor cada vez se fije más en la etiqueta juegan a su favor: «Nosotros no cobramos PAC y nadie en la Administración pone interés en lo que está ocurriendo».

También el sector de la manzana, cuyo coste medio de producción es una incógnita -la mayoría son pequeños productores para los que la cosecha es una actividad secundaria y «en muchos casos venden la manzana para quitarla de delante»-, ve como único camino a la rentabilidad la DOP. «En 2017 hubo una crisis tremenda, sobró manzana y hubo que mandarla a Lérida para hacer zumos. Ahora los viveros venden los plantones a León y Galicia, aquí la gente no planta manzanos», relata la productora Belén García. El resto de su discurso es conocido y vuelve a incidir en «el encarecimiento de los costes por el abono, los fitosanitarios, la subida del SMI, la Seguridad Social…». Cada kilo de manzana que dejan ya en el llagar les reporta 37 céntimos.

Los apicultores tienen otro problema: el oso. Y «aunque no alcance las dimensiones del que los ganaderos tienen con el lobo», comparten la sensación de que «se sobreprotege a los animales y no a las personas», lamenta Mabel Tuñón. A los dueños de Ería de Valles, la velutina les ha obligado a trasladar a montaña todas sus colmenas de la zona centro, lo que supone otro coste añadido. Ellos, al menos, han podido vender su miel al que consideran un precio justo. Para que todos lo hagan, es indispensable que el consumidor dé un paso al frente.

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