Además de curioso era determinado, y ya con su título bajo el brazo, le propuso a la Cooperativa de Tamberos de Luján hacer una pasantía asesorando a tambos de la zona. Permaneció allí seis años, tiempo en el cual ayudó a organizar la producción de pequeños establecimientos que no contaban con más de 120 litros de producción diaria, hasta que los directivos de la cooperativa le insinuaron que era momento de dar un salto y jugar en las ligas mayores.
“Uno de los dirigentes me dijo ‘Ingeniero, usted tiene demasiada fuerza y nosotros somos grandes de edad. Tendría que ir a presentarle un proyecto a Pascual Mastellone, que sí tiene visión empresaria’. Él (por Don Pascual, el patriarca de La Serenísima) estaba en General Rodríguez, pedí esa entrevista y apenas conversamos ya estaba encaminado. Había aprobado el proyecto”, recordó Marcenaro en una charla con Bichos de Campo.
Mirá la nota completa acá:
En ese momento, con el crecimiento de la ciudad de Luján y el desplazamiento de los tambos por el creciente interés en los caballos de polo, Mastellone representaba un desafío mucho mayor ya que contaba con 2000 tambos asociados, que con el tiempo pasaron a ser 5700.
-¿Cuál era el objetivo de su trabajo? ¿Qué intensificarán, qué vieran lo que venía para adelante?- le preguntamos a Marcenaro.
-Un empresario para moverse tiene que ver un panorama, no importa si es muy bueno o es regular o es malo. Lo que necesita es tener una visión, ver un camino, una perspectiva, y después adapta su mecanismo de trabajo al panorama. Eso es lo que hicimos en la Cooperativa y es el proyecto que le lleve a Mastellone.
-¿Cuál era la propuesta a Mastellone?
-Era que en cada una de las zonas de producción donde había tambos que remitían a La Serenísima poníamos una oficina técnica, dos ingenieros y una secretaria. Los ingenieros iban a los campos y lo que hacían era ayudarlos a ver un panorama que era interesante, en especial en aquella época que siempre era la que Mastellone lideraba en precio de la leche.
El acompañamiento a los productores incluía además supervisión en torno a las pasturas, la crianza de los terneros, la reserva de forrajes, y el asesoramiento sobre cualquier alternativa tecnológica que ayudara a una mejor planificación productiva. El programa llegó a contar con 27 equipos zonales y 68 profesionales activos.
-Fue una gran movida de extensión lechera.
-En Argentina, cuando yo empecé a trabajar en la Cooperativa había 60.000 tambos. Cuando la dejé seis años después había 47.000. Cuando empezamos en La Serenísima ya había 30.000 tambos y después siguieron bajando. Hoy los tambos publicados por OCLA son 9000.
Con el tiempo Marcenaro inició el proyecto Producir XXI, un medio que ayudó a vehiculizar contenido técnico sobre lechería, anclado en una red de profesionales agrónomos y veterinarios asociados a el, destinado generar vínculos con zonas agropecuarias tamberas y de producción cárnica.
-¿Comparten allí conocimiento y tecnología?
-Sí, fundamentalmente sigue siendo una red que difunde tecnología, pero no es solo información de tecnología. Los objetivos, siempre ha sido promover un mejoramiento técnico para un mejoramiento económico y humano. Esa es la escalera. La gente que trabaja tiene que estar mejor, el productor tiene que estar mejor, el país tiene que estar mejor. No nos olvidemos que el agro en la Argentina es fundamental. El otro enfoque es que hay que llevarle información al productor, pero el productor sabe mucho más de lo que uno se imagina. Lo que pasa que no todo lo hace porque muchas veces no puede o porque muchas veces no quiere.
-Ya no está la lechería que vos viste en tus inicios, la de 40.000 productores que tenían un promedio de producción muy baja. Es un proceso global. La lechería está mucho más moderna y con mucha más tecnología. ¿Cómo definís este tránsito? ¿Hacia qué lechería vamos?
-Me parece que ese camino es el camino que sigue todo el mundo y por lo tanto debe estar bien. Muchos de los tambos chicos estaban muy cerca de las ciudades y las ciudades se los comieron. Es lógico. Conocemos casos de gente que se mudó cien kilómetros y después, 15 años después, la ciudad volvió a quitarle el campo porque las ciudades crecen. Creo que hay que cuidar al tambo chico y mediano, y hay que promover acciones y políticas activas de parte del Estado para ayudar, por lo menos a demorar la desaparición de los tambos chicos y medianos. Pero no hay que olvidarse que los tambos grandes hoy ya aportan un porcentaje muy grande de la leche. Yo creo que es el proceso lógico y bueno, hay que acompañarlo.