No corren buenos tiempos para el sector lácteo. Para los más alarmistas, la actividad está en ruinas. A algunos déficits estructurales como la falta de relevo generacional, muy vinculado a la España rural y vaciada, la dependencia externa de los piensos o el modelo de las explotaciones ganaderas, se añade una coyuntura nada favorable con los sobreprecios generados por la crisis de Ucrania o los altísimos costes que asumen ganaderos e industria transformadora, la sempiterna dependencia de las importaciones y la caída del consumo interno, aunque la producción no deja de subir.
Además, la sombra de la recesión hace que las perspectivas no sean muy halagüeñas. El sector lácteo español –vacuno, ovino y caprino– está considerado como un área estratégica en el mapa agroalimentario, pero también desde el punto de vista económico y social, con una facturación que ronda los 13.000 millones de euros al año, una producción de 8,4 millones de toneladas de leche de vaca, oveja y cabra, que genera más de 60.000 empleos directos y que supone el 2% del PIB, la segunda actividad de la industria de alimentación y bebidas, después del cárnico, según explica Luis Calabozo, director general de Fenil (Federación Nacional de Industrias Lácteas), que agrupa a las 60 empresas que transforman el 95% de la leche producida en España.
Hay 19.800 ganaderos productores de leche, el 59,6% de ellos, de vaca
Todos estos factores ponen sobre el tapete los retos y desafíos que enfrenta esta industria, en la que hay que tener en cuenta algunas peculiaridades: “Es de producción continúa y diaria, fija población rural en la llamada España vaciada y es un producto esencial para la alimentación”, destaca Calabozo, pero también exponen algunas de sus debilidades, como la escasa rentabilidad de las explotaciones ganaderas, “con precios muy bajos y producciones a pérdidas”, revela Arturo Hernangómez, técnico de ganadería de Asaja (Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores).
Gaspar Anabitarte, responsable del sector lácteo de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), recuerda que “esta industria ha sido siempre deficitaria en leche; desde que se eliminó el sistema de cuotas, la producción ha ido creciendo, y esto ya es una primera contradicción, los productores abandonan porque no se gana dinero, algo que cuesta entender tanto como que está en declive”. Anabitarte llama la atención también sobre “la irrupción de las marcas blancas, que lograron adueñarse de buena parte del mercado y abarataron mucho el producto; quizás la leche española siga siendo la más barata de Europa”.
El litro se paga a solo 43 céntimos y los granjeros se quejan de producir a pérdidas
“Las protestas de los ganaderos a principios de año lograron subir hasta los 35 céntimos el litro de leche, con lo que, al menos, se cubrían costes. Con el alza de los precios de los combustibles, como el diésel o la luz, imprescindibles para las salas de ordeño, o la de los piensos, sobre todo el maíz, a más de 450 euros la tonelada, hay que pedir créditos para afrontar las compras”, denuncia Hernangómez. “Una situación que ha obligado a los ganaderos a sacrificar las vacas más viejas para obtener un beneficio, ya que la carne también ha subido, y mantener la producción con menos animales, con lo que reducen en gastos de alimentación; de otra forma sería insostenible”, añade.
El precio de la leche ha vuelto a incrementarse hasta 43 céntimos el litro, según los datos del Fondo de Garantía Agrario Español, que en opinión de Hernangómez “sería bueno si no fuera por los costes de producción que nos asfixian. En otros productos como los quesos o la mantequilla todavía se ha reducido a menos esta subida de precios”.
En España, actualmente existen 19.800 ganaderos productores de leche; de ellos, el 59,6%, unos 11.800, corresponden a leche de vaca; el 24,24% (4,800), a leche de cabra, y el 16,6% restante (3.200) producen leche de oveja, conforme a los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). En 2021, 655 explotaciones de leche vacuna se vieron obligadas a cerrar, el equivalente a dos granjas por día, según la misma fuente.
El MAPA puso en marcha en mayo un paquete de ayudas directas por un monto de 169 millones de euros, con “el objetivo de compensar el incremento de los costes de producción a una de las actividades más afectadas del sector primario debido al aumento del precio de la electricidad, los piensos para alimentación animal y los combustibles derivados de la invasión rusa de Ucrania”, reconocía el Gobierno. De esta partida, 124 millones se destinaron a los productores de leche de vaca; 32,3 millones, a los de leche de oveja, y 12,7 millones, a los de leche de cabra.
Se incrementa la producción, mejora el déficit comercial y cae el consumo interno
Producción, industria –transformación de la materia prima– y distribución coinciden en el poco margen que tienen para repercutir costes que recaerían finalmente sobre el consumidor. Dentro de los lácteos, “la leche de oveja y la de cabra se llevan la peor parte, y los productores de queso de cabra son los que más están sufriendo; se están cerrando muchas explotaciones, lamentablemente”, coinciden fuentes del sector.
Otro de los desafíos que enfrenta esta actividad es que no es autosuficiente y, aunque la producción ha aumentado y se ha ido acortando la brecha entre exportaciones e importaciones en la última década, la balanza comercial es deficitaria para España. Otra tendencia es la caída del consumo interno. “Las importaciones españolas de lácteos han jugado un papel relevante en el sector como consecuencia de cuestiones históricas derivadas del sistema europeo de cuotas de producción existente hasta abril de 2015. Más del 98% de las importaciones tenían como origen otros países de la UE”, indica Luis Calabozo (Fenil), y agrega que “las exportaciones están más diversificadas en cuanto a mercados que las importaciones, situándose en el 15% el volumen de ventas a países de fuera de la Unión”.
La balanza comercial registra desde 2010 una mejora continua, con una reducción del déficit en torno a un 70%, en base a datos de la Dirección General de Aduanas. En 2021, las importaciones alcanzaron las 702.819 toneladas de productos lácteos, mientras que exportamos 548.626 toneladas, lo que supone un saldo negativo de 154.193 toneladas.
Otro de los retos que afronta el sector, a corto y medio plazo, es la recuperación del consumo interno de todos los productos lácteos más relevantes, como son la leche líquida, el yogur y las leches fermentadas y el queso. Todos han sufrido caídas tanto en términos de volumen como en consumo per cápita durante los últimos años, aunque algunos de ellos empiezan a mostrar signos de recuperación.
El consumo de lácteos en los hogares españoles pasó de 5.245.971 toneladas en 2010 a 4.961.156 toneladas en 2019, para remontar hasta 5.292.684 en 2020, según el último dato disponible del MAPA. El consumo de leche líquida ha pasado de 76,78 kilos per cápita en 2010 a 73,99 en 2020; el yogur, de 15,64 kilos per cápita a 15,04, y el queso ha subido de 7,85 kilos a 8,80.
SOSTENIBILIDAD Y CONSUMO DIARIO RECOMENDADO
A pesar de que un 72% de la población declara conocer que la porción diaria recomendada de ingestión de lácteos es de tres al día, en torno a dos tercios reconoce que no toma esa cantidad.
Para fomentar ese consumo, la UE cofinancia una campaña de la Organización Interprofesional Láctea (InLac) para dar a conocer los beneficios saludables y nutricionales de la ingesta de productos derivados de la leche, así como para informar a la población de la sostenibilidad del sector.
Los métodos de elaboración de productos lácteos europeos cumplen con la legislación más estricta del mundo en lo que se refiere al respeto al medio ambiente, la trazabilidad, la seguridad alimentaria y el bienestar animal.