“Mis abuelos cobraban la leche más cara que yo”. Con esta rotundidad resume la ganadera Sonia Palenzuela, de Villalquite (León), la situación de su granja de 270 vacas de ordeño.
Esta joven profesional, que ya tiene tras de sí una larga trayectoria, no recuerda ni en sus peores pesadillas una situación como la actual, con un precio de la leche por los suelos y unos costes disparados.
Parecía que la puntilla se la estaba dando la guerra en Ucrania, pero luego llegó la huelga del transporte, que ha añadido incertidumbre. No sabe cuándo llegará el camión de pienso que ha encargado. O si llegará.
“La situación es muy mala y estamos muy preocupados. Vemos que el precio de la leche no sube, y que cuando lo hace no nos repercute; no puede ser que el sector de la alimentación compita por precio, porque nos estrangula”, recalca.
Todo ello, por no mencionar el coste energético o el de la semilla de maíz, que ha crecido el 60%. O el precio del fertilizante, porque ni siquiera las granjas, con los purines que generan, se libran de necesitar nitrogenados.
“El problema del lácteo es de siempre, pero una situación como esta no la habíamos vivido nunca”, recalca. “No sé quién dirige todo esto, pero necesitamos soluciones. A ver si en la manifestación del domingo se consigue algo”, recalca.
