Emmanuel Faber (Grenoble, 57 años), que el lunes perdió el cargo como jefe del grupo francés Danone, era un directivo empresarial atípico. Faber, relevado tras meses de campaña de varios fondos de inversión que le reprochaban sus mediocres resultados y su estilo de liderazgo, dirigía una multinacional cotizada en bolsa con 100.000 empleados y presente en más de 120 países.

Al mismo tiempo, era un crítico implacable de la globalización, colocaba un discurso ecologista y social en el centro de su proyecto, y a la mínima ocasión lanzaba cargas de profundidad contra el capitalismo basado únicamente en la multiplicación de los beneficios.
“La idea misma de la que la empresa esté hecha para maximizar el valor de los accionistas es una herejía”, declaró Faber a EL PAÍS en mayo de 2019, cuando se celebraba el centenario de la fundación de la empresa por Isaac Carasso, un sefardí de Salónica afincado en Barcelona.
Ahora son estos mismos accionistas los que le han echado de la presidencia del grupo, después de verse forzado a principios de mes al renunciar al cargo de director general. Las acciones del grupo subieron hasta un 5% después de anunciarse la marcha de Faber a primera hora de la mañana.
“El Consejo [de Administración] ha puesto fin a las funciones de Emmanuel Faber como presidente-director general, y ha nombrado a Gilles Schnepp como presidente del Consejo de Administración con efectos inmediatos”, anunció Danone en un comunicado. Schnepp, antiguo patrón de la empresa de productos electrónicos Legrand, había entrado en el Consejo de Danone el pasado diciembre, cuando la presión sobre Faber para abandonar el cargo ya empezaba a hacerse insostenible. Schnepp estará respaldado por Véronique Penchienati-Bosetta, actual directora general internacional, y por Shane Grant, director general en Norteamérica, que compartirán de forma interina el cargo de director general mientras se busca un sustituto.
Los fondos Artisan Partners y Bluebell Capital fueron los impulsores de la destitución del presidente y director general. Faber se había convertido en un símbolo del capitalismo con rostro humano, al frente de una compañía que, desde los años setenta, con la familia Riboud a los mandos, fue precursora de la responsabilidad social de la empresa. En el comunicado, el Consejo se declara “convencido de la necesidad de aliar un alto nivel de resultados económicos con el respeto del modelo único de empresas con una misión que es Danone”.
Entre los argumentos de los inversores para deshacerse de Faber figura el hecho de que Danone había perdido pie ante sus grandes competidores en el sector agroalimentario, como Nestlé y Unilever. Le Monde recordaba el lunes que, desde que en 2014 Faber llegó a la cúpula de la multinacional con sede en París, las acciones de Unilever habían aumentado un 70%; las de Nestlé, un 45%; las de Danone, menos de un 3%.
La pandemia de la covid-19 golpeó con especial dureza a Danone. Entre otros motivos, por el cierre de restaurantes y comedores y a la caída del tráfico en aeropuertos y estaciones de tren, donde la venta de los poco ecológicos botellines de agua se hundió. “En total, la crisis nos ha hecho perder cerca de mil millones de euros en ventas. Danone ha sufrido un choque de una violencia inaudita”, declaró Faber en enero al diario Le Journal du Dimanche.
El jefe de Danone acababa de poner en marcha el proyecto Local first (local primero), que debe dar mayor autonomía a los directivos locales, partiendo de la idea, según Faber, de que más del 90% de productos se consumen en el país de origen. El anuncio, en noviembre, de la eliminación de 2.000 empleos en todo el mundo tampoco le ayudó, y le valió las críticas del propio ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, lo que situaba en una posición incómoda al patrón que hacía bandera de su conciencia social.
Según el semanario L’Obs, incluso Franck Riboud, presidente de honor, heredero de la familia histórica asociada a la marca y en el pasado protector de Faber, había criticado a su antiguo pupilo por “preocuparse más por el futuro del planeta que por el de la empresa” y por “centralizar el poder, en sentido contrario de la cultura Danone”. Uno de los reproches que se hizo a Faber fue el personalismo y la sobreexposición de una figura mediática que se le ha acabado volviendo en contra.
El debate es si Faber ha caído por visionario, porque quiso anteponer la protección del planeta a la lucha por el beneficio, o si le han despedido simplemente por mal gestor.
El pasado junio, el 99% de accionistas votó a favor de convertir Danone en una “empresa con una misión”, un marco legal que la obliga a tener en cuenta objetivos sociales y medioambientales. “Acaban ustedes de derribar la estatua de Milton Friedman”, dijo entonces Faber, en alusión al Nobel de economía, fallecido en 2006, que, en un artículo célebre publicado hace medios siglo, afirmó que “la responsabilidad social de la empresa es aumentar los beneficios”. La caída de Emmanuel Faber tienes muchas explicaciones, pero puede entenderse también como la venganza póstuma de Milton Friedman.

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