Los ladrones se hacen con un cargamento de 12 toneladas de cheddar inglés
QUESO

En esta época navideña sería más apropiado hablar de la multiplicación de los panes y los peces y la conversión del agua en vino, pero esta historia trata por el contrario de la desaparición del queso y el salmón ahumado, y de la evaporación de miles de botellas de pinot noir alemán. No por un milagro, ni por magia, ni por un fenómeno natural, sino obra de los ladrones.

No es un golpe como el gran robo del tren (en 1963 una banda de delincuentes detuvo el convoy de Glasgow a Londres y escapó con el equivalente de 60 millones de euros de la actualidad), ni el del aeropuerto JFK de Nueva York en 1973 (inmortalizado en la película El padrino ), ni el del museo Isabella Stewar Gardner, cuando en 1990 rateros disfrazados de policías arramblaron con obras de Degas, Rembrandt y Vermeer por valor de más de 500 millones, algunas de las cuales nunca se han recuperado. Tampoco como el del Banco Central iraquí, o el banco Fortaleza de Brasil, o el Distrito de las joyas de Londres, en el que un grupo de abuelos apodados la banda del geriátrico perforó una caja de seguridad a través de un muro de cemento y se dio a la fuga con 20 millones

La policía cree que los ladrones han fundido el queso como si fuera oro para venderlo en Rusia y Oriente Medio

Este robo no es tan cuantioso en términos económicos pero mucho más alimenticio, de eso no cabe duda. Los ladrones se hicieron pasar por un suministrador francés de quesos a restaurantes y grandes supermercados, y compraron a un distribuidor inglés doce toneladas de queso artesanal cheddar, elaborado a mano por tres pequeños productores y con un valor de unos 400.000 euros. Lo recogieron del almacén como si tal cosa, con el vendedor encantado y sorprendido de que un producto británico tuviera tanta aceptación internacional (este país tiene un considerable complejo de inferioridad en lo que se refiere a la comida, y si el interés viene de Francia se hincha más que un pavo real). El fraude se reveló cuando pasaron los días sin que nadie pagara, y cualquier rastro de los compradores se había esfumado como por arte de birlibirloque.

Scotland Yard ha detenido en conexión con el robo a un hombre de 63 años, pero se halla tras la pista del resto de la banda, que cree que trabajó cuatro meses en la preparación del golpe y se ha llevado el queso a Rusia y el Oriente Medio. Colocarlo no es fácil, es como si se tratara de un Van Gogh, porque todo el mundo sabe que ha sido robado, de modo es que la teoría de que los quesos artesanales han sido fundidos para destruir su identidad, como hacen los ladrones de joyas o bullones de oro. De esta manera el material sustraído pierde valor pero se puede vender en el mercado negro.

Los quesos en cuestión no son unos quesos cualquiera, sino la crème de la crème , y uno de los tres (el llamado Pitchfork, de una pequeña granja de Somerset en el oeste de Inglaterra) fue declarado en el 2019 el mejor de Gran Bretaña y el cuarto mejor del mundo. Los otros dos (Westcombe y Haford) no le andan muy a la zaga, y todos ellos se producen utilizando cuajo de ternera, manteca de cerdo, y leche de un único rebaño de vacas (el equivalente de un whisky de malta única o cerdos ibéricos de pata negra), con estricta vigilancia del grado de acidez. Cuando ha adquirido la consistencia de una masa como la de la pizza, se deja madurar durante doce meses. Cada añada sale diferente, como los vinos, y los críticos admiran que “lleva al paladar el sabor complejo de la tierra”.

Neal Yard, el distribuidor londinense de los quesos con sede en Covent Garden, ha asumido la pérdida por dejarse engañar, y pagado el valor de la mercancía a las tres pequeñas granjas productoras, cada una con entre media y una docena de trabajadores (de otra forma se habrían ido a la ruina). Su único consuelo es la publicidad gratis, y la posibilidad de recuperar por lo menos una parte del dinero contando la historia en una película.

Los robos de bebida y comida no son tan glamorosos como los de dinero y joyas, y por el momento no han sido objeto de una serie de televisión como La casa de papel . Lo que sí son es cada vez más frecuentes. Los rateros se han llevado en Italia queso parmesano por valor de un millón de euros, en Holanda el objeto de la codicia ha sido el gouda , y en Inglaterra voló un cargamento de salmón ahumado. Hace poco, en una operación similar a la del cheddar, un exportador alemán vendió 65.000 botellas de un excelente pinot noir del 2020, que fueron trasladadas a un almacén de Stuttgart y allí se les perdió la pista. Seguramente alguien brindará con ellas para recibir el 2025.

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