Benito Pérez se crió siempre con vacas de leche y enseguida entendió que para vivir del negocio tenía que invertir: fue uno de los primeros ganaderos salmantinos en comprar el robot de ordeño (en el 2006) y después de esa inversión de 120.000 euros no dudó tampoco en adquirir una amamantadora de terneros. Pero ahora, y pese a toda la modernización, lo deja porque no aguanta más. “Estás todo el día trabajando como un esclavo y ves que no ganas nada. Eso no puede ser”, dice Benito, que es presidente de la cooperativa Pecogasa, una referencia en la provincia en vacuno de leche.
“Llevamos mucho tiempo mal pero ahora todo ha subido el 200% y ya no es la luz, es el cereal y con el cereal el pienso… ahora ya esto nos ha rematado”, cuenta.
Llegó a tener un centenar de vacas y ahora le quedan 40 que van a ir casi seguro al matadero. “Y el robot posiblemente vaya para chatarra”, dice, porque con los años que tiene y los pocos ganaderos de vacuno de leche que hay, mantiene que es como un coche útil para el dueño pero viejo para quien aspira a comprar vehículo.
Y ahora él, como le quedan aún unos 10 años para jubilarse, se dedicará al vacuno de carne, un paso que ya han dieron otros. “La otra explotación que había en Villoria también cerró así que en este pueblo ya no quedarán vacas de leche”.
¿Por qué lo deja?
Benito lo tiene claro: porque no ve solución después de años de ganadero y de años participando, como presidente de la cooperativa, en la negociación de la venta de leche de los socios. “Cobramos la leche como hace 30 años”, se lamenta. Y recuerda cómo cuando era consejero de la cooperativa y negociaron la venta de la leche para fabricar los yogures Yoplait “nos pagaban a 55 pesetas el litro”. Ahora, aún con ayudas de la PAC, mantiene que las cuentas no salen. “Nuestros gastos son de al menos 36 céntimos por litro de leche y luego nos la pagan a 33 y no hay solución”, dice.
“Aquí se pone el precio de arriba hacia abajo y no al revés y cada uno va sumando su margen hasta que llega la cadena hasta nosotros. Así que la industria dice que no nos da más porque cuenta con lo que le pagan luego a ella”, explica. “Y luego -continúa Benito- no pasa nada porque la leche sea un producto reclamo, que ya la podrían coger con otro y no siempre con el mismo, o porque vendamos a pérdidas, que es algo que está prohibido”.
De cuando empezó como ganadero a ahora ve dos grandes diferencias: la desaparición de las cuotas lácteas y la obligación actual de cerrar contratos con la industria. “Antes al menos tenías la cuota, era tuya y para eso antes tuvimos que comprarla. Luego nos la quitaron y la dejaron libre, que fue como dársela a las industrias”, explica.
En cuanto a los contratos, este ganadero de Villoria mantiene que la diferencia está en que desde que son obligatorios “ni negociamos. Te ponen el papel y firmas porque si no es así, no te recogen la leche. Y lo que te ponen es lo que hay. No puede ser”.