El arrastre lastimoso de la histórica cooperativa láctea SanCor proviene desde el fondo de los tiempos y es parte del paisaje en el proceso de los manejos típicos del empresariado nacional.
SanCor Atilra

“Creemos dos, tres, muchos ‘vicentines’ ” diría el Guevara de los patrones, conforme fue tomando forma el Estado argentino. No hizo falta. Los emprendedores, embebidos por una lógica servida por los vericuetos del capitalismo, aprendieron que ello debía ser así sin que nadie diga nada. Se trata de acumular deuda, patear compromisos, traficar dinero y dibujar balances para forzar una crisis para que la resucite el Estado con créditos blandos e indultos dinerarios, por un lado, y los trabajadores con despidos en masa, suspensiones sin pago y salarios de indigencia, por otro. La empresa láctea se instituye como paradigma de la clásica estafa empresaria nativa.
De la estatización de la deuda privada hecha por Domingo Cavallo en el año 1982 para atrás, y de aquél hecho hacia adelante, con más o menos matices, aquél fue un componente natural del régimen de acumulación argentino para hacer su capitalismo. La cooperativa láctea fundada en 1938, SanCor, no se quedó atrás.
Hoy por hoy, las deudas que posee escalan a abril de este año a $280 millones. Además, se le contaron 8.141 cheques rechazados por un total de $812 millones. Lo números finos hacen subir la deuda a los 12 mil millones de pesos de los cuales, al menos, 6 mil millones – la mitad – se trata de compromisos con el Estado. El resto se reparte en deudas con proveedores – es decir, los servicios, insumos y materias primas necesarios para la producción – y, por último, con su personal trabajador, tanto los activos, los suspendidos indefinidamente, como los conquistados por retiros voluntarios y desvinculaciones cuyos compromisos de pago SanCor nunca cumplió.
Asimismo, el pasivo en dólares también es muy alto: la deuda a distintos fondos de inversión, tanto nacionales y extranjeros, ronda los U$S 120 millones.
Los ríos revueltos favorecen al pescador y, en ese sentido, la firma lechera acaparó para sí una buena caña con magnífico anzuelo. Los cambios en la economía, los procesos inflacionarios y la pobreza creciente hicieron de paracaídas para solventar el mecanismo de deuda permanente, para que luego el Estado condone los calculados incumplimientos, se haga cargo del pasivo privado y le vuelva a prestar plata para financiar su reinserción en el mercado y relanzar sus negocios.
Fue así que la cooperativa láctea conquistó una situación complicada desde hace varios años y que se fue agravando con el paso del tiempo bajo el amague del resarcimiento salvador que a último momento salve el destino del fracaso.

Chávez, Soros y Macri

Uno de los hitos fue el salvataje redondo del ex presidente de Venezuela Hugo Chávez cuando, sobre noviembre de 2006, la cooperativa estaba a punto de pasar a manos del Grupo Adecoagro, el brazo ruralista del holding que maneja George Soros. Chávez decidió prestar dos contratos – 80 uno y 150 millones de dólares el otro – a cambio de leche en polvo a un precio superior al del mercado internacional.
Las puertas del Estado siempre fueron golpeadas y siempre fueron atendidas. Para 2017, en pleno gobierno macrista, 450 mil pesos fue la respuesta que permitió salvar aquella vez a la empresa. El entonces ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, confirmó el desembolso proveniente de una de las cajas negras de dónde la patronal argentina encuentra su oasis: el Fondo para el Desarrollo Económico Argentino (FONDEAR), programa puesto en funciones bajo el Decreto Nº 606 del 28 de abril de 2014, a través del cual se estableció la idea provista como mecanismo de salvataje donde las empresas encuentran plata fresca con sólo presentarse con unos papeles en la Mesa de Entradas del edificio de la porteña calle Balcarce al 180.
A cambio, SanCor debió concentrar la producción en menos plantas y así bajar su nivel de deuda para atraer inversores, también se acordó una reestructuración de los salarios del personal jerárquico de la empresa, pues había gerentes que cobraban por encima de los $400 mil por mes. “Los gerentes no han estado a la altura de las circunstancias para manejar la compañía”, dijo el ministro.
Engolosinados con la experiencia, al poco tiempo los cooperativistas volvieron con sus problemas al edificio público y tras la orden negativa de Macri, esta vez, regresaron a la lechería con la frente marchita. Allí el mecanismo se vio entorpecido y la jugada clásica de crisis-salvataje sufrió un gran traspié.

Las pastillas, no, las joyas de la abuela

Aún así, los remolinos de la cooperativa continuaron su revoltija dineraria. Al año siguiente, la ex empresa de George Soros, ahora conducida por Mariano Bosch – hermano de Marcelo Bosch, experto en finanzas de Florencio Randazzo -, y principal productora de leche del país, entró en acción nuevamente con un amague de la compra total de la compañía endeudada. De hecho, los medios, involucrados en los lobbies de intereses, muchas veces dieron por cierto tal adquisición. La Nación publicó en 2018 una nota titulada “Adecoagro, la firma que Kirchner vetó para SanCor y ahora será su dueña”. A fines de 2019, Ámbito Financiero publicó “Tras comprar SanCor, Adecoagro crece en mercado lácteo local”.
Luego de las recurrentes desmentidas ante las constantes desinformaciones y luego de las traramoyas diplómaticas entre dos fuerzas capitalistas, Adecoagro limitó su oferta a apenas las plantas de Chivilcoy y Morteros – con las marcas Las tres niñas y Angelita incluidas – por una suma de 45 millones de dólares. Esto implicó una solución muy diferente a la que se especuló.
Las estrategias de ventas de plantas productivas siempre le funcionaron como garantía de reaseguro para convencer a acreedores que, en esta vuelta, la cooperativa se iba a portar bien. Por ejemplo, en 2016 había vendido el 90% de la división de postres a Vicentín por 100 millones de dólares. En 2012, ya se había desprendido de la producción de leches infantiles, que pasó a manos de Mead Johnson Nutriton por 150 millones de dólares. Nada de eso alcanzó para desembarazarse de una deuda de 200 millones de dólares heredada de los años ’90.
En los últimos días, en plena pandemia, SanCor volvió a estar presente en los titulares de los principales medios de comunicación. Las cuestiones que se especularon con la empresa Vicentín acerca de su expropiación, también, cuál hija menor, rebotaron – a través de los diarios, más que nada – con la cooperativa.
Rápidamente, voces de distintos sectores vinculados con la firma láctea se alzaron para aclarar que la situación era completamente distinta a la de Vicentín. La primera línea directiva, seguida e insistentemente, aclaró que SanCor se había ajustado con todas las medidas que se había propuesto en 2017 para dar punta pie inicial a la reestructuración de la compañía. El Estado hizo lo propio a través de Mario Cafiero, director de Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), y de diferentes funcionarios y legisladores de la provincia de Santa Fe, quienes se adelantaron a hablar de proyectos de rescate financiero.
Finalmente, otro actor solidario con SanCor, incomodado con la posibilidad de una expropiación, fue Héctor Ponce – el Secretario General de Atilra, el sindicato de los trabajadores lácteos -, quién, en función de ello, ocupó un sinnúmero de medios radiales y escritos, para afirmar que el plan de salvataje – a través de un fideicomiso con participación del Estado – ya estaba en marcha. Ponce, a su vez, se valió de las entrevistas para presentarse como el “gestor” de las negociaciones.
Otra vez, SanCor se encaminó a lo que tuvo y tiene como expectativa: su rescate estatal mientras se desprende de las joyas de la abuela.

Golpe a los trabajadores

Lo que no se pone de manifiesto desde Atilra, son las numerosas maniobras que realizó SanCor con sus trabajadores para erigir todas esas estratagemas. Los despidos, las suspensiones, los recortes, los retiros voluntarios y las persecuciones fueron el otro brazo para acumular.
En cinco años, la empresa realizó sus correspondientes ventas de activos para sanear sus crisis y ello le valió la reducción de la nómina de personas de 4.500 a 1.900 empleados, intensificada desde 2017, donde liquidó más de 3 mil puestos de trabajo en tan solo 3 años.
Desde que el capitalismo es capitalismo, para un trabajador, su única fuente de subsistencia es la venta de la tarea aplicada a la labor asalariada. Privarlo de ello es condenarlo a una desgracia. La empresa SanCor fue una multiplicadora de tales desgracias.
A pesar del suave nombre que representa el sustantivo “cooperativa”, que amortiguaría sobre los imaginarios el ejercicio desalmado de la empresa privada, SanCor contuvo su diseño de evacuación de personal desde los procedimientos clásicos empresarios.
A los empleados más antiguos les cupo un rosario persuasivo, adornado con presiones y amenazas. Mecanismo de manual para que los retiros voluntarios se establezcan exitosamente. La fase 2 empieza cuando el primer dispositivo queda agotado, entonces SanCor procedió a los despidos en masa sobre el personal con menos tiempo en la firma con indemnizaciones al 50% y, para colmo, dispensados en 12 o 18 cómodas cuotas. Las cuotas, se dice, son, hoy por hoy, salteadas e incumplidas. Por último, aparecen las suspensiones para personal de planta, Centros de Distribución y Repositores externos. Traducción: más de 500 trabajadores actualmente perciben solo 10 mil pesos mensuales. Traducción de la traducción: 500 personas fueron puestas en la indigencia.
Todo ello se compulsa con pinceladas que combinan lo anterior con deudas de salarios, aguinaldos y aportes, más el lanzamiento inquietante del rumor que implica el inicio de una nueva tanda “acuerdos”, vocablo que vela la palabra “despidos”.

Coronavirus

El estallido de la pandemia puso a la economía y su funcionamiento, arrastrado por la prioridad en la ganancia, bajo las cuerdas. Producto de ello, a través de una feroz operación que nada tuvo que ver con los 100 o 200 lunáticos anticuarentena, empresarios y CGT – la confederación líder del movimiento obrero en blanco – acordaron inmediatamente una rebaja del 25% del salario para aquellos que, sencillamente, osen dejar el peligro de morir y contagiar a los suyos bajo la infección. Aún con esa ventaja, SanCor evitó el sencillo acto de transferir el poco dinero correspondiente a las cuentas sueldo de sus trabajadores.
La aventura de no pagar prosiguió: tampoco cumplió con los pagos pactados en los acuerdos con el personal que firmó su desvinculación durante 2019, al mismo tiempo que mantiene a los empleados sobrevivientes con atrasos en salarios y aguinaldos impagos.
A su vez, y como no puede faltar, toda incipiente organización de trabajadores trata de ser diluida a través del disciplinamiento del despido arbitrario mientras, desde que comenzó el año en curso, dejó sin sustento laboral a toda la rama de repositores. SanCor desarmó sectores completos y suspendió a todo el personal repositor, que actualmente se encuentra sin goce de sueldo.
Carlos Marx, el gran pensador europeo del siglo XIX, se convenció de que las mercancías en el sistema capitalista portaban dentro de sí un fetiche que se encargaba de ocultar el proceso que el producto final tuvo que protagonizar para constituirse como tal. El relato presente algo describió sobre cada tarrito de yogur o sachet de leche de la famosa marca que posa inocente en la góndola de algún supermercado.

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