En el salón Argentina del predio del CICAE en Esperanza, fue Ezequiel Layana el encargado de dar inicio a las charlas, tratando “El equipo de trabajo en el tambo como motor del cambio».
Explicó que el conocimiento es la base para aplicar la tecnología y para trasladarla a los equipos de trabajo de todos los tamaños. La falta de bienestar de las personas, la visión diferente del trabajo que tienen los jóvenes, la falta de carrera profesional, las condiciones de contratación, la brecha generacional, son todos condicionantes para el futuro de la actividad.
En los establecimientos la mayoría de los trabajadores son jóvenes de entre 20 y 30 años, pero sólo el diez por ciento tiene una formación universitaria, mientras que la mayoría de la mano de obra cuenta nomás con la formación de la escuela primaria completa.
Los recursos humanos buscan en el trabajo en el tambo condiciones habitacionales dignas, ambientes positivos de trabajo, horarios y descansos claros, con posibilidades de aprender y crecer, con acceso a tecnología y herramientas modernas, además de contar con un sentido y propósito claros, por eso “las empresas se van a tener que encargar de gestionar todo esto”, remarcó Layana, armando una red de trabajo interna, con formación continua, con procesos y con la base de la cultura organizacional.
En su exposición destacó además que se debe evitar la rotación de personal, que más del 55 por ciento en la provincia de Santa Fe duran entre uno y dos años en cada tambo, pero mucho tiempo en el oficio de la producción primaria de leche. Hay que pensar a las empresas con más gente, con más contención, para poder calibrar cada tarea, pero disponiendo de tiempo para hacer reuniones, para intercambiar y para pensar soluciones.

“Cuando pensamos en el bienestar estamos de cara a las personas, para poder trabajar de manera precisa con mi equipo de trabajo, para poder proyectar juntos”, concluyó.
De las personas a las vacas, el asesor privado Roberto Albergucci, presentado por Boehringer Ingelheim, trató el bienestar animal, una temática que cobra cada vez más importancia desde hace siete décadas.
“Los animales hoy tienen una franja más angosta en el confort, por la necesidad de mayor rendimiento”, por lo tanto hay que entender que los factores de estrés se acumulan en las vacas y eso puede afectar el desempeño en las funciones básicas.
“Es fundamental reconocer los factores de comportamiento de las vacas”, siendo fundamental la mejora en la interacción con las personas para elevar el desempeño de los sistemas en su conjunto, teniendo en cuenta que el estrés calórico es el que mayor impacto puede llegar a representar.
Alimentación, alojamiento, estado sanitario y comportamiento son los criterios de evaluación de los rodeos, para contemplar los principios del bienestar animal. Todos los datos e indicadores deben ser válidos, fiables y prácticos.
Según la Organización Munidal de la Salud se pierden por año más de 350 mil millones dólares al año por deficiencias en la producción ganadera, es por eso fundamental atender el manejo, atendiendo puntualmente el miedo y el dolor como dos factores de fácil atención y que depende de los seres humanos de manera directa e inmediata.
“El bienestar animal es un tema de ética profesional. No tenemos ningún derecho a maltratar a las vacas”, enfatizó Albergucci, llamando a tomar conciencia sobre las posiblidades productivas, del negocio lechero y rol de cada persona en el tambo.

Para concluir la primera etapa de la mañana, Ariel Capitaine Funes, asesor en nutrición de vacas y docente universitario, se refirió a la “lechería de alto rendimiento”.
Esta forma de producir leche maximiza la eficiencia, cuidando todos los aspectos de bienestar, salud y ambiente, como parte de la sustentabilidad necesaria para el sector.
Busca el máximo margen por vaca, “para que el tambo gane más dinero”, con un máximo de productividad, medido en litros por lactancia, utilizando la menor cantidad de recursos por eficiencia de conversión, apuntando al crecimiento de los tambos con baja mortandad, alta reproducción y refugos controlados.
“No es verdad que hay que tener mil vacas para ser competitivo, pero sí tenemos que ser competeitivos”, sentenció ante un auditorio colmado, donde la concentración de la producción es un fenómeno global que avanza, que no se frena, pero sobre lo que hay que trabajar.
“Los costos para producir leche demuestran que cuanto más grande es el tambo, más bajo es el costo, por eso se busca la escala, para diluir los gastos. El tambo es una economía de escala”.
Es el potencial genético lo que colabora en una mejor lógica y ascendente de un negocio próspero, basando todo en la cantidad de litros totales que son los que pagan toda la cadena hacia atrás, en la producción primaria.
El control y el seguimiento de los datos es lo que puede dar la respuesta adecuada para mejorar la productividad y la rentabilidad de cada unidad productiva, con la eficiencia de conversión como factor clave, recortando gastos pero permitiendo que el potencial de la vaca se exprese de forma suficiente.