Pasó hace menos de seis meses. Fue a fines de octubre, apenas asumido Roberto Feletti en la Secretaría de Comercio, con el rayo del Capitán Frío para congelar precios. La resistencia de algunas empresas a someterse a acuerdos “voluntarios” -es decir, impuestos por la voluntad del soberano- desató una campaña militante en redes. Emulando al legendario mandato de Néstor de “no comprarle ni una lata de aceite” a Shell, en 2005, se convocó a un boicot contra los productos de esas renegadas, acusadas de lucrar a costa de la mesa de los argentinos. Hubo, incluso, un hasthag (“#NocompremosArcor”), con una arenga a comprar mate, café, harina y palmitos, yerba, mermelada, cacao, picadillo -y sigue la letra- de Marolio. Además de darle sabor a tu vida -como canta su jingle-, prima una visión quijotesca sobre esta empresa, percibida como la contracara nacional y popular del Gigante de Arroyito.
Luis Pagani, titular de Arcor, es peso pesado de AEA. También influye fuerte en Copal y, por extensión, en la UIA, ambas presididas por el abogado Daniel Funes de Rioja. Arcor, Molinos y Ledesma -es decir, Pagani, Perez Companc y Blaquier, la “oligarquía” para el manual básico K- fueron los más reacios al congelamiento del Capitán Frioletti. Grupos de capital nacional, tienen mucho más en juego que una multi, más comprensiva para adaptarse a las nuevas viejas reglas. Hasta que esa paciencia se agota y en alguna capital de primer mundo -París, por ejemplo- alguien presiona la tecla de salida. Un empresario local que depende del mercado interno no tiene esa opción.
En 2021, la Argentina tuvo una inflación del 50,9% (50,3% en alimentos), informó el Indec. La facturación consolidada del Grupo Arcor subió 12,7%, a $ 301.186 millones. Obtuvo el 67% en el país. “Es relevante mencionar que la Argentina, principal escenario de los negocios del grupo, se vio impactada durante algunos meses del año por el congelamiento de precios implementado por el Gobierno nacional, la devaluación de la moneda y una elevada inflación, que produjo el poder adquisitivo de la población”, explicó en su memoria.
Su negocio de golosinas y chocolates creció 12%, a $ 52.788,6 millones. El de alimentos -que incluye La Campagnola- se redujo 8%, a $ 24.888,8 millones, medido en moneda homogénea. Mantuvo volúmenes. Hubo más ventas de tomates, conservas de pescado, aderezos y aceites. Cayeron las de jugos en polvo y polenta.
“En ese contexto, la performance general del negocio sufrió un deterioro del resultado operativo”, anotó. Asentó en esa línea $ 22.047,37 millones, 19,6% menos que en 2020. Lo justificó en el incremento de costos (“producto del sostenido proceso inflacionario”) y un aumento de materias primas superior al ajuste de los precios de sus productos.
Pero, en su 70 aniversario, Arcor tuvo una ganancia neta de $ 19.918 millones, casi el doble que en 2020. Un punto a favor del Gobierno, que brama contra las “ganancias extraordinarias” de las empresas. Sin embargo, eso fue mérito de la Casa Rosada. O, en rigor de verdad, de Martín Guzmán y Miguel Pesce: un resultado financiero favorable de $ 13.238,4 millones -contra una pérdida de $ 9801 millones en esa línea del balance 2020-, “generado, principalmente, por la apreciación en términos reales de la moneda en la Argentina”. Es decir, el atraso cambiario que registran quienes -como Arcor- operan con el dolar oficial.
Le pasó lo mismo a Molinos Río de la Plata. Ganó $ 2829 millones, $ 194 millones más que en 2020, cuando volvió a números positivos por la venta de su sede. Entre 2017 y 2019, acumuló pérdidas por $ 5000 millones. Entre las causas de su resultado neto, menciona su estricto control de gastos, una reducción de su costo financiero “y la desaceleración del ritmo de devaluación”: 22% en 2021 contra 41% del ejercicio anterior.
Pero el balance de Molinos encendó otra luz de alerta: vendió menos. Su facturación cayó 4,3%, a $ 66.572 millones. Su resultado operativo se contrajo 29,9%, a $ 2470 millones. “La caída en los ingresos está íntimamente relacionada al menor consumo de alimentos en hogares que, según la consultora Kantar, cayó 12,6%”, explicó en su memoria. También apuntó contra cambios de hábito que provocó la crisis: compras menos frecuentes y migración a segundas marcas. “Racionalización ante un bolsillo más exigido”, describió, “de un consumidor en modo supervivencia”.
“No hay signos de recuperación, ni siquiera, en los rubros más básicos”, admitió. “Haciendo un repaso por distintas categorías que componen la canasta básica, todos los sectores cerraron el año con caída”, agregó. El consumo per cápita fue el menor en 22 años, consignó. Reconoció más crecimiento en marcas de bajo precio y mayor relevancia de los productos de Precios Cuidados.
Pero esta última es una moneda con dos caras: “Las regulaciones sobre los precios de venta de ciertos productos de la canasta básica en determinados períodos del año han profundizado el desequilibrio entre los precios a los cuales la compañía puede vender y los aumentos de costos”.
También Mastellone, la mayor láctea del país, vendió menos. En 2021, engregó 1034,13 millones de litros de leche en el mercado interno: 5,3% menos que en 2020 y su punto más bajo en cinco años. Sus ingresos cayeron 4,9%, a $ 115.167,46 millones. En su reseña informativa, apuntó contra la aceleración de precios y la erosión del poder adquisitivo, que causaron que el consumidor visite menos los puntos de venta y en sus compras resigne tamaño y se vuelque a productos de menor valor, “como signo de ajuste y selección de prioridades”.
“Los crecientes controles de precios, tal lo sucedido con el congelamiento dispuesto en octubre por la Secretaría de Comercio, han tenido efecto sobre los márgenes de rentabilidad, comprimiéndolos, dados también los crecientes costos de nuestros productos”, subrayó Mastellone, en la que Arcor tiene 49% y el resto se reparte entre el fondo Dallpoint -al que representa Carlos Agote, presidente de la empresa- y la familia Mastellone. Gracias a la reestructuración de su deuda financiera, cerrada en junio, perdió $ 1553 millones, casi $ 2000 millones menos que en 2020.
Este martes, el Indec informó la inflación de febrero: 4,7%, con 7,5% en alimentos. La categoría, la de mayor crecimiento el mes pasado, acumula un 55,8% en un año. En octubre, Alberto Fernández levantó su dedo en público contra “la especulación de un grupo de pícaros, que quieren aprovechar el momento para sacar ganancias en desmedro de los argentinos”. Ahora, promete “guerra a la inflación” a partir del próximo viernes. ¿Su índice apuntará hacia el mismo lado?