Desde 2016, el Vicentin Family Group invirtió u$s 135 millones en ARSA, productora de la marca SanCor. Opera al 70% y proyecta crecer este año. Pero enfrenta un desafío: el concurso del gigante agroindustrial.

Ricardo Ciani separa dos hojas de su carpeta. Una muestra el organigrama de a lo que, comúnmente, se llama “Grupo Vicentin”. Es un gráfico con una decena de ravioles. Abajo, en el extremo izquierdo, ARSA -la empresa que él dirige- está colgada del Vicentin Family Group (VFG). Arriba, a la derecha, se ve a Vicentin SAIC, el gigante agroindustrial recientemente concursado por el “estrés financiero” que le detonó su pasivo, superior a los u$s 1400 millones.
“La que está en crisis es ésta”, distingue Ciani. “El único lazo es que ambas tienen a muchos accionistas en común”, dice. Acerca la otra hoja. Es un listado: más de un centenar de “Vicentines” de varias generaciones, con participaciones -en la mayoría de los casos- de porcentajes ínfimos sobre el capital.
Palabras más, palabras menos, es lo que Ciani recitó ante proveedores, clientes, empleados y bancos durante los últimos tres meses. “Hoy, estamos en una muy buena situación de la compañía pero con un muy mal contexto”, resume.
ARSA, sigla de “Alimentos Refrigerados Sociedad Anónima”, es la empresa que, en octubre de 2016, Vicentin le compró a SanCor. Pagó u$s 100 millones por dos plantas industriales -Córdoba y Arenaza (Buenos Aires)-, elaboradoras de yogures y postres congelados.
Vicentin inyectó otros u$s 35 millones desde entonces. ARSA, hoy, emplea a 600 personas. Facturó $ 3700 millones de producto propio en 2019 (también distribuye para terceros) y proyecta $ 5000 millones este año. Produce 96 presentaciones, entre las marcas SanCor Yogs, Primeros Sabores, Vida, Gelatina Light, Sublime, Shimy y Lechelita. A diciembre último, tenía un share de 17,3%, en yogures, y del 31,5%, en postres, según Nielsen. En mayo de 2017 -cuando completó el take-over-, esas participaciones eran de 5% y 6,8%, respectivamente. En el mismo lapso, su mayor competidor, la francesa Danone, se retrajo de 64,7% a 36,7%, en un caso, y del 71% al 43,3%, en el otro.
“Para que un CEO subsista, tiene que mostrar share o rentabilidad”, define Ciani, quien reclutó “ex combatientes” en el negocio lácteo -cómo el los llama- para montar una estructura comercial, logística y administrativa que, al cabo de seis meses, desde fines de 2016, escaló de cinco a 85 personas.
En la Argentina, el mercado de yogures y postres mueve 400.000 toneladas por año, describe. Unos u$s 450 millones en facturación. Los yogures son el 80%. El año pasado, ese negocio cayó 20% y 30% el de postres. “Todavía, no llegamos a los volúmenes de 2016”, lamenta.
“Terminamos 2019 con buenas perspectivas. Vemos muchas oportunidades de crecimiento, si el Gobierno, finalmente, termina implementando políticas que fomenten el consumo interno”, expresa.
Con una capacidad de producción total de 110.000 toneladas anuales, actualmente, ARSA elabora 70.000. “Tenemos margen para crecer, sin necesidad de hacer inversiones en capex”, retoma el CEO. “Operativa y financieramente, la empresa está equilibrada. Su caja es independiente del flujo de fondos de Vicentin”, insiste.
No lo hace en vano. El asunto reputacional es el que más debió gestionar, desde aquel 5 de diciembre, cuando Vicentin anunció su cesación de pagos.
“Tenemos que aclararle a nuestros stake-holders qué es ARSA. Cómo está mejorada y estabilizada. Desde el episodio de Vicentin, hemos cumplido con nuestros proveedores. En este sector, te atrasás un día y eso siembra dudas en el mercado”, subraya, con la experiencia de ya haber tenido que despejarlas.

Te puede interesar

Notas
Relacionadas

Más Leídos

Destacados

Sumate a

Mundo

Seguinos

Suscribite a nuestro newsletter