En Urdinarrain, Entre Ríos, Alexiana Wagner sigue la tradición de su abuelo y le agrega valor a la leche de su tambo. El dulce de leche repostero obtuvo el primer puesto en dos certámenes nacionales.
Los quesos y el dulce de leche repostero de La Pequeña ya obtuvieron el reconocimiento de sus vecinos y más también

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“La empresa tiene 34 años, que sería mi edad”, cuenta Alexiana Wagner, sobre la compañía láctea, que lleva adelante junto a su marido, pero supo iniciar su abuelo con dos tambos de vacas: uno para cada hijo. “En ese momento -repasa- la leche no valía nada, a diferencia de ahora, que tiene los valores más altos de la historia en dólares”. Fue entonces cuando los hermanos, junto con un socio, decidieron emprender algo para darle un valor agregado y también disponer de otros recursos. Se les ocurrió hacer queso. Compraron maquinaria y en un garaje armaron la caldera. Así nació, en 1990, en el pueblo de Urdinarrain (Gualeguaychú, Entre Ríos), La Pequeña.

Tiempo de búsqueda y consolidación

“La primera elaboración dio como resultado 116 quesitos”, cuenta Alexiana, y recuerda que “también llevaban adelante todas las actividades del abuelo: sembrar, cosechar, criar animales”. Fueron probando y elaborando, cuando tenían el excedente. Al mismo tiempo, la empresa fue mutando, primero con la desvinculación del socio, y creciendo, por un largo tiempo. Con su camioneta recorrían provincias para mirar modelos de producción, contratar asesores o comprar maquinaria usada. Incluso, hubo un día en el que los dos tambos no alcanzaron y tuvieron que recurrir a tambos de la zona; necesitando 15 proveedores, además de sus empleados.

Alexiana de niña junto a su padre, aprendiendo a amar los quesos.Alexiana de niña junto a su padre, aprendiendo a amar los quesos.

Al dulce de leche llegaron casi por casualidad, si bien fueron indispensables las ganas y la astucia. “Una vez les pagaron con una paila dulcera y gracias a un empleado que sabía hacer el producto empezaron a investigar. La verdad es que les solucionaba el problema de la estacionalidad, porque en ese momento el dulce de leche se vendía mucho en invierno y el queso para la otra época. De ese modo, tenía una venta pareja todo el año”, revela Alexiana sobre esos inicios de expansión. Sin embargo, el fallecimiento de su abuelo, marcaría un punto de inflexión y una ruptura del negocio. Había que repartir la herencia y fue su padre, quien, con un mayor interés, decidió quedarse con el campo donde está la fábrica.

Decisiones que marcan rumbos

Durante un tiempo, Alexiana ayudó mucho a su papá con el tema de los papeles. Por eso, cuando ella se marchó a la ciudad de Paraná para formarse como contadora, él se vio desbordado. Optó, entonces, por alquilar la fábrica, tanto las instalaciones como la marca. Por diez años La Pequeña estuvo a cargo de los empleados más antiguos, pero su crecimiento se detuvo y la fortaleza que tenía como local se fue perdiendo. “Nuestros vecinos son los que más nos consumen y lo que más creen en nosotros”, afirma la productora, quien en la ciudad se recibió y conoció a su esposo. Claro, que antes de dar ese paso, fue sincera acerca del deseo de regresar a Urdinarrain y recuperar la empresa familiar. Si bien Ricky en un comienzo tuvo dudas acerca de dejar los trabajos fijos, decidió acompañarla en su proyecto de vida.

Alexiana Wagner y su marido Ricky, en su fábrica de quesos.Alexiana Wagner y su marido Ricky, en su fábrica de quesos.

“Siempre tuve muy claros mis objetivos. Mi papá y mi mamá -admite- no tenían tantas ganas de que yo tomara la fábrica. Sabía de las dificultades y las penurias que pasaron y capaz pretendían algo mejor para mí. Que no reniegue tanto. Pero me transmitieron su pasión y no me lo podían negar. Me crié entre gente emprendedora que, aunque no sabe qué va a comer mañana, la sigue luchando”. El proyecto tomó velocidad cuando un día, de visita en el pueblo, encontraron los papeles de alquiler y descubrieron que el contrato vencía un año antes de lo que creían. Con el apoyo de la familia y convencidos de que era el momento de asumir ese proyecto “o se basaba el tren”, comenzaron a prepararse para volver, sabiendo que debían levantar la fábrica ediliciamente y en su reputación.

Tercera generación ganadora

“Ricky no viene del palo de la láctea. Yo aporté la idea y él apostó. Es un hombre entusiasta, muy estudioso”, sostiene Alexiana. Cuenta que para capacitarse comenzó por la producción de quesos y hasta se formó como fromagelier. Mientras tanto, en el lavadero de la casa, armaron una fábrica piloto, donde por la tarde vendían su producción para cubrir los gastos. El 1° de enero de 2019 firmaron el contrato y tomaron el control de La Pequeña, para ponerla de pie, con su nombre en alto. Recién en tres meses contrataron al primer empleado, si bien solo elaboraban mil litros de leche. “Fue Gabriel -reconoce Alexiana- quien le enseñó a Ricky a llevarle el ritmo a la fábrica. Yo me encargaba de vender, atender el teléfono, actualizar las redes sociales. De a poco, fuimos contratando más gente, hasta que un día le dije: Bajate de la paila, que te necesito como socio”. En ese momento, la pareja ya tenía dos hijas.

Hoy Ricky se encarga de la logística y Alexiana sigue al frente de las decisiones comerciales. Lograron conformar un equipo, en lo familiar y en lo laboral; apoyados también por la mamá, el papá y el hermano de ella. “Yo soy la única mujer y digo que no quiero otra competencia, porque soy la reina. La actividad es hermosa. Hoy día hay acceso a más información y la hemos redescubierto. Pero soy primero mamá y nos movemos en tribu. Quiero que mis hijas vean que el bienestar que les damos viene de nuestro trabajo. Es el legado que les quiero dejar”, afirma. Y es tal el crecimiento que en 2023 obtuvieron el reconocimiento al mejor dulce de leche repostero en el Concurso Nacional de Quesos, Dulce de Leche y Manteca; y volvieron a ganar ese codiciado título en el certamen Todo Láctea 2024.

Si bien capturar la atención de la industria despertó el interés por sus productos, no piensan en expandirse, al punto que el yogur solamente se vende en la fábrica. Por el momento, eligen modernizar la empresa y aprovechan la popularidad para acceder a beneficios de financiamiento. “El día a día no es fácil. Mi lema es permanecer, sorteando las dificultades en la economía actual”, dice, convencida Alexiana, quien desea darles a sus hijas plena libertad para elegir lo que quieran hacer e impulsarlas a vivir y atesorar; sin ocultar la pasión por su trabajo y el legado. “Yo no vine a tomar la fábrica, porque no me quedaba otra”, diferencia, orgullosa de haber elegido por interés y no por mandato, reconociendo también el rol que tuvo su marido para reposicionar la empresa.

 

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