La desaparición de las cuotas lácteas que limitaban la producción de leche en los países de la Unión Europea (UE) cumplió el pasado lunes su cuarto aniversario y en Galicia dejó atrás más de 1.600 explotaciones, con una media de 400 cierres por año. Esta desregulación en el volumen de leche que producía cada Estado aumentó la competencia y un excedente de producto en el espacio comunitario; afianzó el desequilibrio entre los agentes de la cadena de producción en detrimento de los productores debido a que las industrias ya no estaban obligadas a comprar la leche a quien tenían cuotas y podían escoger; y, por tanto, los ganaderos perdieron la seguridad en la venta de su leche que antes sí tenían garantizada.
Ésas son algunas de las consecuencias de la liberalización del mercado lácteo en abril de 2015 que recogen el economista y exconselleiro de Agricultura, Francisco Sineiro y su compañero Jorge Santiso, en su estudio “Producción e xestión do mercado sen cotas”, en el que alerta también de la excesiva dependencia de la evolución internacional y su influencia en la variación de los precios. Esta situación -aclara el informe- ya se daba desde el año 2007 y se agudizó con la eliminación de los cupos hace cinco años. De ahí que, entre 2015 y 2016 se produjese una de las mayores crisis del sector con tarifas hasta un 20% por debajo del coste de producción en Galicia, al cobrar los productores en algunos meses menos de 28 céntimos por litro. Pese a la recuperación entre 2017 y el año pasado, los expertos avisan de que la alternancia de periodos de recesión y recuperación seguirán en el futuro mientras el precio de la leche en la UE siga determinado por el mercado internacional.
A esta situación se llegó -afirman- debido a “unas previsiones erróneas” sobre un aumento del consumo de leche que no se cumplieron. Tampoco se acertó con el repunte de la producción, que creció hasta los 14 millones de toneladas entre 2013 y 2017 frente a los 5,5 millones previstos y de los que solo se exportó un tercio. Las consecuencias, según indican, fueron un aumento de stock y la caída de precios que, insisten, pueden repetirse por la “fragilidad” del mercado. En cuanto a Galicia, en la última década se incrementó en medio millón de toneladas la leche que se ordeña en la comunidad. Y respecto a 2015, cuando se terminó el sistema de cupos, la producción se elevó en un 3% hasta los 2,3 millones de toneladas registrados el pasado enero. En estos cuatro años sin cuotas, las tarifas se han recuperado en un 20% -de 28 a los 33 céntimos- pero a costa de que el sector sufriese en 2015 una de sus peores crisis. En el camino se han quedado 1.618 explotaciones y, en la actualidad, son 7.866 ganaderos los que realizan entregas a la industria, mientras que en 2015 rozaban las 9.500.
El precio de la leche en la UE se sigue fijando según la situación del mercado internacional. Los autores del texto consideran que “no tiene sentido” que sea así porque las tarifas no tienen relación con los costes de producción y en un contexto en el que las exportaciones solo suponen el 10% del total. Además, aseguran que el 90% de la producción se consume en forma de productos lácteos con mayor valor añadido y tarifas más estables. Pero no es el caso de Galicia, donde de los 2.600 millones de toneladas de leche producidas en 2016, el 44% se exportó en cisterna para transformarse en otras comunidades. El 56% restante -1,5 millones de toneladas- sí que se procesa en la comunidad pero la mayoría se envasan como leche líquida, batidos o nata. Solo un tercio del producto procesado se destina a la fabricación en Galicia de derivados lácteos con valor añadido.