- La caída del precio de la leche y los productos lácteos en el primer semestre del año se atribuye a argentinos y uruguayos, que envían sus excedentes a Brasil. Esto provocó una deflación del 2,83% en el sector.
- La leche en polvo argentina cuesta 3,88 US$/kg y la uruguaya 3,81 US$/kg, mientras que la brasileña se vende a 6,12 US$/kg. El queso mozzarella brasileño es un 27% más caro que el de sus vecinos.
- Las diferencias estructurales entre las cadenas de producción de los países del Mercosur son visibles: mientras que Argentina cuenta con explotaciones especializadas y productivas, Brasil sigue teniendo miles de productores poco profesionalizados.
- Para hacer frente a esta competencia, se debate la adopción de medidas reglamentarias, como la exigencia de certificados de conformidad sanitaria para las importaciones y el aumento del tipo impositivo sobre los productos lácteos procedentes de países europeos. A pesar de los retos, si Brasil moderniza su cadena de producción lechera, tiene potencial para convertirse en un gran exportador de productos lácteos.
Si los precios de la leche y los productos lácteos siguen sorprendentemente una tendencia a la baja en esta época del año -en plena temporada baja invernal, cuando la presión normal sería al alza debido a la escasez de pastos verdes-, dé las gracias, o eche la culpa, a los argentinos y uruguayos.
El “factor gringo” ayuda a explicar la deflación del 2,83% de la leche y los productos lácteos en el primer semestre del año, así como la reducción de los costes de piensos y concentrados.
Aunque los miembros del Mercosur sólo ocupan los puestos 12 (Argentina) y 38 (Uruguay) en el ranking mundial de producción de leche, lo cierto es que el gran mercado lácteo regional, dadas sus dimensiones continentales, es Brasil (5º en producción), adonde los Hermanos envían sus excedentes.
Y lo que envían aquí es altamente competitivo. Una mirada a los precios de la leche en polvo, utilizada por la industria en la producción de yogures y quesos, ilustra la disparidad en las cadenas productivas de los socios del Mercosur.
Mientras la leche en polvo producida en Brasil es vendida a la industria por 6,12 dólares el kilo, el producto argentino cruza la frontera por 3,88 dólares/kg y el uruguayo por 3,81 dólares/kg. Otro ejemplo es el queso de muçarela: el precio del producto nacional bajó en julio a 25,10 reales/kg, pero sigue siendo un 27% superior al de sus vecinos.
Los miembros del Mercosur se benefician de aranceles cero
No en vano, en el primer semestre del año Argentina representó el 53% de todos los productos lácteos importados por Brasil, y Uruguay el 41%. Entran en el país con arancel cero gracias al tratado comercial. Como resultado, los precios caen para el consumidor, y también caen para los ganaderos brasileños. De media, los productores nacionales recibieron 2,55 reales por litro de leche en junio, un 22,3% menos que los 3,29 reales de hace un año, ya descontada la inflación, según datos de Cepea/Esalq/USP.
De enero a junio, las importaciones se triplicaron en comparación con el mismo periodo de 2022, alcanzando 1.090 millones de litros en equivalente leche. Sólo en junio, fueron 212,1 millones de litros de equivalente leche, de los que el 83,4% eran leche en polvo y el 18,5% queso, según datos de Cepea/Esalq/USP. No se registraban cifras tan elevadas desde 2016.
El consumo de leche de Brasil equivale a casi el doble de toda la producción de Argentina y Uruguay. Aquí también hay propiedades de alta tecnología y productividad, pero lo que aún predomina es un modelo de producción muy pulverizado. Hay miles de pequeños productores de leche, no profesionalizados, que operan con baja eficiencia y son más vulnerables a las condiciones del libre mercado.
En una comparación directa, estas diferencias quedan claras: las 10.000 explotaciones lecheras de Argentina, conocidas allí como tambos, producen 11.000 millones de litros de leche al año. En cambio, los 35.000 millones de litros producidos en Brasil implican a más de un millón de explotaciones. Y la mayoría de ellas produce menos de 50 litros diarios, mientras que en Argentina cada explotación produce una media de 2.938 litros de leche al día, según datos del Centro de Inteligencia Lechera de Embrapa.
Una protesta en la frontera reclama una barrera dentro del Mercosur
Esta semana, unos 1.800 pequeños productores lecheros de Rio Grande do Sul protestaron en Porto Xavier, en la frontera con Argentina, contra los elevados volúmenes de productos lácteos importados. El primer punto de la lista de reivindicaciones es “implantar una barrera comercial para frenar la entrada de leche y productos lácteos procedentes de los países miembros del Mercosur”.
Guilherme Dias, asesor técnico de la Confederación Nacional de Agricultura (CNA), afirma que, ante la caída de los precios internacionales de los productos lácteos, los vecinos sudamericanos han redirigido a Brasil envíos que iban a África y Oriente Medio, reduciendo así los costes de transporte y logística. No pueden hacer nada al respecto, son socios del Mercosur y la libre competencia es la norma.
Sin embargo, habría distorsiones ocasionales ante las que el gobierno brasileño podría reaccionar. Dias cita una ayuda directa en metálico concedida a los productores por el gobierno argentino, el “tambero boost”, que pagó a los medianos productores 15 pesos por litro de leche producida (26 céntimos de real) durante cuatro meses, con la justificación de acudir en ayuda de los ganaderos afectados por la sequía. Ya se ha anunciado un “impulso tambero 2”.
Las “retenciones” serían una subvención indirecta a la producción nacional
“Tendría que haber un mecanismo compensatorio esbozado por el poder ejecutivo. Y también sería interesante disciplinar las importaciones”, dice Dias, citando un proyecto de ley en el Congreso que exige que los productos nacionales tengan el 70% de su vida útil en vigor.
“Es una forma de aumentar la garantía sanitaria para los consumidores brasileños”, argumenta, negando que se trate sólo de una medida restrictiva no arancelaria. Otra distorsión del mercado que podría compensarse serían las “retenciones” argentinas, que gravan las exportaciones de granos fuera del Mercosur, abaratando así los insumos utilizados para producir leche en el mercado interno.
El temor a un colapso de la producción lechera llevó al diputado federal Alceu Moreira (MDB-RS), que representa al sector, a reunirse con el Vicepresidente de la República y Ministro de Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios (MDIC), Geraldo Alckmin, para exigir al gobierno una acción reguladora.
Alckmin aprueba un impuesto del 11% para los productos lácteos procedentes de fuera del Mercosur
Alckmin ha dicho que emitirá un decreto en los próximos días elevando el impuesto sobre los productos lácteos procedentes de países europeos del 2% al 11%. Moreira defiende la medida. “Es absolutamente natural imponer un impuesto a la importación. Si vendemos soja a China, por ejemplo, el impuesto es del 11%, si vendemos salvado, es del 22%. Ellos ponen el impuesto, es una condición para comprar, son clientes. ¿Por qué tenemos que cobrar entre el 2% y el 3% en los productos lácteos?”, subrayó.
El jueves (10), el ministro de Agricultura, Carlos Fávaro, confirmó que el gobierno gravará los productos lácteos provenientes de fuera del Mercosur. Según él, la medida se decidió tras una reunión con Alckmin el miércoles (9).
Sin embargo, aumentar el tipo impositivo para los europeos tiene efectos prácticos limitados porque, al fin y al cabo, el grueso de los productos lácteos importados procede de los socios del Mercosur.
Es difícil encontrar formas de frenar los productos lácteos procedentes de Argentina y Uruguay. El diputado Alceu Moreira habla de exigir un certificado sanitario a los uruguayos para que puedan exportar a Brasil. Preguntado sobre si esto no podría ser impugnado en las organizaciones comerciales como una barrera no arancelaria, el diputado respondió: “Así es como funciona. Nadie importa un pollo de Brasil sin saber cuál es la calidad sanitaria, es una exigencia de cualquier país.”
Diputado invoca acción reguladora de la Conab
“Si tienes todas las garantías sanitarias y protección contra la competencia desleal internacional, y aun así, el productor no puede competir por razones coyunturales, la Conab tiene que comprar la leche y almacenarla durante este periodo en que el precio es malo. El gobierno tiene que intervenir, no hay otra manera. Es así en todos los países del mundo. La vaca da leche todos los días, no puedes decirle que se tome vacaciones. Así que en Brasil hay una Conab para regular las existencias y es inútil, absolutamente inútil, nunca compra un kilo de leche en polvo”, se queja Moreira.
Guilherme Dias, de la CNA, dice que ya existe equivalencia sanitaria en el Mercosur y crear obstáculos en este frente sería improductivo. Lo cierto es que los dolores de cabeza del sector lácteo nacional con los socios del Mercosur son recurrentes porque los socios tienen cadenas productivas muy diferentes.
En lechería, el panorama en Argentina y Uruguay está dominado por los tambos -explotaciones grandes, intensivas y profesionales-. En Brasil, muchos pequeños productores siguen teniendo la leche como fuente secundaria de ingresos, a la que no dedican atención profesional. Como resultado, los productores argentinos logran ser competitivos recibiendo apenas 1,93 reales por litro de leche (enero-mayo de 2023), mientras que en Brasil, en el mismo período, el promedio fue de 2,90 reales.
El número de productores lácteos en Brasil disminuye año tras año
Con márgenes ajustados, la tendencia es que el número de explotaciones lecheras en Brasil siga disminuyendo. “Incluso nos hemos dado cuenta de que a veces, si es más barato, el productor acaba migrando a la ganadería bovina. Y a medio y largo plazo la presión sobre ellos aumenta debido a la competitividad. Tenemos una cadena menos profesionalizada”, dice Ana Paula Negri, investigadora de leche en Cepea.
El número de productores de leche en el país, que llegó a superar los 1,35 millones en 2010, se ha reducido un 13%, hasta los 1,17 millones, según los datos del censo agrario de 2017. De ellos, solo 634.000 comercializan su producción. Los demás fluctúan dentro y fuera del mercado, en función del atractivo de los precios. Sin embargo, obtener beneficios sin una alta especialización es cada vez más difícil.
“Es el proceso de selección natural, así va a ser. Un pequeño productor lechero, que produce entre 100 y 150 litros al día, no puede soportar un coste de producción de 26 céntimos por litro con calidad. En leche, se puede ser un pequeño propietario, pero no un pequeño productor. Puedes tener 20 hectáreas de tierra, pero tienes que ser un gran productor, tienes que tener excelencia en leche en esa parcela, optimizarla al máximo”, subraya.
La línea de crédito “no puede salvar un negocio inviable”
Esta configuración está expulsando poco a poco a quienes sólo trabajan en régimen de subsistencia y combinan la ganadería lechera con el cultivo de cereales y la cría de ganado vacuno, aves de corral y cerdos. La ganadería lechera requiere escala y un control constante de los costes.
Por eso, según Moreira, es inútil imaginar que sólo las líneas de crédito del Estado pueden salvar la situación.
“Las líneas de crédito son muy importantes cuando el negocio es viable. Una línea de crédito para enterrar más al productor no resuelve nada. Si la actividad es improductiva, la financias sólo para que siga siendo del tamaño de tu cuello, no soluciona nada. Lo primero que hay que hacer es crear condiciones competitivas para los productores lecheros. También es posible la financiación, a través de Fiagro, cartas de crédito y otra serie de medidas. Pero es poco probable que consigamos una política lechera con tipos de interés subvencionados sólo para los productores de leche”, afirma.
El horizonte, sin embargo, no es sólo de negros nubarrones. Un estudio de Tetra Pak, el mayor productor mundial de envases para el sector lácteo, señala que se espera que la demanda mundial de alimentos lácteos crezca un 36% en la próxima década, impulsada por el aumento de la población mundial y el incremento del poder adquisitivo en los países asiáticos, africanos y latinoamericanos. Por tanto, si la cadena láctea brasileña se tecnifica y profesionaliza, hay margen para que el país se convierta en exportador de grandes volúmenes. Hasta entonces, seguiremos siendo un importante mercado consumidor de los productos lácteos producidos por nuestros vecinos.