Para poner en contexto recordemos que Argentina, ver gráfico Producción de leche en Sudamérica, es el segundo productor de leche detrás de Brasil, tiene los tambos más grandes, es el máximo exportador de la región y 3° exportador de leche en polvo entera del planeta. Uruguay es el 5° productor (detrás de Brasil, Argentina, Colombia y Chile) pero el 2° exportador de lácteos compitiendo con Argentina en el comercio internacional de leche en polvo entera (LPE). Esto no es para menos pues Uruguay es el país, que con 590 lt/Hab/año, produce más leche per cápita en Sudamérica. Tienen también el consumo de leche más alto de la región, 266 lt/Hab/año, pero les sobra y deben exportar el 77% de lo que producen.
Uruguay, con 5,6 millones de litros de leche/día, produce aproximadamente el 70% de lo que produce la provincia de Buenos Aires, nos pisa los talones en la exportación de LPE. En el 2021 le exportó a Brasil 28.865 toneladas de LPE (+17% más del volumen exportado por Argentina a dicho país) y en lo que va del 2022 (ene-oct) acumula 22.216 ton un -35% menos de los envíos desde Argentina a Brasil. Pero resulta muy interesante observar lo exportado por ambos países a China, pues mientras Argentina le lleva vendido al Gigante Asiático entre ene-sep. de 2022 3542 toneladas de LPE, Uruguay acumula una venta de 25.975 ton desplazando a Australia como segundo proveedor de China desde el 2021. Vienen trabajando en competitividad desde hace años e inclusive, últimamente, tramitan un posible acuerdo de libre comercio con los asiáticos.
Cuando se menciona la “competitividad” suele pensarse en la performance del tándem producción primaria e industria procesadora. Pero cuando se trata de exportar la competitividad no sólo involucra al productor y la industria sino también al Estado con sus controles, sus impuestos y las políticas públicas necesarias para facilitar la tarea y asegurar el ingreso de divisas.
Estando a la misma distancia de China ambos países se infiere que la dificultad argentina de aumentar su volumen exportado se debe a la falta de competitividad exportadora causada por un Estado ineficiente. La cadena láctea argentina cuenta con un eslabón de producción primaria altamente competente toda vez que trabaja y crece con los precios de materia prima más bajos del mundo, y el eslabón industrial local con capacidad para procesar eficientemente los volúmenes necesarios para competir y abastecer el mercado interno y externo. Pero es un lastre incluir al pesado Estado argentino con su presión impositiva directa como son los Derechos de Exportación entre otros (9 % para la LPE el principal lácteo exportado), y los indirectos como el atraso cambiario (mínimamente 30% y el insólito abanico de tipos de dólares ficticios existente) sumado a ello el impuesto inflacionario (el COVID y la guerra afectan a todos, pero Uruguay tiene una inflación anual de 9% mientras Argentina 83%).
Sin duda resultaría promisorio que la Administración actual y las venideras se replantearan seriamente cambiar la manera de hacer las cosas para poder generar la ansiada reactivación no solo de la lechería argentina (representada por 10.446 tambos, 670 empresas procesadoras y 187.000 empleados expectantes), sino de la economía toda.