El establecimiento ubicado en Sacanta ocupa 260 hectáreas en un campo alquilado. La estrategia es automatizar la nutrición y acelerar la reproducción para seguir creciendo en volumen.

Producir leche en Argentina se ha convertido en una misión casi imposible en los últimos 20 años.
La salida de la convertibilidad ya había sido traumática para un sector en el cual, como dicen los productores, las vacas comen dólares y producen pesos. A partir de ese momento, retenciones a las exportaciones, control de precios, regulaciones, ROE blancos, permisos de exportación, precios “sugeridos” y de “corte” fueron algunos de los obstáculos con los que tuvieron que aprender a convivir los que siguieron en la actividad.
La coyuntura encuentra a los tambos en un proceso de crecimiento de la producción, pero con precios en alza para los granos (el insumo clave para la alimentación) y una devaluación en cuentagotas que erosionan cada vez más los números.
Sobre este escenario sinuoso, Gabriel Terreno se esfuerza para hacer de El Duraznito, un establecimiento lechero en la cuenca de Sacanta con 260 hectáreas alquiladas y una producción de 13 mil litros por hectárea por año, una fábrica de leche de alta eficiencia.
De la mano de la automatización de los procesos y de un manejo precoz de la reproducción (las vaquillonas entran en servicio a los 12 meses), Terreno hace de la lechería un negocio rentable. “La eficiencia es el objetivo principal. Le pongo muchas fichas a esto porque lo considero estratégico”, destacó el productor a Agrovoz.
Intensivo
Desde hace 12 años, Terreno tiene todas las vacas encerradas en corrales bajo un sistema dry lots. “Copie todo de Estados Unidos, donde el modelo consiste en que en el campo se produce el forraje y los granos y expeller se los compra para convertirlos en leche”, justifica.
Con 400 vacas totales, el tambo tiene toda la alimentación automatizada, para que cada componente de la dieta sea en la cantidad justa y requerida por el animal.
“Consideramos que cargar el mixer por encima de lo que dice la composición de la dieta es malgastar la plata y no ser eficientes en la producción”, reconoció.
En los últimos 10 años, la productividad de El Duraznito creció 140 por ciento. En 2010 entregó de 1,4 millones de litros anuales y este año proyecta cerrar en 3,4 millones de litros. En 2017, el tambo tenía 300 vacas totales y para el año próximo la idea es saltar a 500. “Aspirábamos en 2020 a tener 470 vacas, pero el año fue complicado por la seca y eso nos llevó a descartar vientres que no fueran productivos”, indicó.
De acuerdo con el programa reproductivo que sigue el establecimiento, toda vaca que en su vida útil (desde el primer día que parió e incluidos los periodos como vaca seca) da menos de 14 litros diarios sale de producción.
A partir de la incorporación de un sistema electrónico online en dos mixers verticales, equipados con balanzas también adaptadas al sistema, el productor sabe cuánto debe suministrar y cuánto efectivamente consume cada animal.
Todo medido
Terreno afirma que hay tres clases de dieta: la que dice el nutricionista, la que quiere el productor y la que termina haciendo el “mixero”. “Lo que hicimos fue unificar todo en una. Lo que dice el nutricionista es lo que se carga en el mixer para conformar la TMR (ración totalmente mezclada, según sus siglas en inglés)”, asegura.
El mismo sistema de recolección de la información está en los tanques de frío para monitorear de manera remota el volumen de litros de leche producido. “Nos permite controlar la cantidad de animales ordeñados, con la cantidad de kilos de alimento suministrado y la leche producida”, reveló Terreno. La tecnología también es útil para conocer la cantidad de alimento disponible en la planta de silo y el tiempo de mezclado de los ingredientes.
El sistema, que almacena la información en un chip de celular, hizo punta en El Duraznito y ya está funcionando en otros tambos de la zona.
El próximo paso será adicionarle una estación meteorológica para seguir de cerca las condiciones ambientales en las que las vacas comen y definir los parámetros de suministro. “Con una temperatura de 20 grados y una humedad del 20 por ciento, si el mixer se carga para 70 vacas, la estación va a dar el visto bueno para el suministro”, ejemplificó el productor.
En cambio, con una temperatura ambiente de 35 grados y una humedad del 80 por ciento, si la carga es para 70 vacas “la estación es probable que informe de manera automática que sólo se cargue suministro para 35 vacas, porque bajo esas condiciones no comerán el resto”, agregó.
Costos nutricionales
Bajo este esquema de producción, en los primeros ochos meses del año Terreno destinó 43,68 por ciento de los ingresos de la leche para alimentar toda el rodeo de hembras.
La suba de precio de la soja y del maíz está incidiendo en la ecuación económica del tambo. En julio, la relación de compra del maíz respecto al valor de la leche era de 1,9 kilos del cereal por cada litro. “En septiembre, ese poder de compra bajó a 1,46 kilos”, admitió el productor.
Con la soja, cuyo valor también impacta en los arrendamientos, la leche también perdió en los últimos dos meses. Con una relación en julio de 1,12 kilos de la oleaginosa por cada litro de leche, la proporción cayó en septiembre a menos de un kilo de soja (860 gramos) por el valor de un litro de materia prima.
En las 260 hectáreas que ocupa el tambo, 225 se dedican a la producción de alfalfa, para confeccionar silos y rollos, y sorgo, para el silaje, que es el componente que permite al establecimiento tener una alta carga animal. “Hoy estamos en tres vacas, con recría incluida, por hectárea y apuntamos a 3,5”, adelantó.
Siempre con el objetivo de ser cada vez más eficiente, Terreno reformuló este año varias dietas.
“Continuamos con los silos de sorgo y decidimos no hacer más los silos de alfalfa y reemplazar su confección y suministro por rollos. A cada vaca le incorporamos siete kilos de rollo repicado dentro de la TMR, lo que nos aporta la misma proteína que el silo de alfalfa”, explicó el productor.
Con fibra que aporta el rollo de alfalfa, además de cuidar el rumen de las lecheras, el establecimiento se ahorra alrededor de un millón de pesos por cada tres silos confeccionados de 75 metros cada uno.
Bajo estas condiciones, cada vaca consume por día siete kilos de rollo de alfalfa, 11 de silo de sorgo, seis de maíz, cuatro de soja y tres de algodón, todo mezclado con 13 litros de permeado de suero.
La ración es algo menor en las cantidades para las vaquillonas, que entran al servicio a los 12 meses y llegan al parto a los 23 meses.
Para el tambero, la eficiencia de un tambo no es sólo para producir leche, sino también para producir vaquillonas.
Además de eficiencia en la alimentación, la reproducción, la recría, la sanidad y la administración, un productor lechero necesita que la comercialización de la materia prima le aporte los mayores dividendos.
Volumen, la fortaleza
Una forma de obtenerlos es a través de la escala, que no sólo aporta mayor volumen, sino también protagonismo a la hora de negociar con la industria las condiciones de venta.
Gabriel Terreno entendió cuál era la estrategia. Por eso hace más de 11 años que, junto a otros cinco productores de la zona, fundó el grupo Lechero Ruta 13.
Su denominación alude al lugar geográfico del departamento San Justo donde, originariamente, están radicados los tambos.
Con la formación del grupo, los productores cambiaron la vieja filosofía de los tamberos que entregaban la leche a la industria.
“Hoy nosotros la vendemos”, aclara Terreno, que tiene su tambo de 260 hectáreas alquiladas en la zona de Sacanta.
Con costos crecientes, el productor admite que hoy los márgenes de ganancia en la actividad sólo se obtienen por el pico de producción. “Las vacas están felices produciendo, no tenemos lluvias, pero por la falta de precipitaciones no podemos confeccionar las reservas forrajeras suficientes”, advierte.
El escenario, sin embargo, podría cambiar hacia fin de año, cuando el estrés calórico comience a incidir en los rodeos. El temor entre los establecimiento es que la producción disminuya y los números compliquen aún más la situación.
Terreno puntualiza que no hay que olvidar que los tambos son fuente fundamentales de mano de obra, en especial en las cuencas lecheras.
“También mantienen los campos vivos, de lo contrario cada tambo que se cierra se convierte en tapera”, sentenció.

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