La industria de la leche está bajo amenaza. El presidente de la Federación Gremial Nacional de Productores de Leche de Chile, Marcos Winkler, indicó que la producción acumulada en lo que va del presente año 2023, ha disminuido un 6% en comparación con el anterior. El gigante productor la empresa Manuka, cuestionada por sus prácticas de lechería intensiva, estaría evaluando vender su empresa en Chile.
La industria láctea contribuye significativamente al PIB agrícola y a la economía en general, generando empleo tanto en zonas rurales como urbanas. Además, tiene un significativo impacto en la seguridad alimentaria, ya que la leche y sus subproductos son una fuente importante de nutrientes para la población y juega un rol clave en garantizar el acceso a alimentos saludables y nutritivos.
En Chile, la producción láctea diversifica a la agricultura, reduciendo la dependencia de cultivos y fortaleciendo la resiliencia ante fluctuaciones en los precios de otros productos agrícolas.
Dada su importancia económica y nutricional, la crisis en el sector lácteo tiene un impacto significativo en el país, principalmente en las regiones de La Araucanía, Los Ríos y de Los Lagos, imponiendo a todos los actores, públicos y privados, la obligación perentoria de abordar sus desafíos, considerando su impacto tanto a nivel económico como social.
Según el Observatorio Lácteo, en cuanto al número de productores lecheros que abastecen a la industria láctea tanto mayor como menor, se estimó un total nacional de 2.800 productores.
“La recepción nacional de leche cruda al mes de mayo presenta una disminución de un 5,8% en comparación con el mismo periodo del año anterior, pasando de 902,1 a 849,9 millones de litros. Lo anterior, supone una contracción interanual de 52,1 millones de litros y encadenar doce meses consecutivos con resultado negativo” ha indicado Fedeleche.
Si nos remitimos a las causas de la crisis del sector lechero, esta responde a múltiples factores entre los cuales destacan la crisis generalizada que vive el agro chileno, la competencia extranjera subsidiada, que empuja los precios a la baja y afecta la rentabilidad, los costos de producción, serios problemas de mercado interno, afectado por distorsiones de las que el Estado ha sido incapaz de hacerse cargo.
Cuando hablamos de problemas de mercado interno lo primero que identificamos es la concentración de la cadena de suministro y la distribución, que afectan la capacidad de los productores para acceder a los mercados y obtener precios justos. Y además habitamos en un mercado lleno de imperfecciones en el que los únicos beneficiados parecen ser los escasos y poderosos compradores que, alentados por un mecanismo delirante de determinación del precio de la leche, arrasa con productores afectados directamente por la presencia de un oligopsonio brutal pero legal.
Los principales productores de leche en Chile, Manuka y Chilterra, han sido arrastrados por esta ola depredadora, liderada por las transnacionales Soprole y Nestlé, que a su paso han arrasado con productores, trabajadores y prestadores de servicios.
Una señal clara de que la producción local está siendo afectada es el alza en las importaciones. “Las importaciones de productos lácteos al mes de agosto del 2023 acumulan una segunda alza consecutiva, anotando un aumento de 4,51% frente al mismo periodo del año anterior, totalizando en valor US$ 388,2 millones” señala un reciente informe de la leche en el país.
Chilterra ya cayó y optó por el camino de la reorganización judicial con el fin de liquidar sus activos y salir del negocio, en un proceso que ha dejado varados a sus trabajadores, cuyos intereses nadie defiende en la junta de acreedores de la empresa, cuyo principal acreedor, el banco neerlandés Rabobank, muestra un peligroso desinterés por las consecuencias sociales de sus decisiones.
Mientras tanto sus trabajadores en un limbo han decidido avanzar en una ocupación productiva del predio agrícola.
Por su parte, Manuka, el indiscutido principal productor de leche en el país, desde hace algún tiempo ha comenzado a presentar síntomas preocupantes que según una fuente consultada por El Ciudadano “parecen anunciar una crisis inminente: despidos, atrasos en los pagos de sueldos y problemas para pagar a sus proveedores”.
Muchas señales apuntan a una inminente caída del gigante lechero nacional, que produce el 8 % de la leche en Chile y es controlado por capitales neozelandeses, y ante la proximidad de una crisis total, de acuerdo a información entregada a El Ciudadano por fuentes conocedoras de la realidad de la empresa, ya han aparecido consorcios extranjeros visitando los predios de Manuka, lo que daría cuenta de la intensión de vender sus activos, salir del país y dejar en su lugar a otra transnacional que venga a depredar las tierras del sur de Chile.
Esa jugada, la de abandonar el país, ya la hizo la neozelandesa Fonterra, ex controladora de Soprole y en eso están los socios neozelandeses de Chilterra. El Rabobank, uno de los principales financistas del agro en Chile va de salida. Irse pareciera ser un factor común en compañías extranjeras a las que poco les importan las consecuencias dejadas en su paso por un país al que ven como ajeno, demostrando desprecio por los trabajadores y las comunidades que los acogieron.