Los días en la ciudad de Buenos Aires se le hacían demasiado agitados para la crianza de su pequeña hija y decidió regresar al origen en busca de una mejor calidad de vida. Después de haber pasado varios años estudiando en la Capital y trabajando como administradora de empresas y contadora en distintas compañías en el área de finanzas y marketing, en 2016 volvió a 9 de Julio, su ciudad natal, y empezó a dedicarse de lleno a la administración y planeamiento del tambo familiar que en ese entonces llevaban adelante su padre y su hermano.
El cambio de rumbo le permitió tener mayor tranquilidad y un mejor aprovechamiento del tiempo que, de todas maneras, ocupa en un sinnúmero de actividades. “Mi hermano se dedica a la gestión diaria y a la agricultura para el tambo, eso es lo que más le gusta; y a mí me gusta más la planificación, ver dónde podemos mejorar, cómo podemos eficientizar y optimizar, cómo darle más confort a las vacas, aunque también me ocupo de las cuestiones de sanidad, el control lechero, reuniones de equipo; nos complementamos naturalmente”, cuenta Guillermina Más, productora, dirigente rural, consultora en desarrollo de proyectos y madre de una niña de 12 años.
El tambo de la familia Más se encuentra en el establecimiento El Mará, a unos 10 kilómetros de la ciudad bonaerense de 9 de Julio, muy cerca de French y tres kilómetros hacia adentro de la ruta 5. Lo fundaron sus padres apenas se casaron, en 1970.
Allí, sobre 250 hectáreas, sostienen a 400 vacas de raza Holando Argentino, de las cuales 350 están en ordeñe, y crían a las terneras que a los dos meses de vida trasladan a otro campo llamado Don Cosme, un predio de 240 hectáreas situado a 20 kilómetros de distancia, próximo al pueblo de Norumbega, donde hacen toda la recría. Cuando las vaquillonas están preñadas, con ocho meses de gestación, las llevan nuevamente a El Mará donde permanecen un mes en el rodeo de preparto y una vez que paren, ingresan al tambo de 16 bajadas que se hizo a nuevo en 2011.
La mayor parte de lo que siembran tiene como destino la alimentación del rodeo lechero, hacen pasturas, verdeos, maíz para silo y grano para consumo.
“Dependiendo del año, en Don Cosme sembramos muy poquitas hectáreas de soja para cosecha, pero el 95% de nuestros ingresos provienen de la producción de leche y algo de la carne de animales de descarte”, detalla la empresaria rural.
En los últimos meses, como en otras zonas del país, la sequía golpeó a la zona de Nueve de Julio y los llevó a hacer algunos cambios en el manejo. El silaje les alcanzó apenas hasta febrero y debieron comprar megafardos de alfalfa a terceros. Además, tuvieron que sembrar casi todo el maíz para silo en segunda fecha por falta de humedad, lo que derivó en menores rindes. Sin embargo, fue la ausencia de lluvias de marzo, cuando debían implantar el raigrás para alimentar a los animales en mayo, lo que les causó el mayor impacto ya que recién a mediados de julio pudieron comenzar a aprovecharlo.
“Hubo un bache donde se hizo encierre absoluto y ahí tuvimos que comprar más balanceado, más harina de soja, más cáscara de soja. Fue la primera vez en 50 años de historia que tuvimos los dos rodeos encerrados todo el día, nunca pasamos una sequía así”, repasa para poner real dimensión de la gravedad del problema.
Si bien las vacas están a pasto, los Más llevan adelante un planteo relativamente intensivo, con una carga alta, de 1,9 a 2 animales por hectárea, y suplementan permanentemente apuntando a lograr una producción individual alta.
En El Mará le dan gran importancia a las instalaciones y al confort de las vacas. “Estamos enfocados en reducir el estrés calórico que acá prácticamente se extiende desde noviembre hasta principios de abril”, precisa Guillermina.
Para eso, disponen de una sala de espera techada con ventiladores y aspersores, sombras móviles y bebederos bien distribuidos para que las vacas siempre tengan acceso al agua de calidad, lo que morigera el estrés por calor. Según pudieron comprobar en la empresa, las inversiones en instalaciones tienen un impacto inmediato en la performance individual. Por caso, antes de contar con estas mejoras, la producción promedio por vaca para febrero era de 26 litros y después de hacerlas subió a 30 litros.
En julio pasado, lograron una producción individual promedio de 34 litros, siendo 35 para el rodeo de vacas y 31 para el de vaquillonas. “Con una dieta cara, con buena parte comprada afuera, los números no cerraban, pero hoy, ya con doble pastoreo entre alfalfa y raigrás, estamos manteniendo esa misma producción individual con un costo de alimentación bastante menor”, señala la productora.
Hace dos años, los Más también invirtieron en tecnología, sumando collares de medición de rumia y actividad. “Eso te permite mejorar los índices reproductivos, porque subís y estabilizás la detección de celos, y mejorás la concepción”, afirma la empresaria. A la hora de incorporarlos, contaron con el convencimiento del equipo de trabajo, algo que Guillermina considera “fundamental para la adopción y el buen funcionamiento de la tecnología”.
Los datos que Ariel, el encargado del tambo, ingresa al sistema diariamente los convierten en información “para poder encontrar oportunidades de mejora”, indica la productora. Para ella, se trata de eso: “Estar todo el tiempo buscando oportunidades de mejora, que siempre las hay, siempre”.
En este negocio, “ser eficientes es fundamental y hoy más que nunca mirando el año que se nos viene a los productores de leche”, remarca.
El equipo
En El Mará se ordeña dos veces al día, a las 3:30 de la tarde y de la madrugada. Ariel, el tambero, con dos empleados propios a su cargo, realiza todo el manejo. La crianza y la atención de rodeos de preparto está en manos de Roberto.
“Nos acompaña hace 30 años, es como de la familia, primero fue tambero, tiene un amor por su trabajo y por las vacas que es para sacarse el sombrero”, remarca la ruralista. Mauricio es el responsable del mixer y otras tareas de mantenimiento. Fernando cubre los francos de los otros trabajadores. Y Eliseo es el tractorista que hace toda la siembra de pasturas, verdeos y cultivos. A este equipo, se suma Carlos, el encargado de campo de Don Cosme. Todo comandado por Alfonso y Guillermina.
Políticas que complican
La lechería atraviesa un momento crítico, en eso coinciden tanto los tamberos como los industriales de la cadena. A la sequía más severa en décadas se le suman la caída de los precios internacionales de la leche en polvo exportable, el 9 por ciento de retenciones (suspendidas ahora temporariamente, solo hasta fin de año), la inflación descontrolada, la devaluación, los cinco Programas de Incremento Exportador que dispararon los costos de alimentación, la falta de créditos accesibles y de previsibilidad, entre otras cuestiones que complican al sector y llevan a trabajar sin rentabilidad.
“Hace un año que los productores de leche venimos absorbiendo en nuestros costos los aumentos que significaron el dólar soja 1, 2, 3 y 4 y el dólar maíz, cinco ediciones que nos distorsionaron los costos, sin tener al menos el beneficio de que le quiten definitivamente los derechos a la lechería, algo que venimos pidiendo desde la Cámara de Productores de Leche de la Cuenca Oeste de Buenos Aires (Caprolecoba) en cuanta reunión hemos tenido tanto con autoridades provinciales como nacionales: retenciones cero o por lo menos empezar con una baja gradual, que pase a 4,5 por ciento para después ir a cero. Claramente la lechería necesita cero”, sostiene Guillermina, que desde 2022 preside la entidad.
“Son muchas variables en juego: tenés que ser eficiente en la agricultura, en la cría del rodeo y en transformar eso en producción de leche de calidad, es decir que tenés las complejidades de los tres tipos de producciones; a eso le tenés que agregar la macroeconomía que claramente no está funcionando en Argentina y todas las distorsiones del Gobierno que para nosotros son letales. Es muy complicado”, indica.
Según un cálculo aproximado, explica, el impacto de las retenciones es de 4 centavos de dólar, eso, para un tambo de una productividad de 10.000 litros de leche por hectárea para vaca total año significa 400 dólares por hectáreas de costo, “algo similar al costo de un alquiler, el impacto para los productores es altísimo”.
Además, los derechos de exportación “le sacan poder de compra a la industria que automáticamente le tira el precio para abajo al productor”, dice. Al tiempo que advierte del perjuicio que les genera el diferencial cambiario que deben afrontar para las importaciones de insumos, repuestos, instalaciones, etc.
Hoy los precios de la leche cruda están por debajo del punto de equilibrio, que incluye los costos más un 5 por ciento de rentabilidad para reinversión.
“Es imposible que puedas estar reinvirtiendo las amortizaciones de tu negocio para mantener el capital invertido e ir por bienestar animal, bienestar humano, etc. Y las inversiones en bienestar animal se repagan muy bien, uno no duda en hacerlas, eso es algo que está muy en el ADN del productor lechero: cuando el precio está por arriba del punto de equilibrio, reinvierte, porque es un negocio de muy largo plazo, y si dejás pasar unos años y te dormís en las inversiones, después lo pagás caro”, cuenta.
Para permanecer en el negocio, asegura Guillermina, “tenés que ser rentable, a la larga, si no, no se sostiene”. Asimismo, considera clave tener una visión de largo plazo. “No es un negocio para estar entrando y saliendo, no es agricultura. Y para nosotros, que somos cien por ciento tambo, es mandatorio crecer todos los años”, afirma.
La lechería es exigente y demandante pero genera, a la vez, fuertes sentimientos de pertenencia y pasión en quienes la desarrollan. Es un modo de vida. Pero como toda actividad económica, tiene que tener rentabilidad para poder seguir en carrera.
“Mi padre es un enamorado del tambo, es su lugar, él hizo todo desde cero, es un hijo más para él, con 85 años va todos los días aunque hoy no tiene responsabilidades ejecutivas, tiene pasión. Yo me involucré en el negocio y también me apasioné, pero no dejo de mirar los números y al momento de analizarlos hay que ser frío, y los números hablan solos”, señala la productora.
Gremialismo
Convocada por otros productores agropecuarios, hace unos años Guillermina se sumó a la Cámara de Productores de Leche de la Cuenca del Oeste de la provincia de Buenos Aires (Caprolecoba). “Fui a una reunión y me encantó; empecé a participar y me reenganché”, cuenta.
Tanto le gustó la actividad gremial que terminó ejerciendo el cargo de vicepresidenta y desde noviembre pasado el de presidenta. Reconoce que a veces es “frustrante” en medio de “un contexto muy complejo, de cambios políticos por venir y con mucho por hacer en lechería”. Y opina que el sector productivo debería tener “una voz unificada”, es decir, presentar sus reclamos y luchar por sus necesidades unidos, así como, tener una visión de cadena.
“Cómo cámara creemos que la clave es que Argentina logre tener una macroeconomía que funcione, estabilidad, reglas de juego claras a través del tiempo, una moneda que mantenga su valor para que podamos tomar créditos a largo plazo para hacer inversiones; mientras eso no esté es muy difícil avanzar”, analiza.
La dirigente advierte que el proceso de concentración del sector que se registra tanto en Argentina como a nivel mundial “se acentúa por una macro volátil como la que nosotros estamos padeciendo porque el más chico es el que menos espaldas tiene y queda fuera de juego”.
Desde Caprolecoba, consideran que un camino claro para morigerar eso y evitar la salida de los más chicos, es el asociativismo, “tanto para comprar como para vender y producir, es un camino que debiéramos impulsar”, sostiene.
Siendo madre, productora y dirigente gremial, Guillermina tiene una agenda muy cargada. “Hay que organizarse porque son muchas cosas, a nivel cerebro es costoso saltar de actividad en actividad. Te tiene que gustar, si no, es imposible. Tenés que tener tiempo y ganas”, expresa.
Aunque aclara que “es por un tiempo acotado, porque es una gran responsabilidad, es una carga, uno le pone toda la energía, por eso también está bueno el recambio en este tipo de instituciones y en la cámara le damos importancia a eso”, indica. Por eso, en la entidad los mandatos duran dos años con posibilidad de una sola reelección por dos más.
Su participación gremial no queda solo allí, también integra la Comisión Directiva de la Sociedad Rural de Nueve de Julio perteneciente a Carbap (Confederaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa de CRA).
Presente y futuro
El tiempo de Guillermina se reparte entre el campo, las tareas de oficina, la actividad gremial y una hija de 12 años, Juanita, su prioridad. “A partir de las cinco de la tarde entrás en modo remisera, llevándola a todas las actividades que hace”, dice riendo. Y como si fuera poco, además, con una amiga y socia, armaron una consultora enfocada a pymes y emprendedores.
“Me gusta seguir aplicando lo que aprendí, ayudar a personas que están con ganas de emprender y tienen una idea, a transformarla en un proyecto, hacer la evaluación financiera, el proyecto de inversión, la consultoría comercial”, expresa. Todo lo encara con ganas y entusiasmo.
En cuanto al tambo, ya está pensando en el próximo paso de crecimiento. “Hoy estamos en un punto en el cual con las hectáreas que tenemos y el proyecto actual, ya no se puede crecer. Tenemos que tomar decisiones para ver a través de qué camino decidimos crecer”, cuenta.
Entre las opciones, baraja la posibilidad de ir a un planteo estabulado y robotizado o robotizar el tambo y seguir a campo, pero “todo implica inversiones importantísimas, por eso hay que analizarlo bien, y no depende solo de mí porque somos cinco socios, toda mi familia, los que decidimos”, indica.
Se refiere a su padre, Néstor; su madre, María Rigo; su hermana mayor, Cecilia, y su hermano, Alfonso. Es que cada robot le costaría 140.000 dólares y se requiere uno cada 60 vacas. Una paso que, sin dudas, requiere una cuidadosa evaluación.
“Las inversiones son altísimas pero mejora mucho la calidad de vida, porque las tareas en el tambo son muy sacrificadas, es muy cansador, muy rutinario, los horarios de ordeñe no son saludables, y todo eso desaparecería con la robotización, además la lechería se haría más atractiva para los jóvenes”, argumenta la productora. Por el momento lo están analizando. “Yo veo un camino claro en la robotización, nos interesa, creo que el futuro va por ahí”, sostiene.