Lidia Sánchez es una trabajadora que se la jugó por su sueño: trabajar en un tambo, como había hecho su abuela. “Yo estoy en mi mundo”, sintetizó a Clarín Rural.
Con 43 años, pudo trabajar en varios tambos de Córdoba como de Santa Fe. Actualmente, está en el establecimiento “Las Marías”, ubicado en la localidad santafesina de Esperanza. Trabaja junto a su marido Esteban y sus dos hijos (que ayudan cuando no están en el colegio).
En el establecimiento, que tiene 160 hectáreas, hay 170 vacas en producción de la raza Holando Argentino y Jersey. En total. se producen 3.000 litros diarios en los dos ordeñes que hacen. Esa producción suele ser más alta, pero en el contexto de sequía que está atravesando la zona, la productividad de los animales bajó.
El promedio general es de 17 litros, pero hay vacas con picos de 30 a 35 litros. “Siempre cuando tienen una buena dieta y trato, se puede llegar a una alta producción”, señaló.
El manejo del tambo es a base pastoril con suplementación y Lidia se enfoca principalmente en el ordeñe, en la crianza de los terneros y en la alimentación de los animales.
Para poder llevar a cabo todas las tareas, se levanta a las 4 de la mañana: Primero, ordeña el total de las vacas y luego, tras la limpieza del lugar, recorre 30 kilómetros para llevar a sus hijos al colegio especializada en el sector agropecuario “para que puedan aprender los conceptos básicos” del campo. Posteriormente, continúa con las actividades que conlleva el tambo.
“Elegí el tambo porque me gustaba desde chica. Iba a visitar a mi abuela y la veía ordeñar a mano y a partir de ahí me apasionó. Llegar al campo era una cosa que a mí me encantaba. Esperaba que llegara enero para poder ir a pasar las vacaciones con mi abuela”, recordó Lidia, quien es una de las mujeres rurales protagonista del ciclo de Corteva Agriscience.
Así, cuando tuvo la oportunidad, con apenas 23 años, encontró un tambo en Córdoba que necesitaba personal. “Mi viejo no me creía porque era joven. Pero fui a probar igual”, contó.
Justamente, en ese tambo conoció a su pareja Esteban. “Hace 20 años que estoy en esto y no lo dejaría por nada. Si miro para atrás todo lo que fui aprendiendo, todo lo que lo que fui obteniendo de esto, es increíble. No me arrepiento, lo volvería a hacer de vuelta”, señaló.
La importancia de la mujer rural
Para Lidia, el papel de la mujer rural es muy importante y es un pilar fundamental. “Me acuerdo cuando iba a visitar a mi abuela, que cuando llegaba el dueño del campo, ella se metía en la casa y nos hacía esconder a nosotros porque era como que el hombre tenía que salir a tratar con el dueño. Y en ese momento, como ahora, éramos nosotras, las mujeres, las que íbamos a la par del hombre, ayudándolo”, apuntó.
“En su momento, cuando empecé en esto, yo veía que la mujer era solo para atender los terneros y el ordeñe, pero después me empecé a decir, ‘no, yo también soy partícipe de esto porque soy la que lleva los tratamientos, la crianza, aparte de un montón de cosas’, y ahí me dí cuenta que yo también tengo que también salir a hablar con el dueño del campo, no tener vergüenza”, señaló. “Me fue difícil en un primer momento porque era yo quien tenía que convencerme a mí misma, dar ese primer paso y cuando lo empecé a dar, me di cuenta que podía”, agregó.
Sobre su marido que trabaja junto a ella en el tambo, sostuvo que “es un compañero que me sabe llevar y que siempre estamos a la par, nos vamos ayudando mutuamente”,
De todas maneras, reconoció que la mujer podría tener otra importancia. “Todavía falta hacernos visibilizar más. Nos empezamos a dar cuenta que somos muy importantes”
Contó un episodio que la marcó para siempre. Su pareja se fracturó el brazo y tuvo que tomar las riendas del tambo que trabajaban en ese momento. “Tenía mucho miedo porque siempre me apoyaba en él, o sea, era él el que daba la cara si pasaba algo”, relató.
Pero, según contó, sacó fuerzas y se dijo así misma “tengo que poder” y finalmente, logró su cometido..
Con esta vivencia personal, que pudo salir adelante pese a las adversidades, les mandó un mensaje al resto de las mujeres: “El consejo es que las mujeres tienen que sacarse el miedo, nos tenemos que convencer a nosotras mismas que podemos. Y que también podemos unirnos, juntarnos para poder ayudar a esa que hoy no puede o no se anima a dar el primer paso”.
Por último, Lidia dejó en claro cuál es su sueño: “De acá a 10 años quisiera poder andar en el campo, en el potrero, viendo mis propias vacas y que esté asesoradas por mis hijos. No los quiero atar a que les guste el campo, pero me encantaría que sean ingeniero agrónomo o veterinario y que se enamoren del campo, que me acompañen y así poder dejarles un establecimiento, aunque sea chiquito, pero lo importante es decir lo logré, llegué. Este era el sueño que tenía mi abuela y quiero poder concretarlo”, cerró..