Por otro lado, las nuevas tecnologías de comunicación e información emergentes facilitan el acceso al conocimiento lo cual significa una potente herramienta para el desarrollo. Como todo avance, este nuevo contexto supone desafíos, en este caso, poder distinguir que ‘información’ no siempre quiere decir ‘verdad’.
Cuando la exigencia de los consumidores trasciende la calidad del producto hay que posicionarse a la altura de las circunstancias. Hoy, además de informar las cualidades del producto, el desafío está en demostrar que la actividad se puede realizar de manera sostenible.
Desde el comienzo de las civilizaciones humanas, la domesticación de animales para su cría ha jugado un papel clave. Esto se debió principalmente a que la producción bovina convierte cultivos y productos de cultivos en alimentos de alto valor nutricional para las personas. Sin embargo, en este último tiempo la producción de alimentos de origen animal ha estado en el ojo de la tormenta.
Según el Código Alimentario Argentino: ‘leche’ sin calificativo alguno, se entiende al producto obtenido por el ordeño total e ininterrumpido de la vaca lechera en buen estado de salud y alimentación, en condiciones de higiene, proveniente de tambos inscriptos y habilitados por la autoridad sanitaria bromatológica jurisdiccional y sin aditivos de ninguna especie [1].
La composición de la leche de vaca puede verse modificada por diferentes factores tales como raza, alimentación, momento de la lactancia, edad, salud de la ubre. En términos generales, se puede aproximar que la composición de la leche es 87% de agua y el 13% restante de sólidos entre los que se destacan principalmente grasa, proteína, lactosa, vitaminas y minerales.
La leche y los productos lácteos son una excelente fuente de proteínas de alta calidad ya que nos aportan los denominados aminoácidos esenciales. Muchas dietas humanas son deficientes en algunos de estos aminoácidos. Por ejemplo, las dietas a base de trigo y maíz contienen solo el 57 y 58 por ciento respectivamente de los niveles requeridos de lisina, uno de los aminoácidos denominados esenciales (OMS, FAO y UNU, 2007).
Además, los productos lácteos son fuente de vitaminas y minerales biodisponibles para el cuerpo humano, como pocos alimentos. Al respecto, la Comisión Europea ha concluido que la proteína, calcio, fósforo, magnesio, manganeso, zinc, vitamina D y vitamina K son necesarios para mantener huesos normales (reglamento 2012 de la Comisión Europea). Con la excepción de la vitamina D, estos nutrientes están presentes en cantidades significativas en la leche y productos lácteos.
Si bien existen numerosos intentos por vincular el consumo de leche con el riesgo de adquirir ciertos problemas de salud, lo concreto es que, a la fecha, no existen evidencias científicas de que su ingesta moderada aumente el riesgo de enfermedades. Las evidencias científicas disponibles respaldan que la ingesta de leche y productos lácteos contribuye a cumplir con las recomendaciones de nutrientes y puede proteger contra las enfermedades crónicas más prevalentes, mientras que se han reportado muy pocos efectos adversos [2].
Necesitamos trazarnos una estrategia para poder informar con claridad qué producimos y por sobre todo cómo lo hacemos. Es posible producir siendo socialmente responsable y ambientalmente amigable. Solo necesitamos encontrar los medios para exteriorizarlo.
[1] Argentino, C. A. (2002). Capítulo VIII: Alimentos lácteos. De la canal y asociados (Ed.). Buenos Aires.
[2] Thorning, T. K., Raben, A., Tholstrup, T., Soedamah-Muthu, S. S., Givens, I., & Astrup, A. (2016). Milk and dairy products: good or bad for human health? An assessment of the totality of scientific evidence. Food & nutrition research, 60(1), 32527.
Por Fernando Masía – Especial para TodoAgro
Ingeniero argentino radicado en Australia.
Email: fermasia@gmail.com – en Tw: @fermasia