El sector lácteo chileno culmina una década de altibajos, marcada por avances en calidad y tecnología, pero también por la volatilidad del mercado y una creciente presión de las importaciones.
El sector lácteo chileno cierra una década de grandes contrastes, un periodo que la federación gremial Fedeleche ha calificado como de “dulce y agraz”. Este balance refleja la dualidad de un sector que, por un lado, ha logrado avances significativos en calidad y eficiencia, y por otro, ha tenido que sortear complejas adversidades económicas. Los productores lecheros y la industria en su conjunto han demostrado su capacidad de adaptación, pero los desafíos persisten y marcan la pauta para el futuro.
Entre los aspectos positivos o “dulces” de la década, destaca el compromiso del sector con la calidad y la inocuidad alimentaria. Las empresas chilenas han invertido en tecnología y procesos para asegurar que sus productos cumplan con los más altos estándares, tanto para el consumo interno como para los mercados de exportación. Este enfoque ha fortalecido la reputación de la producción láctea chilena y se ha convertido en una de las principales garantías de competitividad frente a los productos extranjeros.
Sin embargo, el periodo también ha estado plagado de dificultades. El lado “agraz” de la década se asocia principalmente a la volatilidad de los precios de la leche, tanto a nivel internacional como en el mercado interno, lo que ha generado una gran incertidumbre para los productores. A esto se suman los altos y crecientes costos de producción, y la presión de las importaciones, que a menudo compiten con el producto local a precios más bajos, impactando negativamente en la rentabilidad de las granjas.
Este escenario agridulce ha provocado una reconfiguración de la industria láctea de Chile. La necesidad de ser más eficientes y competitivos ha acelerado un proceso de consolidación, en el que las empresas más grandes han logrado mantenerse y crecer, mientras que un número considerable de pequeños y medianos productores han tenido que abandonar la actividad. Esta tendencia, si bien puede generar economías de escala, plantea serios desafíos sociales y económicos para las comunidades rurales.
De cara al futuro, el análisis de la década subraya que la sostenibilidad del sector lechero chileno dependerá de su capacidad para seguir innovando y de la implementación de políticas que fomenten un mercado más justo. La garantía de calidad, forjada con el esfuerzo de Fedeleche y sus asociados, es el principal activo del sector. El reto es ahora transformar este valor en estabilidad económica y un crecimiento equitativo que beneficie a todos los eslabones de la cadena de valor.
Fuente: Fedeleche