El Padre Julio César Ramos cuenta su historia ligada a la espiritualidad, la educación y el campo, y repasa el día a día en la Escuela Agrotécnica de La Trinidad, en Ferré, en el norte bonaerense.

“Los jóvenes son el futuro” se ha dicho y se dice siempre. Pero lo cierto es que los jóvenes son el presente, pues todo lo que no se haga hoy por y para ellos luego será tarde. En este sentido, el ámbito escolar es un espacio en el que se puede aprender haciendo.

Julio César Ramos nació en una ciudad/pueblo del sur sanjuanino llamada La Bebida. Su padre era gendarme y como tal iba y venía a distintos puestos fronterizos. Su madre, ama de casa dedicada a la educación de sus hijos. Recuerda que allí, en La Bebida, alquilaban una casa pegada a un campo con viñedos, olivares y huertas. Desde que en 1978 terminada la primaria supo que quería seguir el camino eclesial y el de la docencia. Y así fue.

Una vez recibido, pasó por una agrotécnica en Río Cuarto, una escuela vitivinícola en Mendoza, otra en Salta y luego San Luis. Hace casi diez años es profesor de filosofía y ciencias de la educación en la Escuela Agrotécnica de La Trinidad, en Ferré, partido de General Arenales, provincia de Buenos Aires. Desde su lugar ha sabido vincularse de cerca con las tareas rurales que promociona en redes sociales.

“Lo que más me gustó siempre y me quedó grabado de chico fue el olor de la vendimia, cuando se empieza a cosechar, con los camiones yendo y viniendo, los olores azucarados que quedan en el ambiente son impagables”, recordó Ramos.

El tambo

En Ferré, Ramos se puso al hombro el tambo, fundamental para la institución porque de allí se obtiene la materia prima para hacer dulces y quesos que luego se venden. Pero no sólo por eso, sino, y quizás principalmente, porque allí los chicos aprenden valores, es un espacio con gran valor educativo.

En este momento, en el tambo, tienen unas 140 vacas en ordeñe, con 29 litros de promedio, lo que arroja una producción de entre 4000 y 4500 litros diarios de los cuales la mitad queda para la elaboración de los productos en la escuela y otra mitad se vende afuera a una usina de Venado Tuerto que también elabora quesos.

“El tambo, pero también la granja de cerdos, la huerta, lo que se hace de ganadería, la agricultura, todos los espacios tienen un espíritu formativo, en donde se les enseña a los chicos la actividad, es un espacio de aprendizaje y un sustento económico también para las cosas que hacemos”, contó Ramos. Quienes más están en el tambo son los alumnos de quinto año.

“Al principio dependíamos de otras personas para llevar adelante los trabajos en el tambo, hoy hacemos todo, y para nosotros es muy importante porque nos provee de la materia prima para otros tipos de elaboraciones que hacen los chicos como dulce de leche y quesos”, repasó Ramos. Y agregó: “Yo estuve personalmente encargado de transformar el tambo para que pueda ser esa generación de materia prima eficiente y consistente”.

Ramos realmente tiene un afecto especial por el tambo. Reconoce que muchas veces ha ido a ordeñar a las 3 de la mañana y se queda con las mejores sensaciones que lo acompañan el resto del día. “Me encanta estar en la fosa con los chicos, muchas veces he venido a dar la misa y cuando junto las manos y me las acerco a la cara, siento en mis dedos el olor a sellador del pezón de la vaca”, relató. Y dijo: “Me recuerda que no sólo es lo espiritual, sino es el esfuerzo, el trabajo, estar con la gente”.

El trabajo rural

“La conexión con la tierra es impagable, de hecho, cuando somos chicos nos encanta ensuciarnos, embarrarnos, brinda muchísimos valores de cuidado, de cultivo, de esfuerzo, consideración, preocupación y gozo por ver los frutos de la tierra”, compartió Ramos.

“Después las posibilidades productivas que tiene la tierra en distintos lugares y desafía al hombre para producir en medio del desierto cuyano con acequias y riegos, o hacerlo en la pampa húmeda dependiendo de las lluvias”, recalcó. Y enfatizó: “A mí me entusiasma lo que se saca de la tierra no a manera de la explotación sino como servicio social porque es alimento para la gente, no es sólo ganancia para el productor que, por cierto, viene bastante castigado últimamente”.

En este sentido, consultado sobre la relación campo-ciudad, Ramos esgrimió que en Arenales, “la mayoría de la gente vive y trabaja del campo entonces el valor del campo lo entiende, pero también hay gente que se dedica a otras cosas e incluso aquí mismo tiene otra mirada de la ruralidad”.

Sin embargo, esto es algo que atribuye mucho al fogoneo político: “Algo que sucede a veces por miradas políticas, por rivalidades de vecindad, por cuestiones muy arraigadas, y si esto pasa en un pueblo chico, como Ferré, de 3000 habitantes, muy ligados al campo, no me imagino en otros lugares en los que la actividad rural de primera mano queda más alejada de la vida cotidiana”, sentenció Ramos.

En este sentido, cree que el de “oligarca, es un mote antiguo que es aprovechado y explotado por los políticos, y es un gran desafío para nosotros, quienes estamos en el campo, poder transformarlo”. “Lo bueno es que veo gente dispuesta a tratar de hacerlo, tratar de comunicar al campo de una forma distinta”, expuso.

Sin embargo, advirtió que a veces la propia gente de campo queda muy cerrada, haciendo una comunicación endogámica. “Terminamos hablando los del campo con los del campo, un encerrado de sangres que es peligroso, porque nos hacemos la cabeza con la catarsis y perdemos el foco de abrirnos para escuchar al otro y que otro nos escuche y conozca”, explicó el sacerdote.

Comunión con la gente

Consultado sobre las nuevas formas de espiritualidad a las que se aferran las personas, Ramos reconoció que “aún habiéndose aggiornado muchísimo, la iglesia debe, debemos, desandar aún un largo camino no sólo para la transformación de la doctrina sino la manera del mensaje”.

“Hoy muchas de las doctrinas de fuerte procedencia oriental están supliendo espacios en la necesidad de la gente de lo espiritual que no solamente tiene que ver con lo religioso sino con un espacio humano que ha sido desconsiderado por la iglesia porque parecía que el éxito era el conocimiento de la doctrina, saber todas las cosas de la fe parecía que a uno lo hacían más cristiano o católico y después la vida iba por otro lado”, explicó el sacerdote. Y agregó: “Seguimos aferrados a lo doctrinal, que es importante, pero todavía no estamos pudiendo dar en la tecla de la entrada en el corazón de la gente”.

“Concebir la actividad de la iglesia sólo con el resultado es engañoso porque complica el mensaje, el éxito no es la medida del resultado que debe buscar la iglesia”, opinó Ramos.

Deporte y reunión

Hincha de San Lorenzo, reconoce que su familia ha tenido siempre un vínculo con el deporte en general. Su hermana jugadora de jockey sobre césped y su hermano árbitro y director técnico de un equipo en San Juan. El ha sido jugador de fútbol en su adolescencia y durante un lapso incursionó en el rugby. Después jugó con los chicos en los colegios “hasta que le dio el físico”.

“Al fútbol jugaba de nueve, después me empecé a ir más atrás, en posiciones de defensa”, contó Ramos. Y agregó: “El carisma salesiano brinda al deporte un gran espacio y es aquí donde estoy hoy”.

“Mas allá de la competencia, destacó la cooperación en el juego, sintiendo juntos el deseo del triunfo, pero no del subyugamiento del otro sino a partir de la superación personal, más allá de que luego uno gane y otro pierda, el objetivo deber ser poder superarse uno a partir de un entendimiento colectivo”, explicó. Y ahondó: “Por eso, a mí me gustan más los deportes en equipo que los individuales y busco destacar a los chicos esos valores”.

Incluso una vez que los alumnos regresaron al colegio después de los tiempos crudos de aislamiento y pandemia, el deporte fue la piedra angular para reunirlos de nuevo. “Nos costó al principio, pero el deporte fue de gran ayuda”, reconoció Ramos.

Ramos reconoce que sus padres formaron un “equipo fuerte” y ese es uno de los grandes legados. “De mi padre, recibí el amor por la patria y el cuidado por los demás, junto con la fuerza de la fe cristiana que la he visto activa y practicada a lo largo de su vida, formando un equipo fuerte con mamá, estuvieron casados 57 años”, relacionó Ramos.

De su madre, Ramos también rescató la preocupación por los hijos, la manera de corregirlos y educarlos “con una sabiduría educativa que me ha servido hoy en mi vida de docente”.

TikTok y los jóvenes

Con 56 años, obviamente, Ramos no es nativo digital, pero sí es asiduo usuario de las redes sociales, mayormente twitter e Instagram, pero también tiktok, que usa como forma de acercarse a sus alumnos. El derrotero había comenzado con facebook.

Con música de fondo, en primer plano y mirando a cámara, el padre Julio César Ramos invita a participar de la iglesia, comparte sermones y parábolas, pero también muchas imágenes de la actividad escolar y el campo. Así, en su feed se pueden ver atardeceres, vacas, terneros, la sala de ordeñe, el trabajo de los jóvenes en la usina láctea, una siembra o una cosecha.

“Me toca trabajar con adolescentes entrando en la juventud, es una edad en la que se vive con cierto grado de ilusión ciertas cosas, lo que viven y conocen del campo también viene de sus familias, por eso, la mayoría, cuando terminan siguen estudiando agronomía o veterinaria, y después terminan vinculados a la actividad”, refirió Ramos.

Sin embargo, apuntó que hay abundancia de profesionales para el campo en la zona, “es una plaza muy competitiva”. “Algunos, después de un tiempo, se terminan yendo porque no se ven otros horizontes acá, yo trato de acompañarlos y brindar mi consejo para contenerlos y orientarlos”.

Además de los deportes y la lectura, el padre disfruta de escuchar música y caminar. “Sentir el aire fresco de la noche, contemplar los atardeceres me renueva y fortalece para afrontar el día siguiente. También se declara como un “carnívoro feroz”, le encanta el asado.

“El desafío más grande de Argentina es reconstruir la dignidad, logros comunes que nos hagan sentir un país, algo que hoy está truncado, hay un sentido comunitario que hay que restablecer y para eso hace falta un sentido de equipo y unidad, ojalá lo logremos”, deseó.

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