El impacto económico de la planta de Achacachi es impresionante. Ha logrado generar un movimiento de capital de 38,3 millones de bolivianos, inyectando dinamismo a la economía local. Más allá de las cifras, el beneficio directo se extiende a 1.200 productores lecheros de la región. Estos pequeños y medianos ganaderos ahora cuentan con un mercado estable y seguro para su producción, lo que les permite mejorar sus ingresos y la calidad de vida de sus familias, fomentando así la producción sostenible en sus unidades productivas.

Este modelo de gestión estatal en la agroindustria resalta la importancia de la articulación entre el gobierno y los productores primarios. La planta de Achacachi no solo procesa leche, sino que también crea valor agregado, contribuyendo a la seguridad alimentaria del país y reduciendo la dependencia de importaciones de productos lácteos. Es un ejemplo de cómo una inversión estratégica puede fortalecer la cadena de valor láctea desde el origen hasta el consumidor final.

Para la comunidad láctea internacional, el caso de Achacachi ofrece un interesante estudio sobre el rol que las empresas estatales pueden desempeñar en el fomento de la producción lechera y el desarrollo rural. Demuestra que, con una gestión eficiente y un enfoque en el beneficio social, es posible construir proyectos agroindustriales rentables que impacten positivamente a un gran número de productores, impulsando la economía regional y la soberanía alimentaria.