Hijos y nietos de productores lecheros, para ellos el tambo es un legado y una actividad que disfrutan y buscan mejorar. Forman parte de la cuarta generación de una familia que se inició en la lechería en la década del 1970, en Colonia Vignaud, departamento San Justo, al noreste de Córdoba. Están concentrando las vacas de siete tambos pastoriles, en los que aún producen en uno solo, inaugurado este año, con pistas de alimentación y un sistema de ordeño de línea baja y salida rápida, que les permitirá concentrar allí unas 2000 vacas.
Andrés (48) y Javier Bossio (51) integran Fortezza S.A., empresa familiar que mostró este año su proyecto en marcha, el tambo Cuatro Ceibos, en el Tour Lechero realizado con motivo de la muestra Todo Láctea, en San Francisco, Córdoba. Además, hacen agricultura, en parte para abastecer la alimentación del tambo -en campos mayormente alquilados-, tienen un feedlot donde engordan terneros Holando, que venden como ganado de consumo y, con otros socios, integran una pyme láctea.
El nuevo tambo se inauguró en febrero, concentrando dos de los siete que tiene la empresa, sumando 650 vacas, de las cuales hay 430 en ordeño. Adyacente al equipo de ordeño y los corrales de espera y aparte, todos bajo techo, en un galpón de 70 por 35 metros, hay una pista de alimentación (drylot) y proyectan levantar otras tres más. Todas serán techadas y allí se concentrarán todas las vacas de los tambos originales.
Andrés cuenta que su abuelo, en los ‘70 comenzó comprando un campo frente al actual tambo y que, luego de varias sociedades familiares, llegaron a tener nueve tambos de 200 a 250 vacas en ordeño. “La idea fue tratar de concentrar todo cerrando los tambos chicos y armar uno solo donde podamos ordeñar mayor cantidad de vacas, con mejor tecnología y simplificando la operación”, contó.
Todavía quedan unas 1400 vacas en los restantes cinco tambos a unificar, que llegarán a Colonia Vignaud cuando se haga la segunda calle de alimentación. “La limitante es la pista actual que soporta hasta 650/700 vacas en ordeño”, explicó el productor. Esa calle tiene seis metros de ancho, más cuatro metros de pista de cemento a cada lado, donde se paran las vacas para comer.
Faltan construir otras dos calles y sus pistas, para completar las tres proyectadas para vacas en lactancia más una pista para vacas secas, y sus respectivos galpones, para las cuales ya está preparados y elevados los terrenos. “Si todo va bien, hacia fin de año deberíamos arrancar con la segunda pista. La idea es que las pistas estén techadas a futuro y las vacas vivan en un sistema de cama caliente, secas y cómodas”, indicó Andrés. Con techo, cada pista podría pasar de 600 a 800 vacas. Además, este sistema ahorra al menos 5 por ciento de comida, cuando en los tambos, en general, el desperdicio de ración está entre 5 y 20 por ciento.
Poderosas razones
“El tambo para nosotros es una forma de vida, es la columna vertebral de dónde arranca todo, con Javier nos integramos enseguida a la empresa familiar porque nos gustaba”, repasó Andrés. Mientras que Javier, que a los 19 años empezó como peón silero y mixero, y luego se dedicó a la alimentación, disfruta el tambo todos los días, “más allá de que lo pase bien o mal”. Como sostuvo: “Cuando tengo un problema me voy al campo y se me pasa”.
Superando el legado familiar y el amor por el tambo, dos poderosas razones llevaron a los Bossio a encarar el proyecto del nuevo tambo: la lluvia y el barro. “Siempre me dediqué a la reproducción y cada vez que llovía y teníamos las vacas apartadas, no podíamos hacer tacto”, señaló Andrés. “Un día dije: no quiero mojarme cada vez que tenemos que hacer un trabajo, y se hizo el techo y se cambiaron los comederos por las pistas de alimentación”, relató.
En el mismo sentido, Javier admitió: “Tengo una cuestión con el barro. En 2016 la pasé soberanamente mal viendo vacas y mixers clavados y camionetas rotas. No podíamos alimentar los animales. Lo hablamos con Javier y dijimos: esto no va más. A esos bichos le debemos todo y se merecen estar en un lugar lindo. La idea es tener todas las pistas techadas y no solo por la lluvia. Este verano fue triste ver como los animales se nos morían al sol”, recordó.
Construyeron el tambo aplicando lo que vieron en otros países como Brasil, Estados Unidos, México y Chile, tomando lo que mejor se adaptaba a su sistema. “Vinimos con la idea de instalar una máquina con salida rápida, con doble línea baja y poder trabajar todo en un solo galpón”, explicó Andrés. La salida rápida implica que las vacas se ubican a 90 grados, a ambos lados de la fosa, con su cabeza dentro en una baranda o brete. Al terminar el ordeño, se levanta esa baranda, las vacas quedan liberadas, salen todas juntas, y se gana tiempo en desalojar el tambo, pudiéndose ordeñar unas 300 por hora.
El equipo, marca GEA, tiene su mayor incorporación tecnológica en los bretes, que permiten ordeñar 30 vacas por lado. La doble línea baja posibilita ordeñar 60 vacas a la vez, ya que las pezoneras están siempre esperando a la vaca y no al revés. Su desventaja es que el doble equipamiento requiere casi duplicar la inversión inicial, aunque el mantenimiento es más económico que el robot o la calesita.
“Se decidió por el sistema de salida rápida en lugar del robot, porque se necesitaban ordeñar 2000 vacas de seis o siete tambos dispersos. Teníamos que buscar un sistema que se adaptara a ese rodeo”, dijo el tambero. El robot implicaba construir más galpones y para las actuales 450 vacas en ordeño necesitaban 20 robots, con una inversión cinco veces mayor que la hecha con el equipo de salida rápida. Comparativamente, “un tambo calesita de 40 bajadas para 1000 vacas, quedaba corto en 2 años y había que hacer dos”, detalló. Además, un tambo calesita de 80 bajadas implicaba el doble de inversión en ordeñadora y bretes instalados. “En Estados Unidos usan el tambo calesita con más de 2000 vacas, caso contrario piensan en uno de salida rápida”, señaló Andrés.
Inversión y créditos
La elección de este sistema tuvo relación con la falta de créditos para pagar una inversión mucho más grande. Con la mitad de inversión, pudieron ordeñar igual cantidad de vacas y dejar de vender vaquillonas, como les sucedió en los últimos años, por no poder absorber su crecimiento.
Toda la inversión (galpón, equipo de ordeño, bretes, corrales, movimiento de tierras y pista) ronda 1,5 millones de dólares y para completar el proyecto hace falta un monto algo mayor al ya invertido. “Hicimos el 25 a 30 por ciento a crédito y el resto a pulmón. Se hace muy cuesta arriba ponerse a invertir si no hay crédito por la falta de financiamiento bancario para estos proyectos. Mucha gente dejó la actividad por no poder darle a las vacas lo que necesitaba”, puntualizó Andrés.
Y agregó: “Techar esta pista vale 1 millón de dólares y no hay crédito para esto. Pero si voy a comprar una picadora vale lo mismo y Claas me la da a pagar en 6 años, con cuotas semestrales. El del galpón no puede darme seis años y ahí se traba todo. La financiación que hay es muy corta. No podemos tomar un crédito y devolverlo en cinco años”, sostuvo Andrés. En tanto, Javier manifestó: “Uno va de apoco y a eso se suma el mal clima, los gobiernos que no entienden y creen que porque la leche es cara en el supermercado tiene que ser barata en el tambo, cuando siempre fue barata. Si a la gente no le ponés plata en forma digna en los bolsillos todo es caro”, enfatizó pensando en el consumidor.
Aún en etapa de adaptación al nuevo equipo, en el tambo de los Bossio hacen dos ordeños diarios con la idea de pasar próximamente a tres. Usan identificación electrónica por collares que permite detectar celos, problemas de salud y de manejo de alimentos, como los horarios de comida. También, monitorear el tiempo de rumia y de comida, y la producción de leche por ordeño.
“De todos los tambos, tenemos un promedio diario por vaca de 28 a 29 litros anuales y con este tambo la idea es ganar 2 o 3 litros más por año y por vaca, porque se estabilizarán mucho más las dietas y vamos a poder manejar mejor el tambo, para que la vaca tenga un rumen lo más estable posible. Con el techo, podremos tener un pico de 40 litros y un promedio de 35 a 36 litros, porque la genética está”, proyectó Andrés.
Feedlot y agricultura
“Paralelamente a los tambos, siempre se trabaja en agricultura y ganadería. La ganadería viene casi pegada al tambo, porque las hembras siempre se criaron y vuelven a su tambo, y los machos Holando van a un feedlot que también tiene animales que se compran a productores de la zona, que los recrían hasta los 150 a 180 kilos”, contó Javier. Allí los terminan como animal de consumo interno y la mayoría se venden a frigoríficos o a un matarife local.
La agricultura, con maquinaria propia, la hacen en unas 3500 a 4000 hectáreas, unas 1000 de ellas propias. Cultivan maíz que va para el tambo como alimento balanceado y soja que se canjea como por expeller o harina de soja, más allá de que la venta de estos granos permite diversificar el negocio en épocas en que la carne o el tambo son menos rentables.
El 80 por ciento de la agricultura la realizan en la zona de Ceres, Santa Fe, y el resto en Colonia Vignaud. Muy cerca de allí, también cuentan con una planta de silos a la que se le agregó otra de balanceado seco y celdas de comida para maíz y distintos tipos de silo. La ración de las vacas se da sobre la pista dos veces por día y se barre hacia los animales tres veces al día.
La dieta incluye silo de maíz, heno de alfalfa, alfalfa picada, cascarilla de soja, algodón, harina o expeller de soja, grano de maíz, permeado (proteína del suero de los quesos) y suplementos minerales. Este año comenzaron a dar silo de sorgo en vacas de preparto, sector que, al igual que la guachera, está centralizado en el nuevo tambo.
“Algo bien se hizo”
La historia familiar de los Bossio, en los últimos años, trascendió el tambo y se integró verticalmente en una pyme láctea industrial. “Fue una idea de mis tíos y cuatro productores más de la zona de Morteros la de asociarnos para tratar de escalar el negocio”, contó Andrés. Su abuelo había sido uno de los socios fundadores de SanCor y su padre, presidente de la cooperativa El Alba de Colonia Vignaud, integrada a esa empresa láctea.
Hacia 2010, ante las dificultades de SanCor para pagar la leche que le entregaban, finalmente los Bossio salieron de esa cooperativa pensando en una alternativa para colocar la producción. Primero armaron un pool de leche, luego pensaron en una quesería y finalmente formaron Lactear, una pyme láctea que produce quesos y otros productos, y que a sus remitentes les paga por sólidos, grasa y proteínas de la leche.
“Lo que más me gusta es ver el progreso que hicimos con las vacas. Comenzamos ordeñando 16 litros por día y ver que hay días que estamos en 40 litros, es un número impensado 15 años atrás. Hubo mucho trabajo y mucha inversión. Caminar en medio de las vacas y verlas del mismo tipo y estilo y de la misma calidad, es algo que nos enorgullece mucho. Te hace bien al alma, porque vemos que algo bien se hizo y logramos lo que tenemos ahora”, expresó Andrés con orgullo.
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