La situación actual del sector lechero nacional es muy grave y peor se avizora el futuro para 320.000 familias, 900.000 empleos y una producción de 14 billones de pesos, ya que el Gobierno de Petro está embarcado en la negociación de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (Apep). Hoy, el cese de compras por parte de varias compañías en algunas zonas del país y el menor precio que se les da a los productores, 17 por ciento menos en un año por litro, es insuficiente para cubrir costos de producción, pese a que la presidenta de Alpina, Carolina Espitia, diga que “el precio de la leche nos pega durísimo” (SEMANA, edición 2194).
¿Por qué la tendencia es a empeorar? La Apep es un tratado multipartes, similar al fallido Alca, de Estados Unidos con Barbados, Uruguay y Ecuador, más los ocho países que tienen TLC con la superpotencia. Algunos como el mismo Uruguay (Mercosur), Chile y México tienen con Colombia cuotas libres de arancel para lácteos y comercio sin restricciones a corto plazo, además de la vigencia de los cupos con la Comunidad Andina.
La Unión Europea y Suiza gozan en sus TLC de iguales o mayores beneficios y Nueva Zelanda, poderosa en esta rama, nos manda productos de la New Zealand Milk Products (NZMP).
Para completar el panorama, están asentadas en el país Lactalis (Proleche-Parmalat), Nestlé, Danone (Alquería), tres de las seis más poderosas compañías de lácteos en el mundo, y también el Grupo Gloria, de Perú. Las anteriores están entre las 900 mayores empresas de Colombia, que, por las características de los lácteos, comercian entre subsidiarias y filiales de la misma multinacional. Es un “sistema integrado de gestión” en un sector de ventas de volumen, de flujo de caja, para lo cual se debe “proteger la rentabilidad”, acorde con la presidenta de Alpina (SEMANA, ídem).
Es conocido el sarcasmo del embajador de la India que dijo querer reencarnarse en vaca suiza porque alrededor del 20 por ciento de los ingresos de la industria en ese país proviene de subsidios estatales, mucho más de lo recibido por un indio en pobreza. O en Estados Unidos, donde uno solo de los programas, el de cobertura “catastrófica” del margen de producción láctea, subsidia la diferencia –si es inferior a 4 dólares– entre el precio de la leche y los costos promedio de los piensos, por el que en 2023 repartió 1.200 millones de dólares (5 billones de pesos) (USDA).
Los subsidios en las naciones exportadoras explican parte del problema, pero no todo. De ellos se valen ciertas industrias y comercializadoras, inclusive en Colombia, para lograr márgenes brutos, como en Francia, del 24,3 por ciento, según la estructura de un negocio global al que se lanzó a los lácteos colombianos.
Las importaciones de leche en polvo descremada para deshidratar, entera para galletería, quesos y lactosueros, baratos y bajos en nutrientes, buscan garantizar niveles de ganancia estándar. Carlos Cavelier, de Alquería, que procesa 350 millones de litros al año, sentenció que “el precio formal en hato es superior al precio internacional, invitando a importaciones masivas” (Portafolio). De hecho, entre 2022 y 2023, los ingresos de las cinco primeras compañías del mercado nacional crecieron 25 por ciento, de 9,3 billones de pesos a 11,71 billones, el triple del alza de sus costos, 8,3 por ciento, y con muy distinta suerte a la de los ganaderos, los que se van a la informalidad.
Los cupos, que por los TLC son libres de ingreso para 2024, ascienden a 17.2761 toneladas para Estados Unidos y a 8.400 para la Unión Europea, y en abril ya se habían aprovechado 8.766 y 1.368 respectivamente (Dian). Al confrontar con el dato del Dane para el mismo mes de 24.278 toneladas de lácteos importadas en total, por valor de 80,15 millones de dólares, se infiere que las demás 14.000 procederían de Bolivia, Uruguay, Argentina y Chile.
Como se muestra en la gráfica, las compras externas de productos lácteos, que ya acaparan el 13 por ciento del mercado industrial, crecieron sustancialmente entre 2012 y 2023. Mientras tanto, el consumo interno es de solo 140 litros por persona al año –30 menos que lo prescrito por la FAO– y nuestras exportaciones no suman ni 5.200 toneladas anuales.
Si bien los factores enunciados, importaciones subsidiadas, comercio intrafirma y pingües ingresos para las grandes procesadoras, terceros países proveedores a la barata y demanda a la baja tienen aherrojados a los lecheros de Colombia, la Apep, en la que Petro los está metiendo, repetirá en la leche la triste historia de abandono del trigo y la cebada.
Que la resistencia civil del sector lechero en la actual encrucijada sirva también para advertir las calamitosas secuelas que le traerá a Colombia la inicua Apep y que la opinión los respalde con firmeza.
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