Apesar de haber mejorado en parte sus resultados financieros en lo que va del año, las consecuencias que en la economía tuvieron las medidas sanitarias para combatir el Covid-19 y las decisiones oficiales para combatir la inflación siguen teniendo impactos negativos en las principales alimenticias de la Argentina.
Es que el Gobierno no dejó de avanzar durante estos meses con resoluciones que buscan contener algunas variables macro, para intentar contener la suba de precios que van desde controles a la exportación de carne; ampliación de los programas de congelamiento de precios; aplicación de las leyes de Góndolas, y de Etiquetado Frontal.
Se trata de un lapso en donde el consumo de las principales categorías de alimentos en el mercado doméstico también registró un sostenido descenso, a pesar de las diferentes variantes de cepos y congelamientos que viene aplicando la Secretaría de Comercio Interior con el supuesto objetivo de frenar la suba de los precios y mejorar el poder adquisitivo de la población.
A esto se le agrega la tensa relación que se ha generado con el Gobierno, desde donde responsabilizan a las empresas de este sector por el aumento de la inflación e insisten en que el congelamiento es la medida adecuada para contener “las ganancias irreales” principalmente de los grandes grupos productores de alimentos.
Un escenario que hasta ahora no ha logrado su objetivo si se tiene en cuenta que mes tras mes el Indec anuncia índices inflacionarios que no bajan del 3% y que anticipan un acumulado cercano al 50% para diciembre próximo.
Por el contrario, los cepos y restricciones hasta ahora sólo sirvieron para empeorar la performance de las empresas pero no para ayudar a la subsistencia de los flacos bolsillos de los argentinos, en el marco de un escenario recesivo y de incertidumbre económica y financiera.
Por lo menos así se desprende de los balances de los primeros nueve meses del año publicados en la Comisión Nacional de Valores (CNV) por compañías como Molinos Río de la Plata; Arcor y Mastellone Hnos.
Si bien casi todas reportan mejoras en los resultados, también se observan caídas en sus ventas, afectadas por los cepos a los precios y la situación económica.
Los casos de la alimenticia de la familia Pérez Companc y del holding cordobés son dos ejemplos claros de este escenario, a pesar de que en los primeros nueve meses del año lograron generar ganancias conjuntas por casi $18.000 millones, dinero que de todos modos le sirve a ambas empresas para revertir en parte la caída de ingresos que acumulan desde hace varios años.
En el caso de Molinos, reportó ingresos con una caída de 7,9% y resultados netos que disminuyeron un 8,5% respecto a igual período del año anterior. En el primer caso, alcanzó los $46.859 millones y en el segundo, una ganancia neta de $ 2.344 millones, cifras menores si se las compara con los primeros nueve meses del año pasado y cuya desmejora se vincula al menor consumo de alimentos que, según la consultora especializada Kantar, cayó 11,5% comparado con el año anterior.
Como forma de combatir estos problemas, la alimenticia encaró un proceso de disciplina financiera con un agresivo foco en los programas de eficiencia, un estricto control de gastos y baja del costo financiero.
Sin embargo, el proceso no logra evitar que permanezca la imposibilidad de recuperar los importantes aumentos de costos, medidos a valores de reposición y asociados a la suba persistente de las materias primas impulsada a nivel internacional, como así también los costos locales, principalmente insumos y fletes, que continúan aumentando producto del proceso inflacionario.
Es que a partir de ser considerada la compañía alimenticia más grande de la Argentina, Molinos aporta más de 100 productos al programa de Precios Congelados ampliado que lanzó el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, y que continuará, por lo menos hasta el próximo 7 de enero.
De hecho, la compañía es una de las más afectadas por la Resolución Nº 1050/2020, dictada el 19 de octubre pasado que estableció la fijación de precios máximos para un conjunto de casi 1.500 artículos.
Molinos realizó diferentes presentaciones ante las autoridades para informar sobre el impacto que genera en sus negocios el aumento sostenido del precio de las materias primas y demás insumos relevantes frente a esos cepos.
En ese marco, solicitó varias veces autorización para ajustar los valores con el objetivo de evitar pérdidas relevantes, sin haber logrado éxito.
El escenario actual que atraviesa la alimenticia es similar al que sufrió durante todo el 2020 cuando logró mitigar en parte la situación de crisis a partir de la venta de sus oficinas centrales en la localidad bonaerense de Victoria y de esa forma equilibrar su balance general que le permitió un ingreso adicional de $2.027 millones, que se sumaron a otros $1.169 millones que obtuvo a partir de políticas de control y recorte extraordinario de gastos y a un riguroso manejo no recurrente del capital de trabajo que derivó en una reducción de la deuda en dólares, y por ende, en menores cargos financieros.
Esta política de austeridad la comenzó a aplicar luego de que entre el 2017 y el 2020, acumuló pérdidas por $5.000 millones. El anterior balance con ganancias fue el del 2016, cuando cerró con un saldo positivo de $880 millones.
El caso de Arcor es similar ya que pese a mejorar sus resultados y ganar algo más de $15.000 millones en estos primeros nueve meses del año, también sigue afectada por el congelamiento con un resultado operativo que cayó 14,6% por costos que aumentaron más que sus precios.
En el documento enviado a la CNV, recuerda que opera en un contexto económico complejo, “cuyas principales variables han tenido una fuerte volatilidad, tanto en el ámbito nacional como internacional”.
Agrega que el contexto de volatilidad e incertidumbre “continúa a la fecha de emisión de los presentes estados financieros intermedios condensados consolidados”. Y advierte que sigue monitoreando de cerca la situación y definiendo planes de acción que se ajusten al contexto, “siguiendo las disposiciones y recomendaciones de los diferentes organismos internacionales y/o Ministerios de salud de los países donde opera”.
De hecho, la mejora en su performance está impulsada por la puesta en marcha de un proceso de reducción de costos, de la devaluación del peso y del crecimiento de sus otros negocios no vinculados al sector alimenticio y por una reducción del cargo en los resultados financieros, generada principalmente por la apreciación en términos reales del peso.
El holding de la familia Pagani aclara que la aceleración de la inflación por sobre la devaluación de la moneda local, “ocasiona en los estados financieros el reconocimiento de una ganancia por diferencia de cambio y resultado por posición monetaria neta, mientras que durante el mismo período del año anterior, se reconocía una pérdida por este concepto”.
En cambio, la performance general del negocio profundizó el deterioro del resultado operativo con una caída del 14,6% debido, en mayor medida al incremento de la estructura de costos producto del sostenido proceso inflacionario de la Argentina y el aumento de las materias primas a nivel internacional, en una proporción superior a la suba de los precios.
Más allá de este escenario, el holding cordobés finalizó el tercer trimestre del ejercicio económico comprendido entre el 1 de enero y el 30 de septiembre pasados con ventas por $202.014 millones.
En este caso, los despachos a clientes domiciliados en el país representaron el 67,3% del total mientras que las del exterior, que incluyen las exportaciones a terceros desde Argentina, alcanzaron el 32,7% restante.
En comparación con el mismo período del año anterior, las ventas totales del grupo aumentaron un 10,6% en pesos a partir de la recuperación de sus negocios en el exterior y de la incorporación, desde agosto, de los efectos generados por el acuerdo de Joint Venture con el grupo norteamericano Ingredion para crear una nueva sociedad que apalanca las operaciones de ambas empresas en Argentina, Chile y Uruguay.
Otra de las herramientas que Arcor puso en marcha para atravesar el actual contexto de crisis económica y caída del consumo se vincula con la refinanciación de parte de su deuda financiera.
Un ejemplo es el de su controlada, Mastellone Hermanos, que lanzó una oferta de canje por un valor nominal de u$s162,7 millones o el 81,50% del valor nominal total de sus Obligaciones Negociables (ON) Clase “F”, a una tasa fija del 12,625% con vencimiento el 3 de julio pasado, las cuales totalizaban u$s199,7 millones.
La oferta consideró el canje de cada u$s1.000 de valor nominal por u$s675 en nuevas ON Clase “G” garantizadas no subordinadas a una tasa fija del 10,95% con vencimiento en 2026 y por los u$s325 restantes, un pago en efectivo.
Se trata de una estrategia que Mastellone viene aplicando desde que comenzó a sufrir fuertes pérdidas como las del año pasado, cuando su rojo llegó a los $2.287 millones, contra otro de $68 millones que había registrado en el 2019.
De hecho, el directorio de la láctea responsabilizó del aumento de las pérdidas a las medidas sanitarias tomadas para combatir el coronavirus que “tuvieron una clara incidencia en la performance económico-financiera de la compañía durante el ejercicio anual 2020”.
También se vio afectada por la aplicación del ya finalizado programa de “Precios Máximos”, que retrotrajo los precios de venta de los productos alimenticios, bebidas, productos de limpieza, de cuidado personal, a los vigentes al 6 de marzo del 2020, congelándolos durante todo el ejercicio anual, excepto por mínimos incrementos aprobados del 3% en julio y un 2% en octubre para las categorías de productos lácteos.
En ese caso, todo el portfolio de productos comercializados en el mercado doméstico de Mastellone estuvo afectado por esta resolución, con el consecuente impacto en los números de la compañía.
En el 2019, la pérdida había sido sustancialmente menor, alcanzando los $68 millones, mientras que en el 2018 había perdido $1.995 millones, lo cual refleja que en los últimos cuatro años la compañía acumula un rojo de $6.450 millones que solamente fue neutralizado por una ganancia de $1.156 millones del 2017.
Ese año, logró aprovechar el achique de su rival SanCor para, por ejemplo, quedarse casi con el control total del mercado de leche fresca de Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Ese año también logró crecer en el segmento del dulce de leche, donde las ventas de sus marcas se duplicaron con respecto al 2016.
Ahora, y gracias al resultado del último canje de ON, la láctea dejó de lado la incertidumbre que podía generar dudas significativas sobre su capacidad para continuar como empresa en funcionamiento a pesar de haber perdido más de $2.100 millones en los primeros nueve meses del 2021, algo menores a los $2.697 que perdió en el mismo período del 2020.
La dueña de La Serenísima también viene siendo afectada por la recesión, el congelamiento de precios, la caída del consumo y las medidas sanitarias contra el coronavirus que, en especial, el año pasado provocaron graves problemas al sector alimenticio doméstico.
Tal como se observa en los balances de Arcor y Molinos, su resultado refleja una compresión en los márgenes de rentabilidad ocasionados por el aumento de los costos producto de la inflación y las limitaciones de trasladar a sus precios de venta dichos incrementos.
Un complejo escenario que se agrava por una pronunciada baja en los niveles de consumo masivo que se viene detectando desde por lo menos el 2018 en el sector lácteo doméstico.
La empresa reconoce además que los precios de los insumos, en general, han subido reflejando los aumentos de los valores internacionales producto del incremento en la demanda, y el estrangulamiento en la disponibilidad de transporte marítimo mundial y congestionamiento de puertos.
Recuerda también la Resolución 1050 de la Secretaría de Comercio Interior, que amplió el congelamiento de precios y reconoce estar implementando “las acciones necesarias para contrarrestar los impactos negativos que esta medida podría generar”.
Visión de largo plazo
Más allá del contexto actual, desde las tres compañías entienden la necesidad de continuar con sus planes de negocios para intentar sostener y mejorar los volúmenes de venta y la facturación, pero siempre cuidando las finanzas y la caja.
En el caso de Mastellone, sus ejecutivos se proponen “mantener un nivel de rentabilidad acorde a los compromisos asumidos y solventar nuestro ambicioso plan de inversión”.
Aseguran que continuarán “fortaleciendo y haciendo crecer nuestra relación estratégica con nuestros productores de leche, buscando aumentar la cantidad de litros recibidos en nuestras plantas destinados tanto para el mercado interno como el de exportación”.
En el caso de Arcor, sus ejecutivos entienden que las acciones futuras “deben estar focalizadas en ser una empresa de alimentos y golosinas líder en Latinoamérica y reconocida en el mercado internacional destacándonos por nuestras prácticas sustentables y por nuestra capacidad de generar nuevos negocios”.
En este sentido, el grupo continuará con la estrategia de focalización en los negocios principales: alimentos de consumo masivo (golosinas; chocolates; helados; galletas; alimentos y productos funcionales); packaging y agronegocios, junto con el desarrollo de proyectos de asociación estratégica, tales como el Joint Venture iniciado con Ingredion.
Además, mantendrán la prioridad en lo que consideran la liquidez y una sana estructura de financiamiento “con el objetivo de asegurar el cumplimiento de las obligaciones y compromisos, como también la adecuada gestión del capital de trabajo y la contención de los gastos fijos, a efectos de poder obtener los fondos requeridos para llevar a cabo las operaciones y proyectos de inversión”.
Del mismo modo, desde Molinos se manifiestan confiados en la recuperación paulatina de la economía, y a partir de allí, en poder alcanzar la rentabilidad acorde a la calidad de sus activos. “Por eso es que continuaremos enfocados en el consumidor, nuestras marcas, la productividad y la eficiencia”, anticipan sus voceros.
En este contexto, la estrategia a largo plazo de la sociedad “radica en consolidar y potenciar su rol de proveedor internacional de productos derivados de la molienda de oleaginosas y cereales para clientes independientes de escala relevante”.
Dicha estrategia es acompañada en todo momento con altos niveles de eficiencia operativa y de productividad en su planta industrial, instalaciones de acopio y puerto de embarque, así como también en la cadena de originación de materia prima.