En el país, que elabora 128.000 toneladas anuales de este producto (y solo el 10% se destina a la exportación), se consumen 3,1 kilos per cápita cada año. En este marco, dos pymes de la industria láctea comparten sus planes de negocio y cómo el dulce de leche se convirtió en un aliado para atravesar la crisis.
Más ventas durante la cuarentena
Gabriela Benac está al frente de Luz Azul, una pyme nacida en Azul, en la provincia de Buenos Aires, desde cuya planta procesa unos 5000 kilos de dulce de leche por día. “Durante la cuarentena, se triplicó la venta de este producto: pasamos de vender 6000 potes por semana a unos 20.000”, señala Benac, junto a su socio, Ismael Bracco.
La firma, que elabora más de 40 productos, como quesos de pasta blanda, semiduros, hilados, de pasta dura, crema de leche y ricota, entre otros,tiene casi 50 puntos de venta, entre locales propios y franquiciados, la mayoría en la provincia de Buenos Aires y también en CABA.
“En pandemia, habremos superado las 15 aperturas”, se jacta Benac, quien adelanta que se ya encuentran trabajando en el desarrollo de nuevas líneas, como salsas y chocolatadas, y que están en vías de desarrollo de una nueva planta para producir queso azul en Líbano, en la provincia de Buenos Aires. Esto último, estima, estará listo recién en los próximos 12 a 18 meses.
Las líneas familiar y repostero del dulce de leche de Luz Azul recibieron varios reconocimientos en ediciones de Expo Suipacha. Este producto se comercializa en diferentes variedades –familiar, repostero y confitero– en presentaciones como pote plástico de 400 gramos o pote de cartón de 1,5 o 10 kilos.
Principal exportador de dulce de leche
Corría junio de 2017 cuando la canciller alemana, Angela Merkel, visitó al papa Francisco en el Vaticano. Entre otros regalos, le obsequió tres frascos de dulce de leche de la marca San Ignacio. “Nos enteramos cuando vimos la foto en el diario”, recuerda con orgullo el ingeniero agrónomo Alejandro Bertin, CEO de esta pyme fundada en 1939 en la provincia de Santa Fe, sobre la postal que, de alguna manera, representa parte del propósito que él y su socio y excompañero de estudios, Alejandro Reca, buscaron darle a San Ignacio: una compañía local con fuerte apuesta global.
La firma, que desde su fábrica procesa más de 36 millones de litros de leche al año, es la principal exportadora de dulce de leche de la Argentina y ya se posiciona en el segundo lugar como exportadora de queso azul.
Con ventas por $ 1200 millones en 2019, está presente en más de 20 países de América, Europa, Asia y Oceanía. Brasil y Chile son los principales compradores de dulce de leche, seguidos por Estados Unidos y Canadá. En la Unión Europea, San Ignacio es la única empresa habilitada para la exportación, donde el principal mercado es España.
La vocación hacia el comercio exterior forma parte del ADN que le imprime la dirección de la empresa. “Cuando tomamos el control de San Ignacio, en 2012, lo primero que hicimos fue contratar a un profesional del área y estructurar acorde a las necesidades de aquel momento a los prestadores de servicios de comercio exterior”, comenta Bertin, al frente de la firma que logró su primera exportación en 1978: fue un contenedor de dulce de leche a Alemania.
San Ignacio también hace envíos a destinos como Sudáfrica, Dubái y Filipinas. “El nuestro fue el primer dulce de leche argentino que llegó a Japón, en 2018, mercado que sigue en desarrollo”, sostiene Bertin. A corto plazo, la firma tiene en la mira plazas como China, Vietnam y la India, además de impulsar los envíos de queso azul, producto del que ya exporta unas 300 toneladas a Rusia, Chile, Brasil, Uruguay y Perú.
“Desde que la pandemia se instaló entre los argentinos, la industria láctea continuó trabajando a pleno: los tambos no pueden parar su producción lechera y la industria está condicionada a seguir su ritmo pese a todo. Nuestra empresa sigue con la producción continua de su dulce de leche para la industria y para el consumo hogar. También, sin cesar, con su producción de queso azul y queso crema”, comparte.