Cada 9 de octubre, los amantes del queso celebran una de las variedades más intrigantes y discutidas del planeta: el queso azul.
Con su aroma intenso, vetas azuladas y sabor picante, este queso despierta pasiones y rechazos por igual. Pero detrás de su apariencia exótica hay una historia fascinante de tradición, ciencia y casualidad.
Nació por accidente: la historia del queso azul
Según la leyenda, el queso azul nació por descuido. Un joven pastor francés olvidó su pan y su queso fresco en una cueva húmeda.
Cuando volvió semanas después, el moho del pan —Penicillium roqueforti— había colonizado el queso, dándole ese aspecto marmolado y un aroma nuevo.
Lejos de desecharlo, lo probó… y así nació el Roquefort, considerado el primer queso azul de la historia.
Ese hongo beneficioso, cultivado hoy en condiciones controladas, es el que le da al queso azul su sabor picante y su textura cremosa.
Desde entonces, esta técnica se replicó en Italia, Inglaterra y otros países, creando variedades únicas.
Las variedades más famosas del mundo azul
-
Roquefort (Francia): elaborado con leche de oveja y madurado en cuevas naturales de piedra caliza.
-
Gorgonzola (Italia): de leche de vaca, más suave y dulce; ideal para salsas o pastas.
Stilton (Inglaterra): de pasta más firme y sabor equilibrado; es el “queso azul elegante”.
Cabrales (España): uno de los más intensos; se madura en cuevas asturianas, mezclando leche de vaca, cabra y oveja.
Y cada país tiene su propio toque: humedad, tipo de leche, y temperatura determinan la intensidad del sabor y la textura.
Cómo disfrutarlo al máximo
El queso azul no se come solo: se descubre lentamente.
Va perfecto con frutas frescas (peras, uvas, higos), miel, nueces o panes de masa madre.
También combina con vinos dulces o fortificados, como un Oporto o un Malbec joven.
Y para los más valientes: probalo derretido sobre carnes o mezclado en salsas cremosas.
Una tendencia reciente en restaurantes es usarlo en postres salados: mousse de queso azul con peras caramelizadas o helado de queso azul y miel.
El lado argentino del queso azul
En Argentina, productores artesanales de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires elaboran quesos azules locales con identidad propia.
Algunos tamberos usan leche de vaca Jersey o Holando y logran texturas más suaves y mantecosas que las europeas.
Cada año, varias fábricas argentinas participan en concursos internacionales —como el World Cheese Awards— y ya obtuvieron medallas por sus versiones locales.
El queso azul no es solo un sabor fuerte: es una experiencia sensorial y cultural.
Desde las cuevas del Roquefort hasta las cámaras de maduración argentinas, este queso demuestra que la imperfección puede transformarse en arte.
Hoy es el día ideal para probarlo, descubrir sus matices y, quién sabe, enamorarte de su audacia.
Fuentes: