India enfrenta crecientes presiones para abrir su mercado lácteo, tras más de 20 años de mantenerlo completamente cerrado a la competencia internacional.
El país asiático, con más de 1.500 millones de habitantes, posee el mayor rodeo combinado de vacas y búfalos del mundo y una producción que supera los 230 millones de toneladas de leche anuales, pero con baja productividad y un sector fuertemente protegido.
La mitad de su población —unos 700 millones de personas— trabaja en la producción agroalimentaria bajo sistemas de mínima escala, lo que genera una productividad “nula o negativa”, según especialistas. Esa estructura quedó consolidada con la “Ola Blanca” lanzada en 1970, que impulsó un modelo basado en cooperativas, autosuficiencia y cierre del mercado interno. Hoy existen más de 63.000 cooperativas lácteas, con 7,5 millones de integrantes, que sostienen la economía rural.
Durante décadas, esta estrategia permitió a India convertirse en el mayor productor lácteo del mundo, por encima de Estados Unidos, con más del 24% de la producción global. Sin embargo, el costo de ese modelo es un sector con baja competitividad internacional, altos costos y mínima innovación.
Tensiones con Estados Unidos
En este contexto, el expresidente Donald Trump aplicó un arancel especial del 50% contra India por impedir la exportación de agroalimentos estadounidenses. Washington reclama que Nueva Delhi elimine controles estatales y adopte incentivos productivos para reducir costos y abrir su mercado.
La presión norteamericana se basa en que el sistema lácteo indio —altamente protegido— excluye a productores extranjeros del mercado de 1.500 millones de consumidores. Para EE.UU., esta estructura distorsiona la competencia global y bloquea el acceso a uno de los mercados con mayor potencial del planeta.
Un sector clave, pero obligado a transformarse
Pese a estas presiones, el lácteo sigue siendo un pilar del empleo rural indio, especialmente para pequeños y marginales productores. A la vez, India es el quinto productor mundial de carne bovina, aunque la mayoría de los hindúes no consume carne vacuna por motivos religiosos.
Aun con su baja productividad, India se encamina a convertirse en la tercera economía mundial en los próximos dos años. Pero especialistas advierten que, si no transforma su sector agroalimentario y no abre parcialmente su mercado, corre riesgo de quedar relegada en la próxima década.
La conclusión es contundente: el país deberá modernizar su sistema productivo para evitar “la irrelevancia en los próximos 10 a 15 años”, en un escenario global dominado por eficiencia, innovación y apertura comercial.
Fuente: Clarín






