Y es que más allá de los chistes sobre sus más que cuestionables gustos, su pasión por la comida rápida o la calidad de sus restaurantes y negocios relacionados con la comida, el problema es que cuando eres el presidente de Estados Unidos tienes capacidad para legislar sobre este tipo de asuntos. Y eso, claro, no tiene ninguna gracia.
La penúltima ocurrencia de la administración Trump es, según informa Bloomberg, ampliar la lista de alimentos que entran en la categoría de esenciales para hacer espacio a productos como el queso en spray o la tiras de carne seca y ahumadas (beef jerky), un snack bastante popular en Estados Unidos.
Una propuesta tan surrealista que algunos ya la han comparado con aquella idea de Ronald Reagan de considerar el ketchup y la salsa para pizzas como una de las raciones de verduras que se tenían que servir en los comedores escolares. Y no, tampoco esto es una broma.
¿Pero qué se considera alimento esencial según la legislación federal en Estados Unidos? Ingredientes que componen una parte significativa de la dieta de una persona y que se preparan normalmente en casa como una de las comidas del día. Vaya, la típica definición que, según el gobierno de Trump, describe a la perfección un bote de queso en spray.
La inclusión de este tipo de alimentos en la categoría de esenciales no es una mera recomendación del Departamento de Agricultura, sino que tiene efectos prácticos sobre las tiendas y consumidores.
Y es que los alimentos incluidos en esta categoría tienen que estar disponibles en cierta cantidad y variedad en las tiendas que quieran trabajar con los denominados food stamps, los bonos de comida que reparte la administración a las familias más desfavorecidas.
Es decir, una medida supuestamente pensada para mejorar el acceso a alimentos sanos de toda la población acaba convertida en una puerta de acceso a productos ultraprocesados.
“No necesitas un máster en nutrición para saber que el queso en spray no es un alimento esencial”, señalan asociaciones que promueven la mejora de la alimentación entre las clases populares.
Tampoco hace falta ser un experto para, a la vista de las cifras sobre alimentación y los problemas de salud derivados, saber que Estados Unidos tiene un grave problema con este tema. Curiosamente -en realidad no, es pura ideología aplicada a la alimentación- lo que debería ser casi un asunto de Estado acaba convertido en un negocio más para la industria alimentaria.