El desafío rural. Asturias pierde cada año unas 100 explotaciones de vacuno de leche. El litro se paga igual que en 2007 y los costes no dejan de subir. La solución: más vacas y más tecnología.

La gente no se queda en el campo sólo por poner internet». La afirmación la hace Ramón Artime, presidente del sindicato agrario Asaja, para evaluar las estadísticas que aprietan al sector ganadero, en especial, al de vacuno de leche. En los últimos cuatro años se han perdido 479 explotaciones en Asturias, a razón de un centenar «abundante» por año. La situación preocupa y desanima a los ganaderos, casi a partes iguales.

Según datos de la Consejería de Medio Rural y Cohesión Territorial, a junio de 2021 permanecían activas en el Principado 1.978 explotaciones de leche. Una cifra que sigue cayendo pese al esfuerzo de los ganaderos por modernizarse y ampliar instalaciones para mejorar el rendimiento de una actividad que, en muchos casos, les viene de sus abuelos.

Pero, en junio, recibían la noticia de que la tonelada de pienso se incrementaba 18 euros, como consecuencia del encarecimiento del cereal. A lo que hay que añadir que buena parte de esos compuestos incluyen soja, que llega a Asturias desde Sudamérica principalmente, a través del puerto de Bilbao. Un periplo que contribuye a engordar los gastos en alimentación.

La última subida sitúa el coste de producción de un litro de leche en 32 céntimos. Lo tiene bien calculado Ángel José Fernández, que busca la eficiencia en la alimentación y la mejora genética como fórmulas para conseguir optimizar beneficios. «Los márgenes son cada vez más estrechos», asegura este ganadero avilesino de 44 años, que, aun así, se resiste a dejarse vencer por el pesimismo y tiene previsto acometer un plan de mejora que le permitirá renovar su sala de ordeño e informatizar todo el proceso.

El coste de producción es de 32 céntimos y el litro de leche se paga a unos 35. Así fue, al menos, a principios de este mismo año, según informes recientes de la Sociedad Asturiana de Estudio Económicos e Industriales (Sadei). El mismo precio que les daban por litro de leche en verano de 2007 y que apenas ha sufrido variaciones desde entonces. «Cada vez cuesta más trabajo sacarle rentabilidad a las explotaciones», reafirma Ramón Artime, en una letanía que se escucha de oriente a occidente de la región.

Y ahí está el meollo de la cuestión, porque, dadas las circunstancias, cada vez es más difícil encontrar quien tome el relevo de las explotaciones que están en marcha. Ángel José Fernández, que iba para perito y lo dejó, lleva desde los 19 años al frente de la ganadería de su padre. «Por suerte o por desgracia, a mí esto me gusta. Pero hay que luchar mucho», afirma.

Su caso es cada vez más inusual, en una deriva generalizada que duele especialmente en Asturias por su tradición ganadera: «Aquí se produce leche de mucha calidad, pero, a día de hoy, hay que producir casi el doble para conseguir el mismo rendimiento. Con ese panorama, son pocos los que quieren continuar con las explotaciones una vez que se jubilan sus padres», pone de manifiesto Mercedes Cruzado, al frente de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

Producir más pasa por incorporar más cabezas de ganado en las explotaciones y también más tecnología. Así lo hicieron Anabel Campo y su marido, José Ignacio Candás, que asumieron la ganadería familiar con 60 vacas. Actualmente, su explotación, situada en Colunga, supera los 130 animales, cuenta con la ayuda de un robot de ordeño y está a la espera de la instalación de unas placas solares con las que pretenden reducir el gasto eléctrico.

Aun así, «a veces te paras y piensas que esto no es vida», comenta Anabel Campo, de 49 años. Ellos pidieron un préstamo para comprar un robot de ordeño, ante la falta de mano de obra que pudiera ayudarles en una faena que les ocupa 12 horas al dia, 365 días al año. «No encontramos quien quisiera trabajar en el campo», asegura. Algo que también retrata la situación del sector ganadero asturiano.

Como el hecho de que su hijo, de 14 años, quiera estudiar Ingeniería Informática, en lugar de seguir sus pasos. En cualquier caso, «decidimos modernizarnos» para tratar de sacarle partido a una explotación que, hoy por hoy, es su vida. Como Anabel y José Ignacio, otros muchos ganaderos del Principado, que esperan desde hace dos años a que se convoquen las ayudas de la Consejería de Medio Rural y Cohesión Territorial para financiar planes de mejora en el sector.

A junio de 2021, estaban registradas en España 824.451 vacas de ordeño y 272.860 novillas. El 8% en Asturias: 87.784, entre unas y otras, según las estadísticas aportadas por la Dirección General de Producción y Mercados Agrarios, organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

El Principado es la cuarta comunidad autónoma española en volumen de vacuno de leche, por detrás de Galicia, Castilla y León y Cataluña. Y ocupa esta misma posición, como cabe esperar, si lo que se analiza es el volumen de leche entregada a la industria láctea. Los registros oficiales revelan que los ganaderos asturianos vendieron el año pasado 592.000 toneladas frente a los 2,8 millones de los gallegos, que son los mayores productores de leche de España.

La innovación y las nuevas tecnologías permiten producir más y, en la mayoría de los casos, leche de mejor calidad. Pero también implican un endeudamiento que, según las asociaciones de ganaderos, está condicionando al sector y hay que sumar al coste de producción por litro de leche. «El primer sector, al final, es el último», lamentan.

Piden una mayor implicación por parte de las administraciones autonómica y estatal. Pero no sólo eso. Entienden que la industria láctea -empresas y distribuidores- también debería arrimar el hombro para que el esfuerzo de los ganaderos por modernizarse obtenga una justa recompensa. «El precio de la leche lleva años sin subir. Ahora mismo, casi cuesta más una botella de agua», ponen de manifiesto. «El mercado controla al ganadero», prosiguen. Y, ante esta situación, «necesitamos apoyo, no de boquilla, porque si no el campo se muere».

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