La iniciativa, liderada por la investigadora Jeannette Vera, académica del departamento de Ciencias Básicas en la Facultad de Ciencias de ese plantel, se centra en la economía circular y la transferencia tecnológica para abordar un problema ambiental y económico frecuente en la pequeña y mediana industria ganadera: el desecho del lactosuero o suero de la leche.
«Nosotros participamos en una mesa de trabajo donde vinieron varios empresarios ganaderos y dentro de eso conocimos a uno del sector de San Carlos en la región de Ñuble que tenía este problema», resalta la Dra. Vera con entusiasmo. Su desafío era la gestión y eliminación del suero de leche, un subproducto del proceso artesanal de fabricación de queso y quesillo. «Es lo que no se utiliza en el proceso de fabricación», aclara la especialista. Sin embargo, este aparentemente insignificante subproducto se ha convertido en una mina de oro en términos de contenido proteico.
El ganadero estaba luchando con el reto que implicaba deshacerse del suero de leche debido a las estrictas regulaciones medioambientales. Sin embargo, la Dra. Vera y su equipo vieron este desafío con otra mirada. «Nosotros le propusimos hacer primero una asistencia técnica que es un modelo de trabajo de la Universidad, de la OTL, la oficina de transferencia tecnológica», resalta. Realizaron análisis exhaustivos y descubrieron que el suero contenía proteínas de alta calidad, lo que desencadenó el inicio de un ambicioso proyecto financiado por Corfo.
El corazón de la innovación radicó en el desarrollo de un desecador ingenioso que concentraría las valiosas proteínas presentes en el suero. «Economía circular pura», exclama la investigadora con entusiasmo. Ahora, el agricultor puede aprovechar tanto el queso como el suero, reduciendo de paso drásticamente la necesidad de comprar sustitutos proteicos costosos para su ganado, ya que lo sometía a destete a pocos días de nacer para aprovechar al máximo la leche de sus vacas. «Él tenía que comprar un saco de sustituto proteico. Nosotros hicimos el análisis de las proteínas que tenía en ese desecador y ahora el 70% del suplemento que les da a sus terneros proviene del secado que hacemos nosotros», detalla con precisión. Eso además implica un ahorro significativo.
Lo que una vez fue un desecho problemático ahora es un activo valioso en el proceso. Esta transformación no solo beneficia al agricultor a nivel económico, sino que también tiene un impacto ambiental positivo.
El impacto de desechar el suero de leche en ríos y acequias no es trivial. «Las proteínas contribuyen a un proceso de eutroficación, en el que el agua se contamina con nutrientes en exceso, como nitrógeno y fósforo», advierte la Dra. Vera. Este exceso de nutrientes desencadena un crecimiento excesivo de algas y microorganismos en el agua, conocido como floración o _bloom_, que puede agotar los niveles de oxígeno y afectar negativamente la vida acuática. «La ecología del agua se pierde, Estos _bloom s_on a veces producto de desechos industriales o desechos domiciliarios que son ricos en proteínas entre otras cosas», agrega.
También afecta negativamente a otros agricultores ya que se ven impedidos de regar sus cultivos.
La implementación de este proyecto se logró en el tiempo sorprendentemente corto de 6 meses, lo que demuestra la eficacia y la agilidad del enfoque interdisciplinario respaldado por la transferencia tecnológica. La Dra. Vera no escatima al resaltar la aplicabilidad de este enfoque en otras regiones y negocios similares. «La idea ahora es proyectar este desarrollo para transferirlo en otros proyectos ganaderos», asegura. Con un equipo relativamente económico y un enfoque en la reutilización inteligente de recursos, este proyecto tiene el potencial de transformar la gestión de residuos y promover la economía circular en toda la industria ganadera chilena.
Los logros de este proyecto resaltan la importancia de la colaboración entre la academia, la industria y las instituciones gubernamentales. «Nosotros pusimos una centrífuga, un desecador, Queda una crema, una pasta que después la saca y seca en un tambor artesanal. Una vez deshidratada se vuelve polvo y este polvo se incorpora a la alimentación de los terneros», describe en detalle.
La investigadora se enorgullece de liderar este proyecto junto con el Dr. Enrique Werner, otro experto en el campo. Su experiencia y dedicación se reflejan en la meticulosa ejecución y el impacto positivo de esta iniciativa. «Yo soy directora del grupo de economía circular, biotecnología y gestión de residuos. Y con el doctor Enrique Werner somos bioquímicos con distintos doctorados», señala con orgullo.
La Dra. Leyla Cárdenas, Directora del Consorcio Ci2030 indica que «el desarrollo de este suplemento nutricional, que es una solución directa para las familias ganaderas, es parte de lo que queremos impulsar desde el Consorcio Sur-Subantártico Ci2030, siendo nuestro objetivo visibilizar e impulsar soluciones innovadoras basadas en ciencia que generan un impacto positivo en los sectores productivos regionales. Acciones realizadas por la Dra. Vera y el Dr. Werner junto a los equipos de profesionales UBB son las que queremos destacar por su progreso en el camino a la vinculación con el medio socio productivo y la importancia de la ciencia que se realiza desde las destacadas universidades regionales».
En última instancia, este proyecto no solo demuestra la viabilidad de la economía circular y la transferencia tecnológica, sino que también destaca cómo una solución innovadora puede surgir de un desafío aparentemente común. «Fue una mezcla de cosas, se nos ocurrió investigando. Nosotros lo que tomamos fue la problemática del agricultor», resalta la Dra, Vera. Su enfoque inspirador podría servir como modelo para abordar otros problemas en la intersección de la sostenibilidad y la industria, demostrando que las soluciones inteligentes pueden marcar una diferencia significativa en múltiples niveles.