Gonzalo Cruz es un argentino que, como muchos, soñaba con recorrer el mundo y decidió emigrar para cumplir su respectivo sueño, dejando toda su vida en su país natal.

En uno de sus destinos, más específicamente en Francia, conoció al amor de su vida y sus planes cambiaron por completo. Se le ocurrió un emprendimiento revolucionario que cambiaría su vida para siempre.

Decidió llevar una de las recetas más reconocidas de Argentina en un avión e instalarla en la gastronomía europea. Después de muchos fracasos, hoy es dueño de la fábrica de dulce de leche más grande de Europa.

De Buenos Aires a la Ciudad del amor

Gonzalo era un joven de 17 años que se vio obligado a tener responsabilidades, a temprana edad se fue de su casa y consiguió un trabajo como vendedor por las tardes. A su vez, estudiaba Filosofía en el Colegio Nacional de Buenos Aires, por lo que tuvo que rebuscársela para así terminar con éxito el 5to y 6to año de su carrera.

La gota que colmó el vaso y lo hizo entender que necesitaba un cambio en su vida fue cuando fue dado de baja del servicio militar por una disritmia cerebral, una afección generada por el estrés. De esta forma, en 1984 decidió pausar sus estudios y priorizar lo que su cabeza necesitaba y lo que su corazón anhelaba: conocer el mundo.

Acompañado por su mochila, 980 dólares y con 21 años recién cumplidos en el Cuzco, Cruz inició su aventura por Latinoamérica en 1985, atravesando el Pacífico hasta llegar a California. Sin embargo, su destino no estaba fijado y decidió continuar su viaje por Europa, donde aterrizó en Francia y su vida dio un giro inesperado.

En la Ciudad del amor, Gonzalo conoció a su media naranja y sin saberlo, habría encontrado un nuevo hogar para él y para su nuevo emprendimiento que no tardaría en salir a la luz.

Fue en su luna de miel, un pequeño viaje hacia Argentina que realizaron antes de mudarse a las tierras francesas, donde su esposa se enamoró por segunda vez, ésta vez del dulce de leche. Se trajeron unos potes para que sus conocidos en Francia degustaran y le encantó a todo el mundo.

En ese momento, se le ocurrió crear su propia fábrica. “Y si fabricamos dulce de leche aquí en Europa?”, comenta la loca idea que cambió por completo la vida de Gonzalo.

Remarla en dulce de leche

“Era 1989 y nuestro país sufría de hiperinflación, era imposible pensar en importarlo puesto que no habían precios y las empresas argentinas no les interesaba exportar”, cuenta el primer desafío que enfrentaba.

Hicieron un estudio de mercado donde los resultados fueron positivos, Francia era un lugar perfecto para implementar un nuevo dulce para su público. Con la ayuda de su hermana, que se acababa de recibir de ingeniera industrial, construyeron un proyecto de implantación de una pequeña planta de DDL en el norte de Francia.

Así, Gonzalo invirtió en la primera fábrica especializada en dulce de leche, que hoy en día sigue manteniendo el título de la más grande de toda Francia. De esta forma, su empresa La Franco Argentine (inspirado en La Franco Argentina) nació en 1990 en Vervins, al norte de Francia.

“Debía llamarse La Franco Argentine, honrando a los inmigrantes del siglo anterior que traían su Francia a la Argentina, al revés de lo que yo estaba haciendo, permitiendo a los franceses descubrir un ícono de Argentina como es el dulce de leche”.

Pero lo que parecía sencillo, terminó siendo un gastadero de leche y azúcar hasta que, finalmente, pudo descubrir la receta ideal para el paladar europeo, que no estaba acostumbrado a un sabor tan dulce.

“Tengo un agradecimiento eterno al sistema francés de ayuda a los negocios emergentes. Tienen un sistema de acompañamiento y de ayudas estatales para poder crecer que me permitió montar la fábrica”, cuenta Gonzalo.

Sus productos llegaron hasta a la familia de la actual primera dama francesa, Brigitte Trogneux, esposa del presidente Macron. “Me acuerdo de muchos de mis primeros clientes, tuve la ocasión de reencontrarme con algunos con los que trabajamos desde 1992”, recuerda.

Una receta argentina en la gastronomía francesa

“No es fácil ni sencillo dirigirse a un público como el francés que es tan orgulloso de sus especialidades”, cuenta. Pero Gonzalo es creyente de que -los argentinos nos diferenciamos por nuestra chispa- y para hacer negocios, eso nos beneficia.

También desmiente un poco la rivalidad con los franceses que surgió a partir del Mundial de Fútbol y cuenta que nos tienen una gran estima y que les encanta todo lo que venga de Argentina, tanto música, literatura, artes plásticas, gastronomía y deportes. “Hasta el acento les causaba mucha simpatía”, agrega.

No conforme con crear una fábrica especializada, Gonzalo inventó distintos gustos de dulce de leche. “La idea de crear variedades y tener una gama es muy francesa, les encanta combinar”, cuenta el origen de su marca de cremas untables y alfajores rellenos, Raffolé.

“Tengo una cantidad de recetas innovadoras para el dulce de leche, estoy esperando una buena ocasión para ir presentándolas. Obviamente que el producto estrella sigue siendo nuestro DDL Gusto Argentino”, resume su proyecto a futuro.

A su vez, es dueño de la marca Chimbote, su marca líder de dulce de leche en España y Gusto Argentino, donde vende productos bien argentos como chimichurri, bizcochos o accesorios para el mate.

De esta forma, Gonzalo comenzó a llenar las góndolas de los supermercados con productos argentinos, incluso colaboró con Manu Botana y Carrefour, promoviendo la gastronomía internacional.

Francia no solo le dio el amor de su vida en su momento, sino que le dio una segunda oportunidad y le permitió crecer dejando una huella albiceleste en el territorio europeo.

A partir de su llegada, Gonzalo continuó difundiendo las recetas y productos que lo acercaban a su querida Argentina. “Todo nació del deseo de mostrarle al mundo todo eso que nos hace sentir orgullosos de ser argentinos”, resume su viaje.