Pero en los últimos años eso cambió. ¿Por qué cambió la gente? No precisamente: los que cambiaron fueron los tambos al incorporar sistemas de ordeñe voluntario (VMS, por sus siglas en inglés) en los cuales, gracias a la robotización, no son los humanos sino las propias vacas quiénes deciden cuándo ordeñarse.
Una muestra del entusiasmo que genera ese cambio de paradigma es un video publicado en YouTube por Joaquín Palladino, un niño de nueve años de edad que, luego de visitar un tambo robotizado, decidió crear un video para compartir con la comunidad digital esa maravilla.
Joaquín no es un improvisado en la materia: su abuelo Rafael gestiona un pequeño tambo en la localidad bonaerense de Cañuelas y su padre Alejandro es un conocido investigador y consultor lechero. Cuando se enteró que iba a visitar el tambo robotizado de La Fayuca, en Castelli, pidió por favor que lo lleve con él.
Alejandro Palladino es parte del equipo técnico del establecimiento La Polvorilla, que cuenta con seis unidades de ordeñe automatizado para atender a unas 400 vacas localizadas en un “free stall” con cama de goma, mientras que otras 630 permanecen en otro tambo convencional diseñado con un sistema mixto (pastoreo con suplementación).
La transición de un sistema convencional a otro intensivo automatizado no fue una tarea sencilla, porque requirió un esfuerzo importante por parte de los animales y del equipo de trabajo, pero luego del primer año lograron ir acomodándose para comenzar a estabilizar las producciones, las cuales, si bien nunca bajaron de un promedio de 32 litros diarios, deberían ubicarse en no menos de 40 litros diarios.
De todas maneras, ya pudieron detectar a vacas con producciones individuales superiores a 60 litros diarios en la temporada alta lechera, de manera tal de contar con información sólida que permita ir armando un “seleccionado” de vacas “estrella” adaptadas al sistema intensivo.
El sistema de ordeñe voluntario cuenta con tranqueras “inteligentes” que identifican y derivan a las vacas hacia el robot de ordeño o bien a salas de alimentación si el animal fue ordeñado recientemente pero aún desea volver a ingresar para alimentarse con ración. En caso de que una vaca no ingrese al área en un tiempo prudencial, el sistema dispara una alarma para que un encargado pueda localizar al ejemplar y verificar qué sucede con el mismo.
Las camas de goma espuma con cobertor de goma, si bien contribuyen a mejorar las tareas de limpieza, presentan cierta resistencia por parte de algunas vacas. Por eso incorporaron viruta para atenuar el olor a goma nueva que disgusta a algunos animales.
Joaquín se sorprendió al observar que las mejoras implementadas además incluyen un galpón techado para terneros/as y un “túnel de enfriamiento” con grandes ventiladores que distribuyen chorros de agua durante el verano, además de un galpón de preparto –también tipo “free stall”– con camas de goma y un sistema de manejo de efluentes, el cual, además de abarcar todos los espacios por donde transitan las vacas, posee un separador de sólidos tipo “tornillo” que permite reutilizar el agua tratada para lavado de pisos por medio de un sistema de “flushing”.
La empresa también implementó un sistema automatizado de elaboración de raciones, el cual lo único que requiere es medir la calidad de los insumos e incorporarlos a diferentes silos para que, una vez diseñadas las fórmulas por el nutricionista, el equipo las mezcle de acuerdo a los criterios predeterminados.
También pudo ver que, más allá de los robots ordeñadores, existen un conjunto de tecnologías, como arrimadores de comida, sensores de estrés térmico o de condición corporal de las vacas, que permiten generar información útil en tiempo real para gestionar de manera cada vez más eficiente los sistemas lecheros.
Alejandro explicó a su inquiero hijo que los robots permiten alimentar a los animales con diferentes tipos de raciones según las necesidades diferenciales de las vacas y vaquillonas en ordeñe. En un futuro, como el sistema permite identificar de manera individual a cada ejemplar, quizás puedan diseñarse dietas en función de las necesidades particulares de cada vaca.
La automatización del ordeño y del sistema de confección y distribución de raciones permite contar con un volumen enorme de datos que, luego de ser analizados, deberían generar la información necesaria para poder detectar aquellas vacas mejor adaptadas a un sistema intensivo.
De esa manera, con el sistema funcionando a pleno, será posible identificar aquellas vacas que, además de tener una alta producción individual, cuenten con las mejores eficiencias de conversión de alimento en leche, de manera tal que el propio sistema permita realizar una selección genética específica para un modelo intensivo.
La grandeza del nuevo sistema es que la producción intensiva con ordeño voluntario y automatización de procesos requiere trabajadores que realicen tareas diferentes a las de un tambo tradicional, porque al reducir al mínimo la necesidad de realizar trabajos operativos el equipo puede concentrarse en la calidad de los procesos necesarios para que brindarle un buen servicio de alimentación y hotelería a las vacas.
El asombro de Joaquín es equiparable al que tuvieron los empresarios lecheros cuando comenzaron a advertir las ventajas productivas, económicas y laborales del hecho de dejar que las vacas manejen sus propios horarios sin interferencia de los humanos.