La especialista en nutrición de vacas lecheras recibió el Testimonio Clarin Rural 2019 por su trayectoria en investigación, desde el INTA y también como asesora privada.
Miriam Gallardo, especialista en nutrición de vacas lecheras, Testimonio Clarín Rural 2019 a la Trayectoria en Investigación.

Ingeniera Agrónoma y Magister en Nutrición Animal, Miriam Gallardo, fue investigadora del INTA durante más de 30 años, docente de grado y post grado, capacitadora, coordinadora de proyectos de tesis en universidades nacionales y de América Latina. Produjo cientos de trabajos para medios nacionales y extranjeros: artículos para revistas científicas y de divulgación masiva,

Con una sólida capacidad para generar tecnologías de significativo impacto en la producción lechera, es una referente indispensable en todo lo que tiene que ver con el tambo, y en particular sobre nutrición y calidad del forraje. Se destaca su excelencia como extensionista. Actualmente ejerce como consultora independiente. Este año recibió el Testimonio Clarín Rural a la Trayectoria en Investigación.

1- ¿Qué hallazgos y/o avances la sorprendieron más en su larga trayectoria como investigadora sobre producción de leche?

-En casi 45 años, hubo etapas con hitos bastante marcados, pero los saltos cualitativos más importantes desde el punto de vista tecnológico en ganado lechero se dieron en el avance genético de los animales. Pasamos de vacas criadas a campo que, alimentándose por su cuenta, daban 12-13 litros de leche por día, a animales con un potencial superior al doble. Se dio en década del ’70 en el mundo, y en la Argentina se palpa muy bien a partir de los ’90. Y para todos los involucrados ha sido, y aún es, un gran desafío, porque no es sólo una cuestión genética ya que implica darles un ambiente a esos animales espectaculares, desde el contexto a todo lo que les entra en el tracto digestivo, para que expresen el potencial de hasta 50 litros diarios, en los 2 ordeños clásicos, aunque a estas vacas hay que ordeñarlas por lo menos tres veces al día.

2- ¿Cuándo y cómo ha sido más útil el INTA en tus más de tres décadas allí?

-El INTA ha tenido etapas cíclicas como el país, exactamente como una radiografía, momentos presupuestariamente muy buenos y otros penosos. No obstante, en la organización de los proyectos siempre ha habido formas para encontrar recursos y seguir evolucionando en investigación, porque siempre hemos estado muy unidos al sector. Al menos mientras yo trabajé en las estaciones de Rafaela y Castelar, hemos tenido mucho apoyo del sector lácteo, e incluso de la agroindustria de la alimentación del ganado. Entonces, al contar con esos apoyos para seguir investigando en nuevos insumos, nueva genética y demás, uno siente el impacto negativo del contexto político-económico que puede vivir el país, pero nunca paramos en el área de investigación. Siempre les decíamos a los productores que en algún período se podían frenar algunas cuestiones pero nunca los avances en ciencia y tecnologías. Eso ha pasado en todas las áreas del INTA.

3- Se ha destacado en el rol de extensionista. ¿Cuáles han sido las claves para desarrollarlo con eficacia?

-Una de las claves es pisar el terreno. Estar permanentemente con los productores, conversar, analizar incluso los puntos débiles de la empresa lechera. Y por supuesto sus cuestiones familiares y ambientales. Porque la lechería está viviendo momentos muy particulares con una gran concentración de ganado en muy pocos propietarios y una gran cantidad de productores con muy poco ganado. El desbalance es grande y para un extensionista es doblemente trabajoso emprender cambios con un pequeño productor en esta coyuntura. No obstante, siempre les decimos a los profesionales jóvenes que hacen extensión, que para ese sector tan vulnerable, que tiene pequeña escala y tiene que atravesar contingencias político-económicas muy complejas, tiene que atender fundamentalmente tranqueras adentro sus modos de trabajo, para lograr la más alta eficiencia, con los recursos que cuente, aunque sean muy escasos, para lograr la mayor transformación en leche. Ese es el gran desafío, porque el pequeño y mediano productor, que se encuentra en esa coyuntura, algunos no todos, se retrotrae tecnológicamente, descuidando algunos aspectos que son inherentes al manejo dentro de la explotación. Es difícil aunar las dificultades externas difíciles de controlar con las cuestiones internas controlables, pero el objetivo de fondo de los extensionistas es ayudar al productor a ver que hay algunos factores que dependen solamente de su manejo.

4- Justamente sobre tecnologías y procesos a implementar. ¿Dónde estamos parados y hacia dónde deberían avanzar los tambos argentinos?

-Estamos parados muy por debajo del potencial en términos generales. Hoy las estadísticas son fáciles de hacer, porque hay poco más de 300 tambos que concentran casi el 70% de la producción y el resto son muchos tambos, de pequeña a mediana escala, que concentra una muy baja producción de leche, lo cual está indicando un problema serio, porque no acceden a la tecnología, por cuestiones económicas o falta de manejo. Por ejemplo, el pastoreo no es un modo de alimentación que implica per se bajo costo per se, puede llegar a ser muy alto si es ineficiente. Si la franja de pastura queda con un remanente diario de 50%, estoy duplicando mi costo de producción en el ítem alimentación. Es clarísimo: si suministramos silaje y desde el proceso mismo del cultivo de maíz, de sorgo o del cultivo que se ensile, voy teniendo pérdidas que se van incrementando. Tenemos medido que si en el suministro vuelvo a tener un desperdicio determinado, tanto en los comederos como cuando se tiran al costado de los alambrados, cuando las pérdidas pueden alcanzar el 30%, obviamente la tecnología está pero no se utiliza de manera eficiente. Entonces, no estamos produciendo por litro de leche con los insumos que deberíamos hacerlo y gastamos mucho más de lo necesario. En ese caso, depende casi absolutamente de lo que pasa tranqueras adentro, porque el silo ya lo tengo y el pasto también, pero si desperdicio la mitad, mi costo de producción aumenta un 50% sin que nadie más me condicione.

5 -En el afán de perforar techos productivos, como ponderó de la agricultura, ¿qué modelos internacionales toma como ejemplos?

-A nivel mundial, hay varios modelos en los cuales reflejarse: australianos, neocelandeces, irlandeses y hasta algunos norteamericanos de ecosistemas particulares, donde combinan pastoreo como confinamiento. Deberíamos apuntar a una ganadería intensivos pero sustentables, y reciclables. Que no generen contaminación ambiental pero que a su vez, con esas vacas de muy alta producción, no se generen las pérdidas en salud y confort del animal, por el calor, el barro, etcétera. El cambio climático es una realidad palpable. Desde los años ’80 venimos advirtiendo desde INTA que esto iba a suceder, y está sucediendo. El cambio climático no es un mero título mediático, es una realidad, y en el ganado lechereo impacta directamente. El estrés por calor y el estrés por barro son dos factores que influyen sobre la eficiencia productiva y la salud del animal, o sea es doblemente perjudicial, y es una problemática que debe atacarse con modelos que modifiquen el ambiente del animal, para lograr el confort, sin que esa modificación implique una alteración del ambiente natural en el espacio en el que producimos.

6 –Destacó al heno de calidad como primer factor del tambo como empresa eficiente…

-Es un tema que nos ha dado muchos dolores de cabeza. Porque así como ha habido avances en genética animal, también lo ha habido en genética de alfalfa. Al ver pastoreos con desperdicios significativos, con henos mal confeccionados y o deficientemente almacenados, nos propusimos tener otra mirada sobre la alfalfa, que es un cultivo industrial y debe tener tantos cuidados como el maíz, la alfalfa, la soja… El uso interno es clave, pero también se puede exportar. Hay sistemas lecheros en el mundo que dependen de una base de heno de alfalfa, que con tallos finos, buenas hojas, alta calidad proteica… tiene un valor internacional de mercado muy alto. Es una pena que no aprovechemos la oportunidad de tener alfalfares, prácticamente sin riego, a cielo abierto. Porque los procesos y las maquinarias están. En esto recuerdo con una gran admiración al ingeniero Mario Bragachini, quien ha ayudado mucho a la Argentina en este aspecto. El heno de alfalfa es un cultivo para industrializar, como recurso básico de gran valor, para todo tipo de ganado e incluso hasta para pequeños animales o de alto desempeño deportivo como pueden ser los caballos de carrera o para polo.

7 – Más allá de su valor personal, usted reconoció que obtuvo logros colectivos…

-Cada vez que me felicitaron, a muchos les dije que el testimonio Clarín Rural lo quería compartir, porque cada uno ha contribuido. Soy una persona que toda mi vida he trabajado con equipos, nunca sola, siempre con otros profesionales, o colaboradores técnicos, así que vaya mi agradecimiento a todos ellos.

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