Paradójicamente los aranceles “inteligentes” fortalecerán los TLC; así sus autores posen de geniales, los aranceles inteligentes se rajan en un test de inteligencia.

La respuesta gubernamental son dos párrafos casi extraviados en el artículo 210 del Plan de Desarrollo sobre “Aranceles inteligentes y defensa comercial”, que señalan los lineamientos para la defensa comercial, la protección del mercado interno y la “defensa de las ramas de la producción afectadas por prácticas desleales y maniobras contrarias al libre comercio internacional, la soberanía alimentaria y el adecuado funcionamiento del mercado”.

Estas son las únicas referencias al comercio exterior, calificado por los gobiernos anteriores como un eje de la política de desarrollo, la denominada “internacionalización de la economía”. ¿Bastarán las dos? No parece, si se advierte que el Plan de Desarrollo evade el tema de la renegociación, revisión o replanteamiento de los tratados de libre comercio, en especial del más lesivo, el suscrito con Estados Unidos.

Reducir a cero los aranceles –el impuesto que un exportador paga por tener acceso al mercado colombiano– constituye un pilar fundamental en los tratados de libre comercio. La eliminación no es temporal sino definitiva, aunque presente cierto grado de gradualidad. Se pretende que todos los productos entren libres de impuestos en un lapso de diez años, tal como lo estipula la mayor parte de los TLC firmados.

Los TLC eliminan además los controles administrativos y otras barreras no arancelarias para que empresas extranjeras puedan vender sus productos en el país.

El TLC con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, entró en vigencia en mayo de 2012, por lo cual en 2023 cumple once años. A toda prisa está corriendo entonces el plazo de diez años para eliminar los aranceles, salvo el de unos pocos productos, los denominados sensibles, que se seguirán liberando en los próximos años. Con una cláusula no menos aberrante: mientras se eliminan los aranceles remanentes, se permitirá la importación sin arancel de unos contingentes crecientes.

El TLC con Estados Unidos no permite elevar los aranceles ni restablecerlos. Hacerlo supondría una renegociación no solo de este tema, sino de todo el tratado, ya que el texto fue negociado con el enfoque de que nada estaba acordado mientras todo en conjunto no lo estuviera.

Las distintas instancias administradoras del Tratado no tienen entonces facultad para aumentar los aranceles sino tan solo para disminuirlos. En el caso de disminuirlos más rápidamente, se puede volver a aumentarlos, pero solo hasta los niveles anteriores pactados.

El TLC con Estados Unidos prohíbe subsidiar las exportaciones colombianas, pero permite los cuantiosos subsidios otorgados en ese país a sus productos agrícolas. ¿Cómo puede entonces Colombia competir dentro de un marco tan desigual? La única forma sería otorgando subsidios mayores o similares, del orden de los 90 mil millones de dólares al año.

Se pueden aplicar salvaguardias temporales a ciertos productos, pero solo durante el tiempo que dura la desgravación, al final del cual no hay salvaguarda que valga. Dichas salvaguardas se aplican cuando las cantidades de productos importados excedan en forma anómala las que tradicionalmente se importan.

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Sobre algunos productos caerá la guillotina del arancel cero: los pollos y cuartos traseros (2030), leche en polvo, quesos y yogurt (2026), lmantequilla y helados (2023) y arroz (2031)

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Ya desgravadas hoy la mayoría de las partidas arancelarias, quedan a salvo apenas algunos productos sobre los cuales caerá como una guillotina el arancel cero en los próximos años: son ellos, los pollos y cuartos traseros de pollo (2030), la leche en polvo, quesos y yogurt (2026), la mantequilla y los helados (2023) y el arroz (2031). La sola existencia de una fecha fatal para la llegada libre de estos productos lleva a desestimular la inversión o a convertir la producción nacional en apéndice de las empresas que los traen.

El TLC prevé severas represalias, sanciones y costosos pleitos en tribunales internacionales si Colombia le incumple unilateralmente a Estados Unidos lo acordado sobre aranceles.

Si se totaliza la balanza comercial con aquellos países con los cuales hay TLC, el déficit comercial es superior a los 8 mil millones de dólares lo cual, si se exceptúa China, explica la mayor parte del déficit comercial de Colombia, según informe del Ministerio de Comercio. (https://acortar.link/TtFR3m)

El comercio exterior colombiano con países con los cuales se tiene TLC representa más de la mitad de las importaciones. Por lo tanto, si lo que el gobierno se propone es mantener los acuerdos internacionales vigentes, la política de aranceles “inteligentes” solo podría afectar a aquellos con los cuales no se tienen tratados. Afectaría a países tales como China, Rusia, India y Japón, entre otros, que acopian menos de la mitad de las importaciones.

Así, paradójicamente, los aranceles inteligentes fortalecerán el papel de los TLC en el comercio exterior, disminuirán la diversificación regional de los orígenes de nuestras importaciones y descartarán definitivamente la posibilidad de renegociar los TLC por medio de una ley, como tanto se prometió en campaña.

Así sus autores posen de geniales, los aranceles inteligentes se rajan en un test de inteligencia.

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